DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
“¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera
profeta y recibiera el Espíritu del Señor!” así termina la primera
lectura proclamada del libro de los
Números… Deseo y esperanza que Dios
realizó por medio de su Hijo Jesucristo, después de su muerte y
resurrección, enviando el Espíritu Santo a su Iglesia el día de Pentecostés.
Desde entonces Jesús en el
bautismo realiza en cada cristiano ese gran regalo de Dios: el don del
Espíritu Santo que nos hace profetas, sacerdotes y reyes al estilo de Cristo.
El sacerdote ungiendo con el Santo Crisma nuestra cabeza, nos dijo: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que te ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu
Santo, te consagre con el crisma de la salvación, para entres a formar parte de
la Iglesia y seas para siempre miembro de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey”.
Sí, somos un pueblo de profetas:
-Que escucha atentamente a Dios. -Que proclama y vive su Palabra, pues
sus mandatos son verdaderos y enteramente justos. -Que denuncia el mal, la injusticia, el
pecado que corrompe la dignidad y la vida del hombre.-Que busca la voluntad de Dios: que
todos sus hijos tengan vida abundante y eterna.
Así nos lo expone hoy el Apóstol
Santiago con unas palabras duras denunciando
a los ricos deshonestos la explotación de los trabajadores, invitándoles a la conversión y a
abandonar sus obras contrarias a la voluntad de Dios. Desenmascara algo que
humana y cristianamente es intolerable: la riqueza que engorda con el jornal
defraudado a los trabajadores…
Así lo ratifica Jesucristo en el
Evangelio con sus palabras de profeta con su intransigencia ante el mal, ante
quien le niega o es escándalo para la fe: “Si tu mano te hace caer, córtatela… Si tu
pie te hace caer, córtatelo… Si tu ojo te hace caer, sácatelo…”
Es verdad que no debemos entenderlas literalmente, pero tampoco quitarle
fuerza. Se trata de nuestra adhesión y
seguimiento a Cristo. Y si reflexionamos nuestra vida tiene, puede tener
ciertos pecados, desviaciones, vicios tan adheridos a nuestra actuación que
necesiten cortar, podar, extirpar: comodidad, pereza, falta de entrega… y que
nos duelan tanto arrancarlos como a nuestros miembros físicos.
También Jesucristo nos pide hoy que
con nuestra actuación no pongamos
obstáculos a la fe de las demás personas, escandalizando a los pequeños, a aquellas personas que
tienen una fe débil, incipiente e incierta para que puedan llegar a una fe
personal madura: Los niños, los jóvenes, los alejados de la Iglesia…
Deberíamos preguntarnos hoy si como
cristianos, como comunidad, por nuestro
modo de vivir ofrecemos una imagen con suficiente coherencia para que
nuestros jóvenes, niños, alejados puedan sentirse atraídos a seguir a
Jesucristo. Este planteamiento exige una conversión
constante a la persona de Cristo y a los hermanos. Para Jesús es una
cuestión importante, como echarse al mar con una rueda de molino. La Palabra de Jesús tiene poder para
ir transformando nuestra vida, y con su
cuerpo que vamos a recibir poder vivir su evangelio, su estilo.
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