FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Queridos hermanos: Después de celebrar la Cincuentena Pascual, en este
Domingo conmemoramos la Fiesta de la Santísima Trinidad, la Fiesta de la
Familia de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres personas divinas y un solo
Dios.
La intención litúrgica de esta Solemnidad no
es descifrar su Misterio, sino hacernos vivir la profundidad del amor de Dios a
los hombres. Se trata de conocer más y mejor a nuestro Dios para alabarlo y
amarlo más, para vivirlo y disfrutarlo
más, pues a imagen y semejanza de Dios fuimos creados.
¿QUÉ
GRAN FIESTA ES DIOS?
A
veces pensamos que Dios es un poco aburrido y serio; un tanto severo y
exigente... ¡Qué imágenes de Dios hemos llegado a presentar! Sin embargo por la
Palabra proclamada se desprende una buena imagen, una perfecta imagen. Dios nos
es un ser solitario, triste o aburrido. Dios está siempre en una relación
desbordante; Dios es una fiesta que no acaba. Dios está siempre creando,
siempre amando. Dios es una verdadero “encanto”. Dios es una gran fiesta de
amor.
Debemos preguntarnos hoy en que Dios creemos. Es importante que nos
hagamos esta pregunta, porque “uno es lo que adora”. Queremos ser siempre como
el Dios que adoramos; y el dios que adora hoy muchas personas es el dinero, el
consumo, y así se convierten en devotos consumistas. Nosotros creemos en un Dios todo corazón,un Dios compasivo y misericordioso, un Dios amor.
Nosotros creemos en un Dios Padre, fuente de vida,
generosidad desbordante, que nos lo da todo. Nos crea con capacidad de crear.
Nosotros creemos en un Dios Hijo, su amado, su encanto,
comunión plena, entrega total. ¡Qué hijo
tengo!, dicen los padres.
Nosotros creemos en un Dios-Espíritu, chispazo de unión,
abrazo vivo, comunión profunda, la flor del amor, el Amor del Amor.
Por
eso, podríamos distinguir tres grandes dimensiones divinas, llamados también
nosotros a vivirlas: Donación, Comunicación y Comunión
DONACIÓN: El amor de Dios es
enteramente generoso, es donación total y gratuita. Crea para comunicar vida y
quiere que vivamos en plenitud. En Dios hay una donación total: derramándose a
sí mismo, engendra al Hijo; dándose, fecunda.
COMUNICACIÓN: El Hijo es la respuesta
agradecida al Padre, es el diálogo permanente con el Padre, la comunicación
siempre abierta. Dios no es silencio, es Palabra. Dios no es secreto, es
comunicación. El Hijo es toda la revelación del Padre. Dios ha querido
comunicarse con el hombre, hasta dándonos su Palabra hecha carne.
COMUNIÓN: En Dios no hay sólo diálogo, sino
comunión perfecta, un sola alma, un solo corazón. Hay sintonía y empatía. Dios
no es un ser solitario, ni individualista. Dios es familia, es hogar, es mesa
redonda, es alianza de amor, es unidad consumada.
NOSOTROS, SU IMAGEN Y SEMEJANZA.
Nosotros estamos llamados a vivir esta triple relación amorosa. Ante el Padre, sabiendo que de Él venimos y hacia Él vamos, recorriendo este camino bajo su mirada infinitamente amorosa (paternal).
Vivimos unidos a nuestro Hermano Mayor y Salvador Jesús, que nos ha
incorporado a su ser de Hijo; y por eso le sabemos nuestro guía fraternal que nos da la
vida al alimentarnos con su cuerpo.
Vivimos habitados, penetrados del Espíritu, el gran don que nos ha
regalado el Padre y el Hijo en lo más profundo e intimo de nuestro ser humano.
(Somos templo del Espíritu)
Vivir
eso, vivir es triple relación, es creer en la Santísima Trinidad. Por eso
ahora, cuando proclamemos el credo, será una afirmación de fe en lo que cada
persona de la Santísima Trinidad ha hecho en nosotros. Pero también será un
compromiso de vivir esa triple dimensión conocida en Dios, de donación,
comunicación y de comunión, pues hemos sido creados para el encuentro, para
vivir en comunidad, en comunión, para el diálogo, la unión y el amor, siempre y
en cualquier lugar.
La
Eucaristía actualiza y realiza este amor de Dios, hecho donación, comunicación
y comunión; y es donde vivimos con mayor intensidad ese vínculo entre persona y
comunidad. Y esa aceptación de las diferencias en la unidad básica del amor.
Hoy
tenemos un recuerdo especial por quienes han sido llamados a la vida consagrada
contemplativa: los monjes, las monjas y la vida eremítica que ofrecen a la
comunidad cristiana y a nuestro mundo, tan necesitado de auténticos valores
espirituales, un anuncio silencioso y elocuente del amor de Dios, testimonio
humilde del misterio trinitario.
Queremos agradecerles sus vidas de entrega: la liturgia, el canto, el
trabajo, la vida fraterna, la oración de intercesión por todos los hombres. Y
rezar por los que rezan a diario por nosotros, pidiendo a Dios uno y trino que
no falten comunidades contemplativas en su Iglesia.
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