DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C
Queridos hermanos: Seguimos
acompañando a Jesús en el camino hacia Jerusalén, donde culminará su obra
redentora. La intención de San
Lucas es presentarnos el camino de Jesús para que todos los cristianos, su
Iglesia, lo realicemos, lo vivamos
de idéntica manera que el Maestro.
El domingo pasado nos
presentaba Jesús la radicalidad de
su llamada. Su llamada a seguirle supone no estar atado por nada, ni
por nadie… Y aquella llamada
radical, aquella disponibilidad suponía, tenía por objeto, recibir una misión:
La misión de anunciar el Reino de
Dios (GOZO, PAZ, JUSTICIA, CONSUELO, VIDA, AMOR DE DIOS)
Este Reino de Dios ya había sido
anunciado y prometido por Isaías a los israelitas deportados en
Babilonia. Y ahora se cumple en la
persona de Jesucristo, al subir a Jerusalén y allí entrega su vida por
todos los hombres. “Festejad a Jerusalén, gozad con ella...porque así dice el
Señor: “Yo haré derivar hacia
ella, como un rio la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las
naciones”.
Ahora realizada su misión, Cristo
envía a los discípulos, a su Iglesia con su misma misión. Dice San Lucas:
Designó el Señor otros setenta y dos, y les decía: PONEOS EN CAMINO. Y añade
esta misión a la de los doce, prefigurando la misión universal de la Iglesia,
enviada a evangelizar a todos. De ahí que todo cristiano debe sentirse
enviado anunciar el Reino de Dios (a evangelizar)
Más adelante el Evangelio nos aclara dos cuestiones básicas de la misión: 1ª. Cuál es
la misión que hemos de realizar. 2ª. Como hemos de realizarla.
1ª.- “Decid primero: Paz a esta casa…
Curad enfermos… Y decid: Está cerca el Reino de Dios”. Estamos en el centro
de lo que la Iglesia trata de realizar La Nueva Evangelización “Yo haré derivar hacia ella
como un rio la Paz…” Es el resumen de todos los bienes… No se trata de exportar una cultura
o de aumentar nuestro grupo, sino de promover un nuevo estilo de vida,
fundamentado en el amor, en la paz, en la esperanza, en el perdón, en la
generosidad, en la justicia, en la fortaleza, en un mundo todavía marcado por
los distanciamientos, la venganza, la inhumanidad.
Y en el centro de la misión y la
tarea, la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, vivida en cada pueblo, lengua,
raza, como el camino de la verdadera humanidad.
2ª.- La tarea se concreta: “No llevéis talega, ni alforja, ni
sandalias”. Y es que tan importante como el contenido de la misión es la
manera de llevarla a cabo.
No se trata de imponer la verdad, ni de condenar a los demás, ni de demostrar
que están equivocados, ni de presentarse como los buenos, o los que tienen
respuesta para todo.
Se trata de acompañarnos
mutuamente en el camino de la búsqueda de la verdad sobre la vida hasta la
decisión personal de la fe y el amor en el Espíritu del Evangelio. Esta tarea hay que realizarla tanto con los
alejados como con los de cerca; es la urgencia de la conversión constante,
necesaria. Y no está reservada a unos cuantos, sino que la tenemos todos, cada
uno en su lugar concreto donde vive, porque es la misión de toda la Iglesia.
Finalmente “No estéis alegres porque se os
sometan los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están escritos en
el Cielo”. Es la última e importante recomendación para la realización de
la misión. Porque no hay que buscar demasiado, ni estar demasiado contentos del
propio éxito, cuando se dé; sin
concesiones a la vanidad.
La verdadera alegría es la de saberse amado por Dios, la de participar en la
misma vida de amor de esperanza y de pobreza que estamos promoviendo.
La Eucaristía es invitación a estar con el Maestro, llenarnos de su Amor e
invitación a ponerse en camino para anunciar el Reino de Dios con su paz y con
su estilo.
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