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domingo, 6 de marzo de 2016

REFLEXIÓN DE DON MANUEL PARA ESTE DOMINGO IV DE CUARESMA


                  Queridos hermanos y hermanas:

                    Con todos los cristianos del mundo nos preparamos para celebrar con Jesucristo nuestro paso de la muerte a la vida, del pecado a la gracia... Vamos con Cristo, camino de Jerusalén, para identificándonos con Él; para llegar a ser personas nuevas... Nos ayuda la Palabra de Dios proclamada.

                   Hoy la Palabra de Dios nos ha situado ante el gran amor que Dios nos tiene a sus hijos. Creo que no hay Evangelio más hermoso que el proclamado para expresar y captar el amor de Dios.

                   A) “Celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado” Y comenzó una gran fiesta. Debemos subrayarlo: Celebraron la gran fiesta. Domingo de Letare, que mira al banquete del Jueves Santo.

                    Alguien de vosotros me dirá: “Oiga, pero más importante que la fiesta es el abrazo del Padre”. Pues precisamente por eso hubo fiesta; porque la fiesta ya empezó con el abrazo del Padre. Decidme sino:

                 - los ojos llenos de lágrimas de emoción, al mirar a lo lejos y adivinar que aquel podía ser el hijo, y pedir con toda su alma que lo fuera...


                 - Aquellas lágrimas de emoción, ¿no eran campanillas de plata que saltan a fiesta?

                 - Aquel conmoverse sus entrañas, aquel vibrar de su espíritu enternecido... ¿No era el preludio de un corazón en fiesta?

                 - Aquellos pasos con una prisa incontrolable, aquel correr para adelantar el encuentro, ¿no eran ya los primeros compases de una música de fiesta?                                                                               

                   Y aquel colgarse al cuello, aquel cubrir al hijo de besos, aquel abrazo estrecho... ¿no eran ya el comienzo de una danza en fiesta?

                   Estos gestos, estos hechos eran la verdadera fiesta. Lo demás, el vestirse con el mejor traje, el anillo con el sello familiar en la mano, el calzar los pies doloridos del camino, el banquete con el ternero cebado, el festín, eran la explosión de una fiesta ya iniciada a la que se sumaba ahora la familia entera.

                  B) Bueno con la reticencia inicial del hermano mayor, que representaba a todos aquellos que murmuraban entre sí: ”Ese acoge a los pecadores y come con ellos”.  Es posible que nos tipifique a algunos de nosotros que nos gustaría convertir nuestro grupo, nuestra comunidad, parroquia, nuestra religión en un gueto cerrado en el que no tengan cabida los otros, los malos.

                    ¡Qué bien está expresado el contraste entre esa actitud estrecha y el amor ancho y sin fronteras del Padre!  Para el hermano mayor, aquel que ha vuelto dejó de ser hermano hace tiempo. Por eso dice “Ese hijo tuyo”... Para el Padre, es el hijo que ha resucitado, es la familia que ha sido recompuesta. Por eso contesta: “Ese hermano tuyo”. Y por eso mismo quiere el Padre que ésta sea la fiesta de toda la familia.

                   C) La reconciliación es una fiesta, el perdón es una fiesta, la confesión es una fiesta. Buena falta nos hace recobrar el sentido gozoso y festivo del Sacramento de la reconciliación o penitencia. ¿Qué tienen que ver tantos miedos y escrúpulos y tanta vergüenza con el gozoso colgarse el Padre del cuello del hijo y comérselo a besos?

                   El encuentro de Jesús con los pecadores casi siempre coincide o termina en un banquete, símbolo del festín con que el cielo celebra la vuelta de un pecador. Y buena falta nos hace también recobrar ese sentido de familia, de comunidad, de Iglesia, que tiene la reconciliación.

                    D) Por último, el hijo pródigo es el modelo de todo aquel que vive alejado del otro, huye de sí mismo, vive en la superficie, se aliena con la diversión, el placer y el consumo. No quiere vivir para el otro y tampoco vive para sí, se pierde. Si siente la insatisfacción, puede ser un principio de gracia que lo conduzca de nuevo hasta los brazos del Padre.                                                                                              

                   E) Aplicaciones: La historia se repite. Un día dejamos la casa del Padre.... en busca de nuevas aventuras. Y quisimos llenar el vacío y aliviar la insatisfacción. Derrochamos la fortuna y vivimos perdidamente: la diversión, la compra, la droga, el sexo, el consumo ... el fútbol... Empezamos a pasar necesidad y nos sentimos vacíos e insatisfechos.

                   Nos pusimos en camino y comenzamos el viaje de vuelta, arrepentidos y, sobre todo, confiando en la misericordia y la bondad del Padre. Y aquí estamos DE FIESTA. El Padre nos ha acogido... gracias al Hijo que desciende a nuestras miserias y se entrega y surge:

-         La inmensa alegría...

-         No nos separaremos de ti (compromiso futuro)

-         No romperemos nuestra alianza.

                   La Virgen nos ayudará a vivir todas las tesituras cerca de Jesús, del Padre y de todos los hermanos.

                    Comamos y robustezcamos nuestro amor y nuestra unión, y permanezcamos en el amor de Dios y de los hermanos.

                   Esta Pascua, será la señal y anticipo de la Pascua que no acaba. Y el que empezó en nosotros la obra buena, Él mismo la llevará a su término.

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