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domingo, 14 de septiembre de 2014

DON MANUEL


FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA CRUZ

          SALUDO: Queridos hermanos y hermanas: Este Domingo, Día del Señor, día de alegría por su triunfo sobre nuestra muerte, celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Cruz. Celebramos de Nuestro Señor Jesucristo que “se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó, y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”... ¡Jesucristo es Señor! Y unido al Hijo estuvo Maria, la Madre, compartiendo la Cruz, por eso también nosotros la veneramos como Madre y Corredentora. Mañana celebraremos su fiesta.

         En verdad el sentido de la Fiesta de hoy lo encontramos, en primer lugar en las palabras que Jesús dice a Nicodemo en el Evangelio proclamado: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”.

         En segundo lugar, en el testimonio de nuestros mayores, que nos legaron la fe y que hicieron vida las palabras de San Pablo a los Gálatas; “Nosotros nos gloriamos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. En Él esta nuestra salvación, vida y resurrección. Él nos ha salvado y redimido”. ¡Cuántas generaciones de baezanos a través de la historia han vivido y se han amparado en el amor de Jesucristo clavado en la Cruz y bajo la protección de la Santísima Virgen!

         Y nosotros hemos recibido y aceptado su testigo. Y este es el sentido último de nuestra Fiesta hoy. “Hemos conocido el Amor”. Hemos experimentado que solo existe un amor que pueda darnos vida y ese amor es el de Jesucristo,  cargando con la cruz y muriendo en la cruz, pues nadie tiene más amor que el que da la vida por los amigos.

         Hoy, pues, la dedicamos a Cristo, y mañana  a su Madre, la Virgen de los Dolores (las Angustias) nuestra admiración y nuestro agradecimiento por la hondura de su solidaridad con nuestro dolor y con nuestra debilidad y, a la vez, por la esperanza que nos da su amor y triunfo. También nosotros podemos decir que “no olvidamos las acciones del Señor”. Creemos en Él, le amamos, y queremos corresponder a su amor. Es la experiencia de tantas ciudades que, como Baeza, viven su fe y su amor a Cristo y a su Madre, Maria Santísima.

         En verdad, Cristo, el Señor, ha devuelto a nuestra vida su sentido, nos ha iluminado, ha respondido a los interrogantes de la vida del hombre y ha devuelto a toda persona su verdadero rostro. Sin embargo hemos de admitir que no todo es así: Vivimos en un ambiente laicista, desacralizado, donde Dios, lo religioso... parece no hacer falta, donde el materialismo surgido y fomentado invade nuestros ser, reemplazando a Cristo y a los valores del Evangelio de la vida. Si no, pensemos en cuantos bautizados no practican su fe, y no tienen compromisos serios de entrega y de servicio gratuito por la causa del hombre, de los pobres y de los que sufren. Los creyentes cristianos hemos creado cierto silencio de Dios, silencio quizá excesivo. No hablamos con Él, no hablamos de Él. En nuestros hogares, en nuestra conversaciones apenas si aparece y menos en los compromisos sociales. Quizá lo olvidamos en el baúl de los recuerdos y acudimos a Él cuando nos hace falta, cuando nos aprieta la vida... No nos acostumbremos los cristianos a vivir la ausencia del Señor.


         ESFUERZO POR RESCATAR AL SEÑOR.

         En estos momentos, cuando nos disponemos a comenzar un nuevo curso con toda clase de actividades pastorales en nuestras Parroquias, a todos nos urge hacer un esfuerzo por rescatar al Señor, poniéndolo en el lugar que le pertenece, para ordenar nuestra personas, nuestros hogares, nuestro ambiente y nuestro mundo; para seguir haciendo de Baeza una ciudad cada día más cristiana, más comprometida y solidaria con los problemas de los hermanos, en especial de los que pasan más dificultades.

          Cierto día un cofrade comprometido  y con gran amor al Señor me decía: “En la imagen de Cristo en la Cruz hay un aire de sencillez, de anonimato, de serenidad, de amor que me llena plenamente... Sí, Cristo en la Cruz es mucho más que una imagen para ser procesionada, tiene algo especial que cautiva”. Sí, es su amor gratuito, callado, universal, misericordioso, compasivo que nos enamora y nos da la vida. Y es ese amor suyo el que hoy recibimos, celebramos y exaltamos y deseamos vivir en nuestra ciudad de Baeza con todas las personas, en la familia, en el trabajo, en nuestras instituciones.

         No olvidamos a la Santísima Virgen Dolorosa, pues junto al Hijo siempre estuvo y sigue estando. Ella fue desgranando en su corazón y en su vida los misterios de su Hijo Jesús. Por eso le llamamos de… y también Corredentora. Ahora nos muestra a su Hijo, nos lo ofrece, nos los regala de pequeño, en la Cruz, en la Eucaristía para que también nosotros tengamos su misma dicha: vida plena, gozo eterno.

         ¡Gracias, Maria, Madre! ¡Gracias Jesucristo, Hermano. Nos habéis dado la Vida, el Paraíso... Que no lo olvidemos, que no lo perdamos. Que lo hagamos posible con vuestro amor para todos.

 
         Que la Eucaristía que estamos celebrando y que tanto aprecia vuestra Cofradía y nuestra ciudad, sea  siempre junto  al amor de Jesucristo Crucificado y de su Madre Dolorosa, el motor que impulse y sostenga la vida de todos los hijos de Baeza. 

 

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