DOMINGO
XXVII DEL TEIMPO ORDINARIO CICLO A. FIESTA DEL DESCENDIMIENTO.
Sr.
Presidente de la Agrupación Arciprestal de Cofradías, Hermana Mayor y Junta de Gobierno de la
Cofradía del Santísimo Cristo del Descendimiento y María Santísima en su quinta
angustia, las tres Marías. Hermanos
Mayores y cofrades. Queridos hermanos todos. ¡Qué alegría produce ver a los
hermanos y hermanas unidos en torno al altar para celebrar el acontecimiento
trascendental de nuestra vida: la victoria de Cristo sobre nuestro pecado y
sobre nuestra muerte! Sí, ese acontecimiento lo celebramos cada Domingo en la
Eucaristía. Y hoy de una manera especial en la Fiesta de vuestro Titular, el Santísimo Cristo en su
Descendimiento de la Cruz por parte de sus amigos y discípulos José de Arimatea
y Nicodemo, sostenidos por la oración y la contemplación de María, su Madre, de
Juan y la de tres las tres Marías, sus amigos. Estremecedora escena que se
actualiza aquí también hoy entre
nosotros, sus discípulos.
PARA LA REFLEXIÓN
“Por
eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un
pueblo que produzca sus frutos”
Queridos hermanos y hermanas, nosotros somos ese Pueblo Nuevo de Dios,
al que se le ha entregado el Reino y del que se esperan muchos frutos. Sin embargo, este nuevo Pueblo
de Dios, que somos nosotros, es fruto de una historia pasada que hoy se nos ha
descrito en la Palabra de Dios proclamada. Y hoy se nos recuerda esa historia
para que no caigamos en los mismos
errores.
Dios
se siente desilusionado en un momento de la historia de su pueblo. No hay
desgarro, dolor, sufrimiento más grande que ver como un amor incondicional,
puro, desinteresado y sacrificado, no se ve correspondido; se da de bruces con
el desengaño. Es el drama de Dios, la historia de amor no correspondido entre
Dios y los hombres.: “¿Qué más cabía
hacer por mi viña que yo no haya hecho?”
El ha amado hasta el máximo al hombre, a cada hombre…, pero los
hombres no le corresponden: Esperaba derecho, justicia y sólo hay asesinatos y
lamentos.
Con
Jesús y su tiempo sigue la misma historia y la misma postura del hombre, pero
la historia ya no es la misma. La historia cambió radicalmente con el Hijo de
Dios, hecho hombre. Jesucristo es la piedra angular… y los cristianos piedras
vivas. Así lo expresó Jesús mismo con estas palabras: “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos…” Dad fruto; para ello nos poda, nos ama…,
y donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia… Gracia a Jesucristo, Dios
hecho hombre, la respuesta a Dios, la vida es posible
Así
surge un pueblo nuevo con la misión de hacer presente en el mundo el Reino de
Dios. Somos nosotros ese nuevo pueblo, a veces acusados de no ser fieles…, sin
embargo nuestra historia esta llena de mártires y de testigos de la verdad, del
derecho y de la justicia. Hoy también se nos pide fidelidad, dar razón de
nuestra fe y de nuestra esperanza a quien la pidiere. Hoy se nos pide, sobre
todo, corresponder al amor de de Cristo y San Pablo en la segunda lectura nos
concreta:
“Todo lo que es verdadero, noble, justo,
puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta y
ponedlo por obra”.
APLICACIÓN: La historia de la viña se aproxima a
la vida de cada cristiano. El amor de Dios se nos ha manifestado y regalado en Jesucristo, su
Hijo; con Cristo hemos recibido muchos dones, familia, posición social,
valores… ¿Qué respuesta damos a ese amor de Dios? ¿Qué frutos de justicia y de
amor? ¿Desilusionamos a Dios? ¿Desilusionamos a los demás? Jesús permanece fiel y nos ayuda con su
gracia y su testimonio, que nos muestra y nos regala en la Eucaristía… Dejemos que nos llene de su gracia y de su
amor. Que una vez más nos enamore. Así con su amor y gracia y con la ayuda de
María su Madre y la de los hermanos de la Iglesia peregrina y triunfante del
cielo, seremos testigos de su Reino en nuestra vida.
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