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lunes, 28 de marzo de 2016

HOMILIA DE LA VIGILIA PASCUAL
 
             Queridos hermanos. ¡Aleluya! ¡Felicidades! ¡En hora buena!
¡Alabado sea Dios! Cristo ha resucitado.
 
                         Este es el día en que actuó el Señor. Hoy no celebramos una fiesta, sino la Fiesta por excelencia, el Día que hizo el Señor. Hoy es el cumpleaños del mundo. Desde hoy se empiezan a contar todos los días. La Pascua es primavera, el principio de todas las primaveras. Flores y luces, ¿veis? Es Pascua florida. Floreció Jesús y con Él floreció la vida… Con Él florecemos todos.    
                         Todo fue obra del Espíritu de Dios. El sopló con fuerza sobre aquel cadáver impresionante y todo se llenó de vida. Se levantó de la tierra el Hombre Nuevo. Hoy todas las iglesias resplandecen con luz y flores nuevas. Es la vida que restalla. Cristo empieza su vida en plenitud. Y Cristo vivo nos colma des su Espíritu de vida.
                                   Alegría perfecta
                        
                          Recordamos las palabras de Jesús a los suyos: “Vosotros ahora estáis tristes, pero vuestra tristeza se volverá en gozo”. Así fue en verdad: Llena de alegría a la Magdalena, después de la búsqueda y el llanto. A Pedro y Juan, después de las carreras nerviosas e inútiles. A los discípulos de Emaús, después del camino desesperanzado y amistoso. A Tomás, después de sus dudas y su soledad. A todos los discípulos, después de sus miedos e incredulidades.
                         Es una alegría, una fuente de alegría que el Resucitado introduce en sus entrañas y ya no se secaría más. Una alegría que nada ni nadie les podría quitar. Así el cristiano se convertirá en testigo de alegría.
 
                                    Esperanza segura.
 
                         Y es que la Resurrección de Cristo abre el camino a todo tipo de resurrección. La fuerza de Dios que removió aquella pesada losa del sepulcro de Cristo, se ofrece a todos, para que puedan salir de sus propios sepulcros.
                            Cristo resucitado anticipa el futuro de la humanidad. También nosotros podemos resucitar desde ahora, podemos empezar a vivir ya resucitados. Podemos abrirnos a la
Esperanza de un mundo nuevo, esperar que nuestros mejores deseos se realicen.                                                          
 
                         A veces nos desanimamos ante la injusticias, ante el mundo roto y dividido, también nuestras Iglesias, ante situaciones de mal, de guerras, de hambre... y tenemos la tentación de gritar: ¿Hasta cuando...?
                         La respuesta de Dios es siempre “al tercer día”. Hay un día de muerte y un día de espera. Pero siempre al tercer día resucitamos. La Resurrección de Cristo es un sí a la vida y a todas nuestras más profundas aspiraciones. Un sí a la creación sin límites, un sí de Dios a la vida humana, y un no radical a la vida entendida como absurdo, como frustración y como sin sentido.
 
                                  Purificación profunda
 
                         La Pascua es principio de vida nueva. En el sepulcro queda el hombre viejo, con sus vendas y sudario. Se echa al fuego toda la levadura vieja. En la Cruz queda clavada la carne pecadora. Ahora resucitados nos revestimos de Cristo, un traje nuevo y luminoso. El corazón de piedra se ha transformado en corazón de carne, capaz de abrirse a todos, de amar a todos.
 
                         Pero el paso que hay que dar sigue siendo doloroso. Cada día tenemos que estar pasando de la muerte a la vida. Cada día hay que coger los brotes del orgullo y ponerlos a los pies; cada día hay que despojarse de ambiciones y apegos y echarlos al fuego; cada día hay que domesticar los instintos de la autosuficiencia e independencia; cada día hay que controlar las ansias de placer para vivir en libertad, cada día hay que desarrollar los propios talentos para ponerlos al servicio de la comunidad; cada día hay que avivar el fuego del amor. Y es que la Pascua se vive y se celebra cada día. Por ello...
 
Compromiso renovador
 
                         El que celebra la Pascua debe ser testigo de la Resurrección: Dar a entender con nuestra vida que Cristo ha resucitado, ser portadores de la entrega y la alegría de Cristo resucitado; amará al estilo de Cristo.
                        
                         Ha de combatir las larvas de la muerte que se encuentren por doquier...
                      
                         Ha de comprometerse en la construcción de una sociedad nueva, redimida, la ciudad de la solidaridad, el mundo de la alegría, la esperanza y el esfuerzo creador.
                         No ha de vivir en un mundo aparte, ni aislarse. Ser sal y fermento. Ser alma del mundo...
 
                         Que el Sol de Cristo Resucitado no se ponga en nuestras vidas.  Feliz Pascua Florida. Feliz Pascua de Amor. Que el Resucitado siga resucitando en ti. Ayuda tú también a otros a resucitar.

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