FIESTA EN HONOR A S. ANDRÉS, PATRONO DE BAEZA
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO CICLO “A”
Queridos compañeros en el ministerio, Ilmo. Sr. Alcalde, excelentísimos
miembros de la Corporación municipal, distinguidas autoridades civiles y religiosas.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Real Archicofradía de nuestros
patronos. Queridos hermanos y hermanas en Cristo.
Celebramos a San Andrés, Apóstol de Cristo y Patrono de nuestra ciudad
de Baeza con toda solemnidad. Esta tarde toda la Iglesia comienza del tiempo
litúrgico fuerte del Adviento para preparar la venida de su Señor. La liturgia
del Adviento tiene preferencia sobre toda Solemnidad. Sin embargo, la persona
de San Andrés, nuestro Patrono, nos
puede y debe ayudar con entusiasmo, esperanza y gozo a preparar la venida de
Nuestro Señor Jesucristo a nuestra vida y a nuestro mundo.
San
Andrés formaba parte del pequeño resto
de Israel (pobres y humildes…) que
deseaba que Dios realizara ya la promesa de enviar al Mesías que había
anunciado por boca de los Profetas.
Andrés era un judío creyente, inquieto, buscador de la verdad, que no
estaba de acuerdo con su mundo injusto y deseaba que Dios actuara. Y tuvo la
suerte en su afán de búsqueda de
encontrarse con Juan Bautista.// Cierto día
que Juan predicaba y bautizaba en el Jordán, estando Andrés con él, ve venir al Mesías, y le dice: “He ahí al Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo”. Con estas palabras Juan Bautista le muestra la gran
misión que viene a realizar el Hijo de Dios, ya prevista y anunciada en los
Profetas, sobre todo en Isaías, en los cánticos del Siervo de Yhavé.
“Mirad a mi siervo a quien sostengo, mi
elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la
justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará…”
Ante
tal anuncio, Andrés con prontitud, con gozo sale al encuentro de Cristo y se
quedará con Él para siempre… De esta manera Andrés realiza su gran adviento, el adviento de su vida: Ha
salido de su tierra Betsaisa, busca e indaga, pide ayuda y de la mano de Juan
Bautista, el último de los profetas, se encuentra con Jesús, “el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”.
Pero en ese proceso, es el mismo Jesús el que lleva la iniciativa,
quién le cuestiona y le incita al diálogo: “¿Qué
buscas?, ¿A quién buscas?, ¿Qué quieres?” Y Andrés descubrió tal
insinuación e invitación en sus palabras, que se atrevió a decirle, como pidiéndole
conocer: “Rabí, ¿dónde moras?” Y
Jesús le contestó: “Ven conmigo y lo verás”.
Este
fue el primer encuentro personal de Andrés de Betsaida y Jesús de Nazaret (la
Verdad). Eran las cuatro de la tarde cuando Andrés entró en la morada de Jesús
y se quedó con Él todo el día. “¡Oh día
dichoso!”, exclamaba San Agustín, “¡Quien
pudiera decirnos lo que en aquellas horas aprendió el afortunado discípulo!”
Loco
de alegría con su descubrimiento, Andrés fue a anunciárselo a su hermano: “He hallado al Mesías”, le dijo. Y
cogiéndolo del brazo, le llevó a donde estaba Jesús.
Durante tres años, Andrés recogió los secretos del corazón del Maestro,
asistió a sus milagros, escuchó con alegría su Evangelio, y fue testigo de su
pasión y muerte. Después de la inolvidable experiencia de ver a su Maestro
triunfante de la muerte y resucitado, oye junto a los demás Apóstoles el
mandato divino: “Id y predicad el Evangelio a todas las gentes…” Y obedeciendo
a su Maestro, deja su tierra y el lago inolvidable donde había brillado para él
la luz de la verdad.
Hoy
sabemos que Cristo vive, está vivo en medio de nosotros. Hoy Jesús sale a
nuestro (tu) encuentro y también nos pregunta: “¿Qué quieres?” Y le
respondemos como Andrés, “Maestro, ¿dónde moras?...” Y Él no
invita: “Ven conmigo y lo verás”.
Descubriremos la verdad, el sentido de la vida y lo comunicaremos a
todos.
Andrés nos propone en el día de su Martirio tener esta experiencia suya este año, al comenzar el
Adviento. La misma Palabra de Dios proclamada también nos invitaba a emprender
con alegría el camino del encuentro del Señor que viene: “Venid, subamos al monte del Señor”, “caminemos a la luz del Señor”,
pues viene a reunir en la justicia, en la unidad y en la paz a sus hijos de
todas las naciones. Y con el Salmo queremos responderle: “Vamos alegres a la Casa del Señor”.
El
Señor realizará su obra en nosotros, como en su día lo hizo con San Andrés.
Dejémonos llevar por su amor que ahora nos regala una vez más en la fracción
del pan.
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