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miércoles, 17 de febrero de 2016


MISERICORDIA ES EL D. N. I. DE DIOS Y DEL COFRADE

     Los cristianos, y más aún los cofrades, sabemos por experiencia que el verdadero rostro de Dios es el amor misericordioso. Que la misericordia es el  carnet de identidad de Dios. Misericordia significa abrir el corazón al miserable, es la actitud divina que abraza, la entrega de Dios que acoge, que se presta a perdonar…, y que se ha manifestado en Jesucristo.

     El Papa Francisco ha invitado a la comunidad cristiana universal a vivir un Año Jubilar en el que descubramos y experimentemos la misericordia de Dios en lo personal y en lo comunitario.

     Los cofrades nos ponemos en camino esta cuaresma para vivir este Año Jubilar de la Misericordia. Queremos saborear el amor misericordioso de Dios para con nosotros y para con los demás, pero también queremos ser Samaritanos, poniendo por obra la misericordia que recibimos de Dios.

     Este año  el Señor quiere sorprendernos; nosotros debemos dejarnos sorprender  por su rostro misericordioso y por su perdón vivo y constante. Estamos llamados a redescubrir la riqueza del Sacramento del Perdón, a celebrarlo y a ejercitarnos en las obras de misericordia.

     En la vida observamos que todas las personas somos conscientes de nuestra debilidad humana y de nuestro pecado, aunque nos cueste reconocerlo y a veces de ocultarlo.   

     También observamos que nos gusta que nos quieran, que  nos quieran tal y como somos, que nos valoren, que nos perdonen.  Y cuando eso ocurre, nos llenamos de satisfacción, alegría y gozo.

     Muchos hermanos cofrades viven una alegría inmensa cada vez que se confiesan; experimentan que Dios les ama y es misericordioso con ellos, a pesar de sus infidelidades y de sus pecados.

     También experimentamos que la misericordia vivida con el otro aporta una satisfacción indescriptible tanto en quien la realiza como en quien la recibe.

      Lo cierto es que Dios se revela a sí mismo a lo largo de la Historia de la salvación y se manifiesta en su actuar  como es, y lo que quiere de los hombres que han salido de sus manos libremente y por amor.

      Pero fue en su Hijo Jesucristo, el Dios encarnado, donde se expresa de un modo libre, lo que es Dios. Cristo  manifiesta el rostro de Dios con sus palabras, obras y su vida… Por eso, contemplando a Cristo estos días, experimentamos el verdadero rostro de Dios. El Dios misericordioso y compasivo nos sale al encuentro en Jesús de Nazareno para que nos acerquemos a él, vivamos  y acojamos la misericordia que constantemente nos ofrece.

     El Evangelista San Juan nos presenta a Dios como el amor que se hace patente por su cercanía, compasión, misericordia,  ternura, entrega, búsqueda constante. Pero es San Lucas quien expone de modo singular la misericordia divina, sobre todo en el capítulo 15. Es el Dios que acoge, perdona, que no tiene en cuenta el mal, que es paciente, confía, espera y ayuda con su gracia.

     Dios misericordioso ha salido a nuestro encuentro. Y es sólo ese encuentro misericordioso el que puede transformar nuestras vidas como lo ha hecho con la vida de tantos santos en la historia.

     Clemente de Alejandría decía “Jesús es el único capaz de curar nuestras heridas, porque corta los sufrimientos de manera absoluta y hasta la raíz”.

    Es necesario, pues, que no solo conozcamos la misericordia de Dios regalada en su Hijo Jesucristo sino que la experimentemos en carne propia. ¡Qué hermoso acogerla y celebrarla en el Sacramento de la Confesión!

Seguro que al vivirla con gozo estaremos dispuestos a comunicárselo a otros para que puedan descubrir el verdadero rostro de Dios y alegrarse de disfrutar su  misericordia. 
D. Manuel Peláez Juárez,
Párroco S. Pablo.

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