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domingo, 8 de noviembre de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “B”
Queridos hermanos y hermanas sed bienvenidos a celebrar el Domingo, el Día del Señor, el Día de los cristianos.
     Los cristianos solemos celebrar los acontecimientos importantes de nuestra vida. Así cuando vamos a comenzar alguna acción de envergadura, solemos pedir la bendición, la protección y la ayuda a Dios para que todo trascurra bien. Otras veces, aunque menos, solemos darle gracias por los beneficios buenos que  recibimos…
     Esta tarde por iniciativa de la Hermandad de San Isidro Labrador, hemos sido convocados para invocar y pedir al Señor todos unidos que los trabajos de la recolección de la aceituna en nuestros campos de Baeza se desarrollen con normalidad y sin sobresaltos; que no haya accidentes y que la hermosa cosecha que Dios no ha concedido este año, sirva para mitigar y cubrir tantas necesidades por las que muchas familias y personas están padeciendo.              
         Hoy la Palabra de Dios nos invita a vivir actitudes muy sencillas, pero profundas… Hoy es un día de esos.
1.- UNA MUJER POBRE, VIUDA Y GENEROSA.               El episodio de la primera lectura es delicioso: ante la sequia que azotaba a Israel y que afecta también al Profeta Elías, el hombre de Dios, la persona que le ayuda es precisamente la viuda de Sarepta, cerca de Sidón (Líbano). Extranjera y pobre. Es admirable la fe de esta mujer, que se fía de Dios y pone lo poco que tiene a disposición de su profeta. Más tarde la alabará Jesús en Lc.4, 26. “Muchas                                  viudas había en Israel en tiempos de Elías…”, provocando la ira de sus paisanos. Y Dios la premia: pues “ni la orza de
harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó”. Se cumplió lo que hemos proclamado en el Salmo: “El Señor mantiene su fidelidad… sustenta al huérfano y a la viuda”.
2.- LA VIUDA QUE APORTÓ DOS REALES: TODO LO QUE TENÍA. El episodio anterior del Antiguo Testamento nos ha introducido en la escena del Evangelio, que el mismo Jesús presenció en el pórtico del templo de Jerusalén: La pobre viuda que echa en el cepillo dos reales para el mantenimiento del culto a Dios. Una cantidad pequeña, pero muy grande para ella.
          Jesús denuncia el contraste de la ostentación de los que se creen importantes, que todo lo hacen para ser vistos, y la sencilla humildad de la viuda. Comparación que no debió gustar nada a sus oyentes, pues además de orgullosos (buscar los primeros puestos…), eran avaros que“devoraban los bienes de las viudas”.
          Poco se imaginaría aquella mujer de que quien la estaba observando era ni más ni menos que el Mesías, el Hijo de Dios, que le estaba alabando… Los hombres no la aplaudieron. Pero Dios sí. Jesús dijo en el Sermón de la Montaña: “El Señor que ve en lo escondido, te lo recompensará”.Los que han recibido diez talentos, pueden dar más. Los que sólo uno, menos. Pero Dios lo ve todo, ve el corazón y la generosidad que encierra
3.- ¿DONDE QUEDAMOS RETRATADOS NOSOTROS?
          Esta Palabra nos interpela en varias direcciones:     a) Ante todo, respecto a nuestra confianza en Dios. Las dos viudas no se angustian demasiado por el futuro: Confiaban
en Dios, estaban en sus manos. Tal vez no supieran aquel salmo que afirma que la verdadera riqueza no esta en el dinero: “El Señor ha puesto en mi corazón más alegría que si abundar en trigo y en vino”, pero lo habían asimilado. La alegría y la paz interior es de los que no se fían de sí mismos, sino de Dios, pues “el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos”.
b) Las dos mujeres nos dan una lección de generosidad. No dudan en compartir lo poco que tienen. Nosotros, ¿tenemos buen corazón?, ¿somos de las personas que lo que tienen lo ponen a disposición de Dios y de los demás, y además lo hacen sin darse importancia, ni pasar factura? O cuando vemos a otros en apuros, no sólo económicos, sino también humanos o anímicos, ¿nos sale espontaneo ayudarles, renunciar a algo nuestro, por ejemplo al tiempo. Para atenderles o interesarnos por ellos, como el buen samaritano?, o ¿pasamos de largo como si no viésemos?
c) Teniendo en cuenta que ambas mujeres ayudaron, una a un profeta, la otra al culto del Templo de Dios, también hay que resaltar hoy a todas aquellas personas que con sus bienes, con su tiempo y con sus cualidades, puestas al servicio de la comunidad cristiana, la Iglesia de Cristo, le ayudan a realizar mejor su misión, a que las celebraciones de culto a Dios estén mejor preparadas… a que nuestro patrimonio religioso (templos, dependencias…) sea digno.
          La Eucaristía es la actualización y la prolongación de Cristo, que salva con el sacrificio de si mismo. Sacrificio, ofrenda también nuestra a Dios en servicio a los hermanos. Ambas ofrendas nos salvan y salvan al mundo. ¡CELEBREMOSLAS!

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