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domingo, 2 de febrero de 2014

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

FIESTA DE LA PRESENTACION DE JESUS EN EL TEMPLO
     1.- Queridas familias y hermanos. Sed bienvenidos a la celebración de la Fiesta de la Presentación de Jesús en el templo con una humanidad como la nuestra. Pues según la ley israelita, todo primogénito era consagrado a Dios; un rito por el cual se reconocía a Dios como autor y Señor de la vida.
      “De pronto entra en el Santuario el Señor a quienes vosotros buscáis, el Mensajero de la alianza que vosotros deseáis”. La promesa de que nos visitaría el Sol que nace de lo alto se ha cumplido. El  Sol ya está presente. Su resplandor lo ilumina todo. El templo antiguo recibe una luz nueva que hará que todas las cosas sean nuevas. En adelante, la ofrenda del pueblo de Dios será en espíritu y en verdad. Dios habita en los corazones de los fieles. El hombre y la mujer se convierten en templos en los que mora el Señor por la fuerza del Espíritu.
      Por este Niño, todos los niños y personas consagradas disfrutan de su luz, de su amor, de su gloria.
     2.- Hoy quiere ser también esta Eucaristía un Homenaje a vosotros mayores, representados en Simeón y en Ana. A vosotros que habéis entregado lo mejor de vuestras vidas al Señor al servicio de la Iglesia y de la sociedad.. A vosotros que aguardasteis y esperabais el consuelo con tesón y paciencia en años difíciles. A vosotros en quienes moraba el Espíritu Santo y os hizo fuertes en la espera.
     Hoy, gracias a Dios, recibís en vuestro regazo al Señor, que como fuego de amor os fortalece, os llena de ilusión, os colma de esperanza, porque todos vuestros anhelos serán cumplidos...
     3.- Hoy todos los creyentes cristianos,  como un día hicieron Simeón y Ana lo miramos llenos de gozo y de fe. Y lo acogemos en nuestro corazón como nuestro Salvador y proclamamos la grandeza del Señor.      
                    LO QUE ÉL REALIZA
       El Señor  viene a fundirnos con su fuego (amor) y a lavarnos con lejía (misericordia). Nos refinará como a la plata y al oro. Y es que el Señor ha llegado a nuestras vidas; lo esperábamos, lo necesitábamos y en el templo de nuestro corazón ha ido creciendo y seguirá creciendo. Es lo que queremos pedirle para estos hijos pequeños, bautizados, consagrados a Dios, y que hoy le presentamos a través de la Virgen del Carmen, nuestra Madre. Hoy una vez más nos encontramos con Él, le presentamos nuestras preocupaciones, esperanzas e ilusiones. Y Él disipará nuestros temores, nos purificará y nos refinará. Dejémonos penetrar por Él, por su gracia.
     4.- Sin embargo todo esto lo irá realizando a través de nuestra vida. Debemos buscarlo y encontrarnos con Él, poniendo los medios (Oración, Palabra de Dios, el perdón, la Eucaristía...). Será nuestra luz, que disipe oscuridades... y acreciente nuestra fe. Su acción se  ira viendo en nuestras vidas, pues:
-         Nuestras relaciones con Dios no quedarán reducidas a unos momentos o a cumplir ciertas normas. Con el amor no se cumple...
-         Nuestras acciones estarán presididas por su presencia amorosa. Viviremos su presencia.
-         Nuestra ofrenda será como es debida, en espíritu y en verdad; es decir, con el corazón, con la vida, como Él nos muestra: con una entrega de amor total.
-         Seremos testigos, luz para el mundo que aún espera y busca.
     5.- Hoy celebra también la Iglesia la Jornada de la Vida Consagrada, con el lema “La alegría del Evangelio en la Vida consagrada”, en sintonía con la exhortación apostólica del Papa Francisco, Evangelii gaudium.  Y es que la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentren con Jesús. Esta Jornada nos recuerda que, a lo largo de los siglos, nunca han faltado hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y a la moción del Espíritu, han elegido este camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con el corazón “indiviso”. También ellos, como los Apóstoles, han dejado todo para estar con Él y ponerse, como Él, al servicio de Dios y de los hermanos.
     De este modo han contribuido a manifestar el ministerio y la misión de la Iglesia con los múltiples carismas de vida espiritual y apostólica que les distribuye el Espíritu Santo; y por ello han contribuido a renovar la sociedad... Aparecen como una planta llena de ramas que hunde sus raíces en el Evangelio y da frutos copiosos en cada época de la Iglesia.
     Por todo ello, con la actitud de Simeón y de Ana bendecimos y damos gracias a Dios por el don de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo; nos disponemos a recibirlo en nuestro corazón, nuestro templo, para con Él, ser luz del mundo, de nuestro pequeño mundo. 

 

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