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domingo, 20 de septiembre de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL PARA ESTE DOMINGO


DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO “B”

          Queridos hermanos: Palabras preciosas las que nos ha regalado hoy el Apóstol Santiago: “La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz y su fruto es la justicia”.

           ¿No nos recuerda este texto a las bienaventuranzas de Jesús?... ¿No es el mismo Jesús en persona esa sabiduría que viene de arriba? SÍ. Jesús es la sabiduría suprema de la felicidad humana que:     - instruye a los discípulos mientras van de camino.           - que se sienta en casa y les dice a los Doce “quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de…” - Sí, Jesús es la sabiduría, que con un gesto elocuente abraza a un niño y pronuncia una sentencia sacramental: “El que acoge a un niño como este me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado”.

               I) GRAN SACRAMENTO, PUES, LA ACOGIDA.

                Acoger a los niños que necesitan de los mayores; acoger y servir a los indefensos y faltos de ayuda…, a los que se encuentran necesitados para integrarse en la sociedad… es un Sacramento. Pues, el que acoge a uno de ellos acoge al Señor, acoge al mismo Dios. Esa verdad revolucionó el mundo, y esa verdad vale para todas las personas que acogen con su trabajo y amor a los niños nacidos en nuestras familias, a los niños adoptados, a las personas con menos recursos, a las personas y familias venidas de otras sociedades en busca de vida, a los ancianos… Acogiendo realmente a uno de estos, estamos acogiendo al mismo Dios.   
   
               Algo fundamental faltaría en la Iglesia si los débiles y los pequeños no fueran mimados, si ésta dejara de ser un hogar en que los pequeños… se encuentran a gusto. Jesús no pone en el centro de la Iglesia a los sabios y entendidos de este mundo, sino a estos humildes hermanos.

                 II) SEAMOS PERSONAS COMUNITARIAS Y FRATERNALES.

                 Y es que Jesús espera de los suyos… una comunidad que no sea “SALVESE QUIEN PUEDA”, llena de pugnas individualistas y fratricidas como la de Caín y Abel, como la descrita por Santiago en su carta “donde hay envidias y rivalidades…,  donde os combatís y os hacéis la guerra” , como ocurre en el mundo

                 La experiencia nos enseña tantas veces que la voluntad de ser importantes, de tener muchas cosas y mucho poder… estructuran mal nuestras personas, nuestras familias y nuestras sociedades…

               El deseo convulsivo e incontrolado del placer, del tener y del poder es causa de muchas infidelidades, sufrimientos... También nos sucede a nosotros, cuando nos dejamos llevar por la ambición del honor, del prestigio…  Cristo, en cambio, nos propone con su propia vida que la verdadera grandeza y felicidad se encuentra en servir. Jesús propone que los que quieran ser los primeros, que lo sean, poniendo al servicio de todos y en especial de los débiles, sus capacidades de liderazgo, de trabajo, de educación e instrucción recibidas: “Quien quiera ser primero, que sea el servidor de todos”

               La grandeza de nuestro Dios y Señor, la grandeza del hombre, hecho a imagen y semejanza suya es su amor poniéndose en último lugar como servidor de todos,

                Jesús declara que la verdadera felicidad se encuentra en el compartir con los demás, en vivir en comunidad y en abierta colaboración por la felicidad de todos. Cuando nos comportamos así, lo celebramos unidos en familia,  Dios se nos muestra, le damos gracias y Él nos bendice. Es la Eucaristía del Domingo.

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