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domingo, 25 de mayo de 2014

REFLEXIÓN DE DON MANUEL PARA ESTE DOMINGO


DOMINGO VI DE PASCUA

                                 Queridos hermanos, celebramos el Domingo  Día del Señor. Queridos enfermos, (queridos confirmandos) familiares y comunidad cristiana. Ha llegado el día esperado con ilusión y preparado con esmero. Hoy es el día de acoger los frutos de vuestro trabajo, del trabajo de los catequistas, del sacerdote y, sobre todo, del trabajo que Dios ha ido realizando en vuestras vidas. Hoy recibís el Espíritu Santo por el Sacramento de la Unción de Enfermos (y de la Confirmación.)
               LA FE EN CRISTO ES UNA FIESTA.                                                                    Así lo descubrimos en la Palabra de Dios proclamada: - La ciudad de Samaria, “se llenó de gran alegría”. ¿Qué había pasado? Que el Apóstol Felipe había anunciado la Buena Noticia del Evangelio: Dios os ama en Jesús. Que de muchos poseídos salían los espíritus inmundos y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad lo estaba viendo: el sufrimiento y la pena desaparecían y los enfermos se curaban.

                                 Era la continuación de la obra de Jesús, que venia a liberar al hombre de todas sus dolencias y esclavitudes. Cuando aparecía Jesús, enfermos y pecadores se  echaban materialmente sobre Él; sobre Él descargaban todo su dolor y la tristeza y Jesús les devolvía una vida nueva... Y la reacción de todos era la alegría y el gozo.

                                 NUESTRA FIESTA: CRISTO.

                                 Hoy nosotros estamos también de fiesta, y es nuestra fe en Jesús quien la motiva. ¿Qué ha ocurrido? Nuevos Apóstoles (sacerdotes, cristianos, catequistas...) nos han mostrado el Evangelio, a Cristo y su Reino, su amor a nosotros, su estilo... Nos han amado y hemos sentido la fuerza de su amor. Su perdón su libertad, su paz, su salud (Repensar). Y aquí estamos... Nuestra comunidad, llena de gozo y de alegría; enganchados a Cristo que es nuestro Camino, nuestra Verdad  y nuestra Vida.


                     NUESTRA ALEGRÍA CONTAGIA AL MUNDO.

                                 Después de nuestra fiesta, iremos al mundo, a nuestro (tu) mundo y allí encontraremos el dolor y la pena personales…(enfermos, vicios, marginación), necesitados de Alguien, que les alivie, que les comprenda, les cure, les ame. Y ese alguien eres tú, cristiano, que tienes a Cristo y tienes su amor que libera y sana. Somos nosotros los que hemos de continuar la hermosa obra de Jesús, de Felipe, de Teresa de Calcuta, de San Juan de Dios...  

                                 A todo hombre doliente, que esté con nosotros, podemos decirle: “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy...” Te doy mi cercanía, mi servicio, mi tiempo, mi amo, mi fe; en nombre de Jesús Nazareno ponte a andar, anímate, confía, vive, sé feliz. Será aún más fiesta en ti y en nuestra ciudad y en nuestro mundo.

                        ¿QUIÉN NOS AYUDARÁ A VIVIR ESTA FE?

                                 Jesús nos dice: “No os dejaré huérfanos”, “Volveré”. Nunca estaréis solos. Quiere meterse incluso dentro de nuestras entrañas: “Vosotros en Mí y Yo en vosotros”. Así la separación será imposible.

                                 Puesto a dejarnos, nos dejará su Palabra, su Cuerpo, su presencia en los pobres y en el prójimo: ahora nos promete su Espíritu “para que esté en vosotros”.  Nos deja:

-         Una carta viva: El Evangelio.

-         Una firma con sangre: El mandamiento del amor.

-         Una foto entrañable: Los pobres y los que sufren.

-         Un alimento vivo: Su Cuerpo.

-         Un beso y un abrazo permanentes: Su Espíritu.

 

                               En definitiva un amor inexplicable humanamente que tiene su origen en Dios. Es el amor del Padre que llena el corazón del Hijo, y desde ahí se vierte hacia sus discípulos. “Como el Padre os ha amado, así os he amado yo”.

                                 ¿Qué pide a cambio? Que creas en su amor; que te dejes amar y que vivas en su amor.

 

                                 La Eucaristía es la donación, la vivencia y la celebración de todo este amor de Dios en Cristo y en nosotros por la acción del Espíritu Santo.              

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