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viernes, 3 de junio de 2016

Del Santo Evangelio según San Lucas 15,3-7

La alegría por la conversión de un pecador: "En aquel tiempo, Jesús dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse" Palabra del Señor.

Reflexión del Papa Francisco:

En este pequeño relato aparece cuatro veces la palabra alegría. "Y ustedes - como si dijese – y ustedes se escandalizan por esto, pero mi Padre se alegra". Ese es el mensaje más profundo: la alegría de Dios que es un Dios que no le gusta perder, no es un buen perdedor, y por eso, para no perder, sale de sí y va, busca. Es un Dios que busca: busca a todos aquellos que están lejos de Él, como el pastor, que va en busca de la oveja perdida.”

El trabajo de Dios es ir a buscar para invitar a todos a la fiesta, a los buenos y los malos.

La debilidad de Dios



Él no tolera perder a uno de los suyos. Ésta será también la oración de Jesús, el Jueves Santo: "Padre, que no se pierda a ninguno de los que me has dado". Es un Dios que camina buscándonos y tiene una cierta debilidad de amor por los que están más alejados, que se han perdido ...va y los busca ¿y cómo busca? Busca hasta el final, como ese pastor que va en la oscuridad, buscando hasta que encuentra a la oveja; o como la mujer, que cuando pierde aquella moneda enciende la lámpara, barre la casa y la busca con cuidado. Así busca Dios. "¡Este hijo no lo pierdo, es mío! No quiero perderlo". Este es nuestro Padre, siempre nos busca.

Dios sana y se alegra

Luego, cuando ha encontrado a la oveja y la ha traído al redil poniéndola junto a las demás, ninguna debe decir: "tú estabas perdida", sino "tú eres una de nosotras", porque le vuelve a dar toda la dignidad. No hay diferencia porque Dios sana a todos aquellos que ha encontrado. Y cuando hace esto es un Dios que se alegra.

El gozo de Dios no es la muerte del pecador, sino su vida: es la alegría. ¡Tan lejos estaba esa gente que murmuraba contra Jesús, tan lejos del corazón de Dios! No lo conocían. Creían que ser religiosos, que ser personas buenas significase estar siempre bien, ser educados y tantas veces aparentar ser educados, ¿no? Esta es la hipocresía de la murmuración.

En cambio, la alegría del Padre, Dios, es aquella del amor: nos ama. "¡Pero, yo soy un pecador, he hecho esto, esto, esto!"... "Yo te amo lo mismo y voy a buscarte y te traigo de regreso a casa". Este es nuestro Padre. Pensemos. (Homilía en Santa Marta, 08 de noviembre de 2013)

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