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jueves, 9 de junio de 2016

Del Santo Evangelio según San Mateo 5,20-26

Primero es la reconciliación: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos. Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mataré será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado al fuego del lugar de castigo. Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último centavo." Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco

Yo no puedo decir: "Pero, no, yo cumplo los tres primeros mandamientos… y los otros más o menos". No, si tú no haces estos, eso no puedes hacerlo y si tú haces estos, debes hacer esto. Están unidos: el amor a Dios y el amor al prójimo son una unidad y si tú quieres hacer penitencia, real no formal, debes hacerla ante Dios y también con tu hermano, con el prójimo.



Se puede tener tanta fe ero, como dice el Apóstol Santiago, si no haces obras está muerta, para qué sirve. De este modo, a quien va a Misa todos los domingos y toma la comunión, se le puede preguntar: "¿Y cómo es tu relación con tus empleados? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el salario justo? ¿También depositas las contribuciones para la jubilación y para el seguro sanitario?"

Cuántos, cuántos hombres y mujeres de fe, tienen fe pero dividen las tablas de la ley: «Sí, sí yo hago esto» - «¿Pero tú das la limosna?», «Sí, sí, siempre envío un cheque a la Iglesia», «Ah, bien, está bien. Pero en tu Iglesia, en tu casa, con aquellos que dependen de ti, ya sean hijos, o abuelos, o empleados, ¿eres generoso, eres justo?». Tú no puedes hacer ofrendas a la Iglesia sobre los hombros de la injusticia que haces con tus empleados. Este es un pecado gravísimo: es usar a Dios para cubrir la injusticia.

No es un buen cristiano el que no se priva de algo necesario, para dar a otro que tenga necesidad. (Reflexión antes del rezo del Ángelus, 20 de febrero de 2015)

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