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viernes, 16 de mayo de 2014

HOMILIA DE DON MANUEL EN LA FIESTA DE SAN ISIDRO


SAN ISIDRO, PATRONO DE LOS AGRICULTORES

 

      Ilmo. Sr. Alcalde, Excelentísimas autoridades, Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Hermandad de San Isidro. Queridos devotos, amigos agricultores y vecinos de Baeza. Queridos hermanos todos. Celebramos a San Isidro, proclamado por el Papa bueno y elevado a los altares, Juan XXIII, en el año 1.960, Patrono de los labradores y ganaderos.

      Y lo celebramos en este tiempo de primavera, de  Pascua de Resurrección y también de crisis económica, cuando todos nos preguntamos que debemos hacer para abrir caminos nuevos, para nosotros, nuestra sociedad y nuestro mundo.  Creo que celebrar a San Isidro, recordar su vida testimonial, hoy, nos puede ser muy útil para ver donde poner los acentos de nuestra vida.

     El Concilio Vaticano II nos decía: “Las Fiestas de los Santos proclaman las maravillas  de Cristo en sus servidores, y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles”. 

        Ante la figura de San Isidro, la actitud correcta es la de sentirnos protagonistas, llegando a la conclusión: También yo puedo hacer y vivir lo que él hizo y vivió, ser un hombre o una mujer de Dios.

        Hemos de tratar de vivir con seriedad el doble precepto evangélico del amor a Dios y al prójimo como lo hizo San Isidro; y hemos de tratar de vivirlos hasta las últimas consecuencias.

        Razones: Y esto por ser consecuentes. En primer lugar, porque hemos sido creados a “imagen y semejanza de Dios”, que es amor… Y en segundo lugar, porque en Cristo se nos ha dado a los cristianos un ser nuevo, una personalidad nueva, una savia nueva, que se va gestando y desarrollando a medida que vamos actuando según el Espíritu de Cristo, de tal manera que lleguemos a reproducirlo en nosotros.

          Tanto en Jesucristo, como en su discípulo Isidro, vemos dos actitudes básicas:

          A) UN AMOR TOTAL A DIOS PADRE. No se trata de cumplir. Con los seres queridos no se limita uno a cumplir. Cumplir con una persona significa muchas veces quitársela de encima.

Lo único que vale es el amor que salta todas las vallas y rompe todas las barreras, hasta llegar a la plenitud de la donación gratuita. Nunca se puede decir basta en el amor; y tampoco cabe la mediocridad.

 

          B) UNA RENUNCIA: Este amor total, este enamoramiento de Dios, de quien procede todo bien, nos llevará a la actitud de renuncia. Renuncia a una vida (mala vida), centrada en uno mismo. Se trata de salir de uno, para darse como Cristo, sin condicionar nuestra entrega. Se trata de renunciar a todo lo que nos esclaviza y nos cierra  sobre nosotros para salir de nuestra pequeñez y encontrarnos amando a Dios y a nuestros hermanos. Se trata, pues, de romper con todo lo que pueda impedirnos entrar en  la profundidad del amor y en el gozo del amor.

 

           C) UN ESTILO: Y este camino de amor con un estilo, el de Cristo. A medida que avancemos por este camino, hemos de ir sintiendo el gozo y la alegría del amor. Ello nos mantendrá siempre en vilo. Por ello se trata más de una actitud que de obras sueltas. Es toda la vida la que es heroica, santa; es todo el ser el que es santo. ¿Por qué hemos de poner límites donde no los hay?

 

            En un mundo como el nuestro, preocupado excesivamente por la técnica y el progreso material, San Isidro nos propone unos valores más profundos, humanos y

cristianos a la vez: la oración, la paz interior, la profundidad de la contemplación, la entrega y generosidad a los demás.

 

     San Isidro, maestro y patrono nos ofrece UNAS CLAVES siempre permanentes para caminar aspirando siempre a la meta: La Cruz, el libro y el arado; o lo que es lo mismo: Dios y su amor en nuestra vida: la cultura, que eleva nuestra dignidad, y el trabajo, que crea y redime cuando se realiza con amor y como servicio.

 

       Porque creemos e intentamos vivir estos valores, encarnados en San Isidro, hoy hacemos fiesta en su honor, celebrando la obra de Dios en nuestra historia y pidiendo por intercesión de San Isidro, que un día lleguemos a la meta: la Pascua eterna.

 

        Al celebrar hoy la Eucaristía, anticipamos lo que un día se nos revelará en plenitud, pues en ella Jesús nos pasa de la muerte a la vida.

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