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sábado, 5 de noviembre de 2016

REFLEXIÓN DE DON MANUEL


DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “C”


     Queridos hermanos y hermanas sed bienvenidos a celebrar el Día del Señor, el Día de los cristianos. Pues el Señor, al tercer día de entregar su vida en la cruz, resucitó, y desde entonces todos los cristianos celebramos su triunfo sobre la muerte, que es también nuestro triunfo.

     Los cristianos solemos celebrar los acontecimientos importantes de nuestra vida. Así cuando vamos a comenzar alguna acción de envergadura, solemos pedir la bendición la protección y la ayuda a Dios para que todo trascurra bien. Otras veces, aunque menos, solemos darle gracias por los beneficios buenos que  recibimos…

     Esta tarde por iniciativa de la Hermandad de San Isidro Labrador, hemos sido convocados para invocar y pedir al Señor todos unidos que los trabajos de la recolección de la aceituna en nuestros campos de Baeza se desarrollen con normalidad y sin sobresaltos; que no haya accidentes y que la cosecha que Dios no ha concedido este año, sirva para mitigar y cubrir tantas necesidades por las que muchas familias y personas están padeciendo.             

     Hermanos y hermanas, gran titular el que nos ofrece la Palabra de Dios: Nuestro Dios es un Dios de vivos y no de muertos. Es el Dios de la vida, de la esperanza y de la eternidad. Un Dios que ni siquiera en los momentos más terribles nos va a abandonar

     La Palabra de Dios proclamada nos ilumina hoy sobre tres verdades fundamentales en la vida cristiana: La certeza de la resurrección, sobre la vida de los resucitados y sobre el camino que conduce a la resurrección.

        1.- LA CERTEZA DE LA RESURRECCIÓN. Hemos escuchado en el testimonio de los hermanos Macabeos: “El Rey del Universo nos resucitará para una vida eterna”. Y es lógico, pues si creemos en un Dios de la vida, de vivos y no de muertos, forzosamente hemos de creer en la Resurrección.  Más aún, nuestro Dios, es el Padre de Nuestro  Señor Jesucristo que ha resucitado a su Hijo de entre los muertos; por ello, no podemos dudar que Él resucitará a todos los que en Jesús y por Jesús son hijos de Dios.  Y no solo eso, la Buena Nueva de la Resurrección satisface la necesidad más fuerte que experimenta el hombre, la de sobrevivir; y manifiesta nuestra vocación plenamente realizada de hijos de Dios, ya que si somos hijos, somos herederos…

     2.- LA VIDA DE LOS RESUCITADOS. Una segunda reflexión es sobre la vida de los resucitados. Jesús dice que no es una continuación de nuestro mundo. Es totalmente diferente, pues  ya no tienen los condicionamientos de la muerte; por eso no han de reproducirse ni nacer.

     “Serán como ángeles”. Quiere decir que esta vida nueva no se trasmite por generación humana, sino que se recibe directamente de Dios. Con el lenguaje humano somos incapaces de expresar la condición concreta del resucitado.

      “Son hijos de Dios”. Nos reafirma que viven una vida plena, completamente felices, porque Dios es Dios de vida y felicidad. No podemos saber más. Ya tenemos bastante para mantener muy viva la esperanza.

 
     3.- EL CAMINO DE LA RESURRECCIÓN.  Nos lo ha señalado bien claro San Pablo: La constancia en “toda clase de palabras y obras buenas”. No podemos vivir de espalda a la vida definitiva. Nuestra fe en la resurrección, nos ha de hacer trabajar por la (resurrección) mejora del mundo actual, a saber:
 - Mejores condiciones de vida, hacer una sociedad más humana y más fraterna; sed constantes en toda clase de obras buenas, ayudando al hermano…                    
- Hacer la vida posible para todos, con nuestro amor y nuestro trabajo de cada día. Renunciando a la mentira, la injusticia, al odio, a la maldad; y apostando por la verdad, la justicia, el amor y la paz…

     Hoy debemos preguntarnos, hasta que punto nuestra fe arraiga en la Resurrección de Jesús y en nuestra propia resurrección. ¿Es nuestra vida una constante actitud rebosante de esperanza como la de los hermanos Macabeos, y la de nuestros Beatos Mártires? ¿Nuestros corazones se dirigen a amar a Dios y a esperar en Cristo? Nos podemos reconocer como seguidores de Jesús, el Señor Resucitado?

     EUCARISTIA: Que el pan y el vino de la vida, que compartiremos, nos ayuden a vivir en esta esperanza de la resurrección y en la tarea del amor que la hace posible. Dios, nuestro Padre, nos ama a todos, a todos. ¡Y Él es fiel!

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