DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “B”
Hoy en la Palabra
de Dios hemos escuchado uno de los pasajes centrales del Evangelio. Uno
de los que con mayor fuerza resume el mensaje de Jesús y la tensión que este
mensaje plantea a sus discípulos. Había pasado un tiempo de la actividad
misionera de Jesús, predicando y haciendo milagros… Y muchos discípulos
perdieron el entusiasmo y no volvieron a ir con Él; y en este contexto acontece
la escena de este Evangelio (Confesión de Pedro, anuncio de la pasión y la
incomprensión de los discípulos). Y es entonces cuando Jesús les pide
que tomen una decisión: “Venirse conmigo y
seguirme”
Y es Pedro quien,
en nombre del grupo confiesa su fe y su plena confianza en Jesús, afirmando “Tú
eres el Mesías”. Esta sencilla expresión de Pedro resume la fe
cristiana, la fe de la Iglesia de todos los tiempos: Jesús, es el Hijo de
Dios, y Salvador de los hombres. La fe de Pedro es la misma nuestra.
Se trata de
una afirmación que todos compartimos y que, quizás, nos sale demasiado
rápidamente, porque parezca que a nada nos comprometa. Hoy la pregunta es
para cada uno de nosotros: ¿Quién es Jesús para mí? O mejor, ¿Qué es,
qué significa Cristo en mi vida? Es el Dios de la vida, el entregado a
manos de los hombres, el que apresaron, condenaron y que crucifican? ¿Es el
Dios que prefiere morir y dar la vida a hacernos morir? ¿Es el Dios que entrega
su vida al servicio de todos los hombres; el Dios débil que quiere cambiar el
mundo por amor? El Dios que me pide que bendiga y no maldiga… El Dios que me pide
perdonar por más que yo tenga razón…
Este Dios no entraba
en la cabeza de Pedro… Quizá tampoco en la nuestra… Pedro lo entenderá más
tarde, una vez Cristo haya resucitado. Pedro esperaba un Cristo al estilo del
mundo, poderoso imperialista, triunfalista… Por eso al encontrarse con el
Cristo manso, humilde, sufriente, que sirve y no es servido, que lava los pies;
y sobre todo que sufre y toma el mal sobre sus hombros y no se impone, Pedro lo
negará tres veces. Pedro no acababa de ser instruido. Necesitaba pasar por la
experiencia de la Resurrección; necesitaba recorrer todo el camino de su
maestro. Entonces respondería… ante las preguntas de Cristo resucitado: “Me
amas, Pedro”. “Tú sabes que te quiero”. Y respondería entregándole la
vida.
También
el Apóstol Santiago tuvo la misma experiencia: Su madre le pidió a Jesús
que sus hijos se sentarán en su Reino, a su derecha y a su izquierda. Y Jesús
les propuso: “¿Sois capaces de beber del cáliz que yo he de beber?” Y
concluyendo les explica a todos: “En el mundo los grandes… No será así
entre vosotros: El que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor.
Igual que el Hijo del Hombre que no ha venido a ser servido sino a servir y a
dar la vida por todos”·
Por eso hoy nos invitaba en su carta a vivir la fe con obras, sirviendo
a todos desde el amor. Como Pedro, Santiago y tantos testigos que nos han
precedido, que han vivido su fe, dando y entregando la vida… Ahora nos
corresponde a nosotros responder. Ante la invitación de Cristo a seguirlo
por su camino. ¿Cómo viviré mi fe en Él? ¿Cómo la mostraré a los demás en mi
vida? ¿Con qué obras? Un curso y una vida se nos abre por delante… ¿Cómo
le pagaré al Señor el bien que me ha hecho?
Tú
tienes la palabra. La Virgen, nuestra
Madre hace el camino, nuestro camino con nosotros.
La Eucaristía es el alimento para el camino del seguimiento de Cristo.
Celebrémosla con alegría y agradecimiento al Señor que se nos da para entregar
la vida con generosidad. Amén
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