DOMINGO DECIMO DEL TIEMPO ORDINARIO “C”
Queridos hermanos, después de las celebraciones solemnes de nuestra fe,
entramos en el ritmo ordinario de la vida, e iremos siguiendo el Evangelio de
San Lucas, que nos ayuda a situarnos en el corazón de la realidad de
muchísimas personas que viven hechos y situaciones profundamente dolorosas. Y
descubriremos que con Jesús todo acaba siendo Buena Nueva.
Una madre que lleva a enterrar a su
único hijo
El Evangelio de este Domingo nos hace notar que la realidad del sufrimiento
atraviesa toda la historia humana, y que nadie escapa a esa realidad. Sí, la
realidad, la vida es hoy una madre que lleva a enterrar a su único hijo, todo
lo que ella tenía como referente para amar, y también para no morirse de
hambre… Cuántas historias como esta ocurren en nuestra vida, “ahora que parecía… todo se va al
traste”. ¡Qué diálogo tan difícil provoca la vida!, como para tirar la
toalla. ¡Cuántas historias totalmente injustas esta generando la crisis!...
El séquito de la muerte se encuentra con Jesús
Y Jesús se encuentra con este séquito marcado por la muerte, el dolor y el
silencio. Y como uno más se compadeció de aquella mujer y de aquel joven
enfrentado a la muerte. Y su ¡no
llores! No es un gesto protocolario. En Jesús es el primer paso que busca
revertir la situación, un paso que necesariamente conecta con aquel joven
atrapado en la muerte; ¡Muchacho,
a ti te lo digo, levántate! La fuerza de su juventud se rebela contra
aquella situación. Y Jesús devuelve a la mujer afligida a quien era el puntal
de su vida.
La narración evangélica
termina diciéndonos que la gente exclamaba “Un gran profeta ha surgido entre
nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. Y es que Jesús no es el curandero
que va repartiendo favores por donde pasa, sino que es el gran Profeta, el Hijo
de Dios enviado para anunciar que Dios no quiere el dolor, el llanto, la
muerte. Que el destino del hombre no es la muerte sino la vida. Que Dios se
conmueve y sufre ante el dolor y la tragedia que padece cada hombre o mujer.
Que todo mal… no es su voluntad, sino contrario a su voluntad. Que Dios creó el
mundo bueno sin mal. Y así quiere establecer un cielo nuevo y una tierra nueva,
sin lágrimas, sin muerte ni luto, sin llanto ni dolor.
Si, el pueblo de Naín lo comprendió bien: aquello que sus ojos vieron no fue un
simplemente un hecho prodigioso, ni un golpe de efecto, ni tan sólo una
resurrección. Lo que vieron y sintieron fue a Dios que se había hecho cercano y
que había devuelto el gusto de vivir que es un regalo. A la vez nos dan la
pista de lo que vivimos en la Eucaristía. Más que un acto que nos ha ido bien,
que me ha dado lo que necesitaba, se trata de Dios, que me ha mostrado que es
incondicional, que puedo contar con él y que ha ampliado mi vida.
¿Qué debemos hacer como discípulos de
Jesús?
También
nosotros nos encontramos con hombres y mujeres que lloran, afectados por
la enfermedad, la muerte o la desgracia que sea. Como discípulos de Jesús, ¿qué debemos hacer? Lo que hizo el
Maestro: Conmoverse, hacer compañía, procurar ayudar, comulgar con el dolor de
los hermanos, sentirlo como propio. Sin necesidad de que nos lo pidan, sin
querer asumir ningún protagonismo, con sencillez, con amor. Así seremos
discípulos de Jesús y haremos que nuestro mundo se abra, por nuestro
testimonio, a la bondad de Dios que apuesta por la vida de todos los seres
humanos.
La Eucaristía es el encuentro con Jesucristo, el Señor que nos pasa de la
muerte a la vida. Que nos hace vivir nuestras pobrezas con amor y esperanza,
siempre como Él apostando por la vida de todos, en especial por los que sufren…
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