SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
Queridos hermanos todos en Jesús Sacramentado. ¡Bendito sea Dios, Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendice hoy en su querido Hijo con toda
clase de bienes!
Hoy
es el Día del CORPUS CHRISTI. Hoy celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo
y Sangre de Cristo. Entre nosotros, hoy
es un día solemne de fiesta. Decir CORPUS en Baeza es hablar del Cielo, de la
Gloria. Quien lo viva con profundidad podrá exclamar: “Esto es un poquito de
Gloria”.
LA
EUCARISTÍA, EL AMOR DE DIOS SIN MEDIDA
El
Día del CORPUS CHRISTI es la expresión más bella y sencilla del amor de Dios.
Es la expresión de unos brazos extendidos, los brazos de Jesucristo en la Cruz
que, cercano a la muerte, nos deja los signos primordiales de su presencia
entre nosotros: La Eucaristía y el Amor al prójimo. Son los dos brazos del amor
de Dios. CORPUS CHRISTI, es decir Eucaristía y Amor fraterno.
Si
alguien... nos preguntara, te preguntara ¿qué celebráis hoy? Le contestaríamos,
hoy es el Día de la Eucaristía. Y le concretaríamos: celebramos a Jesucristo,
el Hijo de Dios hecho hombre, que después de vivir entre nosotros un tiempo, de
morir por nuestra salvación, resucita y vuelve al Padre. Pero que se quedó
prendado en el amor a los hombres y se quedó con nosotros.
Sabedor de la indigencia continua de los humanos se queda como sustento,
como alimento de vida. Es su último gesto de humildad y de amor. Y es que
cuando hay amor, el enamorado está dispuesto a todo para encontrarse y
permanecer con la persona amada. Y Jesucristo nos ama apasionadamente y se
queda como alimento que nos da la vida.
¿Un
Misterio? No, mejor un derroche de amor incomprensible a la mente humana y tan
sólo explicable e inteligible con la lógica del corazón. Jesús en su despedida,
nos deja la primera Eucaristía: Jesús sentó a la mesa a sus amigos y los
convirtió en comensales. Y les deja como testamento un mandato de amor: ¡haced esto
en memoria mía! No se trata de repetir un gesto, sino de traducir en nuestra
vida la misma vida de Jesús: su entrega, su amor, sus actitudes y sentimientos.
Durante su vida pública Jesús enseño el camino de la verdadera vida, dio
a conocer a Dios Padre, se afirmó como el Hijo amado y como el siervo amado;
curó a los enfermos, liberó a los oprimidos, resucitó a los muertos. Pues bien,
ahora en la Cena con la entrega de su Cuerpo y de su Sangre, Jesús culmina,
hace presente y para siempre su acción redentora: su amor y su entrega total a
los hombres, a cada hombre.
Los
discípulos representaban a los comensales de los tiempos mesiánicos, esto es, a
“los pobres, lisiados, los ciegos, y los cojos” de las encrucijadas de los caminos.
El Hijo de Dios, en su condición de siervo, salió a buscar a las ovejas de
Dios, las encontró, las cargó sobre sus hombros, y dio comienzo la fiesta sin
ocaso. Así la Eucaristía es el memorial de la muerte de Cristo y prenda de vida
futura. Desde entonces los cristianos celebramos la Eucaristía, comemos el
Cuerpo del Señor y saciamos nuestra sed de eternidad. Así la Eucaristía es Pan
que da vida, don primordial de Dios al hombre, signo de un amor infinito.
RESPUESTA: EL AMOR FRATERNO
A
tanto y tan grande amor, los hombres, los amigos, los comensales hemos querido
responder con algo de generosidad. Hemos guardado algo de la comida y hemos
reservado en el Sagrario al mismo Cristo. Y hemos convertido este lugar en
centro de peregrinación: delante del Sagrario, en la soledad y el silencio
abrimos diálogos con el
Maestro y saciamos nuestra sed de sabiduría, de amor, de vida...
Pero el amor auténtico, siempre se desborda: el amor de Dios derramado
en nuestros corazones hace que nosotros seamos vehículos de amor. Por ello, hoy
celebramos también el Día del Amor, de la Caridad. Alimentados con el Cuerpo y
la Sangre de Cristo, el Padre nos envía,
nos sigue enviando a sus hijos, los actuales comensales, a recorrer los caminos
invitando a todos a las Bodas de su Hijo. La caridad de Cristo, experimentada y
alimentada en la Eucaristía nos apremia, hoy más que nunca, a salir a los
caminos para convocar a todos, pero en especial a los excluidos del banquete.
En
efecto, el amor de Dios recibido en la Eucaristía exige caridad misericordiosa,
justicia y paz, dar de comer al hambriento, visitar al preso, tender la mano al
joven perdido, acoger al niño
abandonado... Caritas y sus voluntarios, con toda la comunidad cristiana al
frente, debe significar y actualizar el amor y el servicio de Cristo, en un
mundo tan complejo como el nuestro. Por tanto, hay que salir a las plazas y
calles para convocar y servir a los más débiles, para liberarlos de la
propaganda manipuladora, para ofrecerle el espacio necesario a fin de que
puedan ser sujetos activos, libres y responsables de la historia.
Un amor “así de grande” recibido de Cristo y testificado por sus amigos,
bien merece celebrarlo, gozarlo e irradiarlo. Por ello, los cristianos de Baeza
engalanamos las calles, las plazas... y nos lanzamos a ellas con el Santísimo
Sacramento, en una procesión que es manifestación de amor y proclamamos a los
cuatro vientos con la voz y el corazón: “Dios está aquí”. ¡Cantemos al amor de
los Amores, cantemos al Señor...! El Cuerpo del Señor, el Amor de los amores,
que hoy sacamos en procesión, reluzca siempre en Baeza más que el sol.
Que la Santísima Virgen nuestra Madre,
primer Sagrario del Cuerpo de Cristo, nos ayude a imitarla, teniendo siempre a
Jesús Sacramentado en nuestro corazón y a entregarlo a todos los hombres, sus
hijos. Hagamos nuestra la oración del Papa Benedicto XVI a la Virgen, en su
encíclica “Dios es amor”:
- Santa aria,
Madre de Dios, tú has dado al mundo la verdadera luz, Jesús, tu Hijo, el Hijo
de Dios.
- Te has
entregado por completo a la llamada de Dios y te has convertido así en fuente
de la bondad que mana de Él.
- Muéstranos a
Jesús, guíanos hasta Él. Enséñanos a conocerlo y a amarlo, para que también
nosotros podamos llegar a ser capaces de un verdadero amor y a ser fuentes de
agua viva en medio de un mundo sediento.
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