DOMINGO
V DE CUARESMA “B” FIESTA DE NTRO.
PADRE
JESÚS Y DEL S. CRISTO DE LA EXPIRACIÓN
Sr. Presidente de la Agrupación arciprestal de Cofradías, Hermano Mayor y Junta
de Gobierno de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración... Queridos
cofrades y hermanos.
Todos los años con la Fiesta en honor a vuestro Titular, nos acercamos a la
Semana Santa, a la Semana Grande de los cristianos, para CELEBRAR LA PASCUA DE
NTRO. SR. J. C., su paso de la muerte a la vida y todos nosotros con Él.
Pero aún esta Semana seguimos haciendo nuestras la palabras del Maestro: “El
que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi
servidor, a quien me sirva el Padre le premiará”. Así pues, seguimos
al Señor, somos cristianos, y vamos con Él a Jerusalén a dar muerte al Príncipe
de este mundo, a Satanás, al pecado… para vivir en la libertad gloriosa de los hijos
de Dios. Renovaremos y actualizaremos nuestro bautismo; pondremos a punto
nuestra vida cristiana… Abandonaremos nuestro pecado y viviremos la alegría de
nuestra fe.
TODO ELLO, PORQUE
Se cumple la promesa que en su día realizó Dios por medio del Profeta
Jeremías: “Mirad que llegan días en que haré... una alianza nueva”. Meteré
mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”. Esta Alianza será
definitiva, no quedará grabada en unas tablas de piedra, sino en los corazones.
Por eso, hemos pedido repetidamente: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro”.
Esa
Nueva alianza, la definitiva la selló Cristo Jesús con su sangre en la Cruz,
con su muerte. (El Cordero de Dios). Aquellos días de que habla Jeremías, son
los días de Jesús de Nazaret, como nos dice San Pablo. “Cristo, en los
días de su vida inmortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y
súplicas al que podía salvarlo de la muerte...” Y en el Evangelio se nos
habla hoy de la “Hora” de Jesús, refiriéndose a los días de su
Pasión-Muerte y Resurrección; es decir, a los días de su glorificación, de su
paso de este mundo al Padre; y con Él todos nosotros.
Ahora sí, ahora tenemos uno... Tenemos un mediador, un pontífice totalmente
solidario con nosotros, que no es extraño a nuestra historia, que sabe
comprender nuestros peores momentos de crisis, de dolor, de duda, de fatiga...
Los
ha experimentado Él mismo en su propia carne. Solidarizándose con la humanidad
hasta la cruz, hasta la muerte, ha hecho suyo el castigo que merecían nuestros
pecados; y “se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de
salvación eterna.”
EL GRANO DE TRIGO QUE MUERE DA FRUTO.
Sin embargo la Cruz no es la última palabra. El amor total (desvivirse) hasta la
muerte tiene un sentido profundo de fecundidad. Jesús mismo nos lo ha
explicado: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo.
Pero si muere, da mucho fruto”. Ese es el camino de la salvación que Cristo
ha elegido. El único camino que vale la pena seguir y que trae consigo la vida,
la felicidad, la plenitud, aunque cueste. Aterrizar con ejemplos: El otro, los
otros... “El que se ame a sí mismo, se pierde”.
Consecuencias: Celebrar la Pascua es pasar de lo viejo a lo nuevo, de la
muerte a la vida. Celebrar la Pascua supone renunciar al pecado y abrazar con
decisión el estilo de vida de Jesucristo, e ir interiorizando, personalizando,
la Alianza de Dios. Y este proceso comporta la mayoría de las veces
lucha, dolor, sacrificio, conversión a los caminos de Dios, señalados en el
Evangelio, y que no son los de este mundo.
El mejor fruto de la Pascua es que se note en nosotros el cambio de estilo de
vida. En la noche de la Vigilia Pascual, la celebración principal del
año para los cristianos, recordando nuestro bautismo, renunciaremos
explícitamente al pecado... y profesaremos nuestra adhesión a Dios, a Cristo,
al Espíritu Santo y a su Iglesia. Hemos de concretar nuestras renuncias y
nuestra adhesión a Cristo…
Hoy también celebramos el Día del Seminario, cuyo lema elegido para este año es
“SEÑOR, ¿QUÉ MANDAIS HACER DE MÍ? Invocación de Santa Teresa de Jesús al Señor
al celebrar el 500 Aniversario de su nacimiento.
Sí, hermanos, el sacerdote es el hombre elegido y enviado por Dios para ser
mensajero de su amor misericordioso, tanto con su palabra como con su vida y su
misión. El sacerdote es un testigo privilegiado del amor de Dios, cuando Dios
ha pensado en él, llamándole al ministerio sacerdotal.
Por su ministerio pasa la misericordia de Dios a través de la predicación, de
modo eminente en la presidencia de la celebración de la Eucaristía y del
Sacramento de la reconciliación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario