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domingo, 13 de diciembre de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL PARA EL DÍA DE HOY


              Queridos hermanos: Nos acercamos a la Navidad, fiesta de gozo y de alegría: Ya estamos en el tercer domingo de Adviento, conocido como el Domingo de la Alegría, por la cercanía del Nacimiento de Jesús, que viene, lleno del Espíritu de Dios, para mostrarnos el rostro misericordioso de Dios Padre
              Así lo hemos pedido en la oración a Dios: “...concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”. Y así nos lo ha recomendado San Pablo: “Estad siempre alegres”.
              Pero, ¿podemos vivir hoy alegres? ¿Tenemos derecho a estar alegres? Cuando en nuestro mundo hay tantos problemas: Inseguridad, hambre, violencia, muertes, guerras, pisoteada la dignidad de muchas personas... ¿Podemos ser felices cuando tantas personas lo pasan mal? Quizá nosotros mismos.
              A pesar de todo San Pablo, desde la cárcel, nos ha repetido: “Estad siempre alegres”. Lo que significa que la alegría es posible siempre; y que debemos vivirla tocando con los pies en el suelo, es decir, sin olvidarnos de los problemas que tengamos y que nos rodean, sin evadirnos de ellos. Los cristianos, pues, debemos vivir y reivindicar siempre la alegría, porque creemos y tenemos esperanza, y nuestra fe no se cimienta artificialmente. ¿De dónde saca, pues, el cristiano su alegría, en medio de los problemas...? ¿Dónde esta su fuente?
              La alegría del cristiano es una actitud permanente que brota de su fe, de poseer en su vida al Señor. Así lo expresa hoy la Palabra de Dios: “Regocíjate... alégrate, gózate de todo corazón... El Señor será el Rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás... El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva...”
              Así pues, la esperanza, el gozo y la alegría los cristianos la ponemos en el Señor que viene, que ya llega, la fundamentamos y la garantizamos en Jesús, en la certeza de su presencia entre nosotros como Salvador. Le esperamos y ya está en medio de nosotros. Como nos dice el profeta Sofonías: “El Señor, tu Dios, en medio de ti”. Signos: La Eucaristía. En la sociedad de hoy, descubrimos su acción salvadora en todo lo que hay de bueno en el mundo, progresos, justicia...

“ESTAD SIEMPRE ALEGRES”
              El fruto de esta presencia es la ALEGRÍA. Pablo hoy lo repite con insistencia: “Estad siempre alegres...” Porque era un hombre que estaba convencido de Jesús, de su presencia, de su acción salvadora en medio de nosotros.
              Quien vive consciente de la presencia de Dios en él, en la humanidad entera, vive su vida lleno de confianza, porque se sabe bien acompañado, porque se siente en buenas manos. Y nunca pierde la ilusión ni la esperanza en que Dios continúe ejerciendo su acción salvadora.

              Esa confianza que es fe, y esa ilusión que es esperanza, son los fundamentos de la alegría que hemos de vivir y transmitir. Y hemos de reconocer que no siempre, ni todos los cristianos, somos personas alegres y capaces de compartir la alegría con los demás.

              Hoy hay muchas personas que viven angustiadas, inquietas, nerviosas, llenas de miedo, acuciados por los males y problemas que tienen y les rodean. También los hay que están ya ahogados o se han evadido en falsas alegrías e ilusiones. Los cristianos debemos hacer el buen servicio de transmitir y comunicar verdadera esperanza,, confianza, ilusión y alegría. Y en esta tarea “no han de desfallecer nuestras manos”, como afirma el profeta Sofonías.
¿QUÉ HACEMOS?

              Tres veces se repite en el Evangelio de hoy esta pregunta. ¿Qué tenemos que hacer para que todos vean la salvación que viene de Dios? Juan Bautista les decía y nos dice con un lenguaje sencillo y concreto: ama, ayuda a los demás, comparte lo que tienes y lo que te sobre con quien no tiene; sé honrado, haz bien aquello que tienes que hacer, respetando a todos, sin manipular ni coaccionar ni violentar a nadie. Si obras así, dando ejemplo con estos gestos testimoniales, harás que la fe de los cristianos sea más creíble en este mundo incrédulo e indiferente.; y que la esperanza que comunicamos se vea acrecentada por nuestro comportamiento, por nuestro amor sincero en bien de los demás.

                              ¿Y nosotros, qué debemos hacer?

              En este Año Santo de la Misericordia, que acabamos de comenzar, nuestra respuesta se puede concretar en algunos puntos específicos: -Aprovechar este año jubilar como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. Para ello debes concretar algunas acciones…

                        -Percatarse de la presencia en nuestro entorno de tantas personas cansadas y agotadas, perdidas y sin guía, que nos necesitan.

                         -Hacer de la misericordia y la solidaridad el punto clave de la vivencia de esta Navidad 2.015. Si siempre Navidad es una llamada a compartir, este año más que nunca, impulsados por un amor misericordioso y compasivo, tenemos que dar este relieve a nuestras celebraciones.                                                                


SACAREIS AGUA CON GOZO DE LAS FUENTES DE LA SALVACIÓN”

              En la Eucaristía hallamos al mismo Jesús convertido en pan de vida para nosotros. En Él tenemos el alimento y la fuerza para ser capaces de llevar a buen fin lo que tenemos que hacer. En la Eucaristía hallamos presente a Jesús, Dios Salvador, que despierte en nosotros la esperanza, la alegría, que nos anima para seguir caminando con los que tenemos al lado construyendo un futuro mejor para todos...

              Al acercarnos a comulgar, a recibir al Señor en la Eucaristía, se cumplirá en nosotros lo que afirmaba el Salmo: “Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación”. Agua que es Cristo, que puede purificarnos y curarnos y puede saciar la sed de plenitud y de felicidad que todos tenemos.

 

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