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domingo, 13 de septiembre de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL PARA EL DIA DE HOY


DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO “B”

      Hoy en la Palabra de Dios hemos escuchado uno de los pasajes centrales del Evangelio. Uno de los que con mayor fuerza resume el mensaje de Jesús y la tensión que este mensaje plantea a sus discípulos. Había pasado un tiempo de la actividad misionera de Jesús, predicando y haciendo milagros… Y muchos discípulos perdieron el entusiasmo y no volvieron a ir con Él; y en este contexto acontece la escena de este Evangelio (Confesión de Pedro, anuncio de la pasión y la incomprensión de los discípulos). Y es entonces cuando Jesús  les pide que tomen una decisión: “Venirse conmigo y seguirme”          

      Y es Pedro quien, en nombre del grupo confiesa su fe y su plena confianza en Jesús, afirmando “Tú eres el Mesías”. Esta sencilla expresión de Pedro resume la fe cristiana, la fe de la Iglesia de todos los tiempos: Jesús, es el Hijo de Dios, y Salvador de los hombres. La fe de Pedro es la misma nuestra.

       Se trata de una afirmación que todos compartimos y que, quizás, nos sale demasiado rápidamente, porque parezca que a nada nos comprometa.  Hoy la pregunta es para cada uno de nosotros: ¿Quién es Jesús para mí?  O mejor, ¿Qué es, qué significa Cristo en mi vida? Es el Dios de la vida, el entregado a manos de los hombres, el que apresaron, condenaron y que crucifican? ¿Es el Dios que prefiere morir y dar la vida a hacernos morir? ¿Es el Dios que entrega su vida al servicio de todos los hombres; el Dios débil que quiere cambiar el mundo por amor? El Dios que me pide que bendiga y no maldiga… El Dios que me pide perdonar por más que yo tenga razón…

     Este Dios no entraba en la cabeza de Pedro… Quizá tampoco en la nuestra… Pedro lo entenderá más tarde, una vez Cristo haya resucitado. Pedro esperaba un Cristo al estilo del mundo, poderoso imperialista, triunfalista… Por eso al encontrarse  con el Cristo manso, humilde, sufriente, que sirve y no es servido, que lava los pies; y sobre todo que sufre y toma el mal sobre sus hombros y no se impone, Pedro lo negará tres veces. Pedro no acababa de ser instruido. Necesitaba pasar por la experiencia de la Resurrección; necesitaba recorrer todo el camino de su maestro. Entonces respondería… ante las preguntas de Cristo resucitado: “Me amas, Pedro”. “Tú sabes que te quiero”. Y respondería entregándole la vida.

       También el Apóstol Santiago tuvo la misma experiencia: Su madre le pidió a Jesús que sus hijos se sentarán en su Reino, a su derecha y a su izquierda. Y Jesús les propuso: “¿Sois capaces de beber del cáliz que yo he de beber?” Y concluyendo les explica a todos: “En el mundo los grandes… No será así entre vosotros: El que quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor. Igual que el Hijo del Hombre que no ha venido a ser servido sino a servir y a dar la vida por todos”·

         Por eso hoy nos invitaba en su carta a vivir la fe con obras, sirviendo a todos desde el amor. Como Pedro, Santiago y tantos testigos que nos han precedido, que han vivido su fe, dando y entregando la vida… Ahora nos corresponde a nosotros responder.  Ante la invitación de Cristo a seguirlo por su camino. ¿Cómo viviré mi fe en Él? ¿Cómo la mostraré a los demás en mi vida? ¿Con qué obras? Un curso y una vida se nos abre por delante… ¿Cómo le pagaré al Señor el bien que me ha hecho?

Tú tienes la palabra. La Virgen, nuestra Madre hace el camino, nuestro camino con nosotros.

        La Eucaristía es el alimento para el camino del seguimiento de Cristo. Celebrémosla con alegría y agradecimiento al Señor que se nos da para entregar la vida con generosidad. Amén

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