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domingo, 3 de julio de 2016

REFLEXIÓN DE DON MANUEL PARA EL DÍA DE HOY


DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

      Queridos hermanos: Seguimos acompañando a Jesús en el camino hacia Jerusalén, donde culminará su obra redentora. La intención de San Lucas es presentarnos el camino de Jesús para que todos los cristianos, su Iglesia, lo realicemos, lo vivamos de idéntica manera que el Maestro.

      El domingo pasado nos presentaba Jesús la radicalidad de su llamada. Su llamada a seguirle  supone no estar atado por nada, ni por nadie… Y aquella llamada radical, aquella disponibilidad suponía, tenía por objeto, recibir una misión: La misión de anunciar el Reino de Dios (GOZO, PAZ, JUSTICIA, CONSUELO, VIDA, AMOR DE DIOS)

     Este Reino de Dios ya había sido anunciado y prometido por Isaías a  los israelitas deportados en Babilonia. Y ahora se cumple en la persona de Jesucristo, al subir a Jerusalén y allí entrega su vida por todos los hombres. “Festejad a Jerusalén, gozad con ella...porque así dice el Señor: “Yo haré derivar hacia ella, como un rio la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones”.

      Ahora realizada su misión, Cristo envía a los discípulos, a su Iglesia con su misma misión. Dice San Lucas: Designó el Señor otros setenta y dos, y les decía: PONEOS EN CAMINO. Y añade esta misión a la de los doce, prefigurando la misión universal de la Iglesia, enviada a evangelizar a todos. De ahí que todo cristiano debe sentirse enviado anunciar el Reino de Dios (a evangelizar)

      Más adelante el Evangelio nos aclara dos cuestiones básicas de la misión: 1ª. Cuál es la misión que hemos de realizar. 2ª. Como hemos de realizarla.

          1ª.- “Decid primero: Paz a esta casa… Curad enfermos… Y decid: Está cerca el Reino de Dios”. Estamos en el centro de lo que la Iglesia trata de realizar La Nueva Evangelización  “Yo haré derivar hacia ella como un rio la Paz…” Es el resumen de todos los bienes… No se trata de exportar una cultura o de aumentar nuestro grupo, sino de promover un nuevo estilo de vida, fundamentado en el amor, en la paz, en la esperanza, en el perdón, en la generosidad, en la justicia, en la fortaleza, en un mundo todavía marcado por los distanciamientos, la venganza, la inhumanidad.

     Y en el centro de la misión y la tarea, la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, vivida en cada pueblo, lengua, raza, como el camino de la verdadera humanidad.

       .- La tarea se concreta: “No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias”. Y es que tan importante como el contenido de la misión es la manera de llevarla a cabo.

      No se trata de imponer la verdad, ni de condenar a los demás, ni de demostrar que están equivocados, ni de presentarse como los buenos, o los que tienen respuesta para todo.

      Se trata de acompañarnos mutuamente en el camino de la búsqueda de la verdad sobre la vida hasta la decisión personal de la fe y el amor en el Espíritu del Evangelio. Esta tarea hay que realizarla tanto con los alejados como con los de cerca; es la urgencia de la conversión constante, necesaria. Y no está reservada a unos cuantos, sino que la tenemos todos, cada uno en su lugar concreto donde vive, porque es la misión de toda la Iglesia.

      Finalmente “No estéis alegres porque se os sometan los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están escritos en el Cielo”. Es la última e importante recomendación para la realización de la misión. Porque no hay que buscar demasiado, ni estar demasiado contentos del propio éxito, cuando se dé; sin concesiones a la vanidad.

       La verdadera alegría es la de saberse amado por Dios, la de participar en la misma vida de amor de esperanza y de pobreza que estamos promoviendo.

       La Eucaristía es invitación a estar con el Maestro, llenarnos de su Amor e invitación a ponerse en camino para anunciar el Reino de Dios con su paz y con su estilo.

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