DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C
Hermanos y hermanas, gran titular el que nos ofrece la Palabra de Dios
para culminar nuestro Triduo a favor de las Ánimas del Purgatorio: Nuestro Dios
es un Dios de vivos y no de muertos. Es el Dios de la vida, de la esperanza y
de la eternidad. Un Dios que ni siquiera en los momentos más terribles nos va a
abandonar.
La
Palabra de Dios proclamada nos ilumina hoy sobre tres verdades fundamentales en
la vida cristiana: La certeza de la resurrección, sobre la vida de los
resucitados y sobre el camino que conduce a la resurrección.
1.- LA CERTEZA DE LA RESURRECCIÓN.
Hemos escuchado en el testimonio de los hermanos Macabeos: “El Rey del Universo nos
resucitará para una vida eterna”. Y es lógico, pues si creemos en un
Dios de la vida, de vivos y no de muertos, forzosamente hemos de creer en la
Resurrección. Más aún, nuestro Dios, es
el Padre de Nuestro Señor Jesucristo que
ha resucitado a su Hijo de entre los muertos; por ello, no podemos dudar que Él
resucitará a todos los que en Jesús y por Jesús son hijos de Dios. Y no solo eso, la Buena Nueva de la
Resurrección satisface la necesidad más fuerte que experimenta el hombre, la de
sobrevivir; y manifiesta nuestra vocación plenamente realizada de hijos de
Dios, ya que si somos hijos, somos herederos…
2.- LA VIDA DE LOS RESUCITADOS. Una
segunda reflexión es sobre la vida de los resucitados. Jesús dice que no es una
continuación de nuestro mundo. Es totalmente diferente, pues no ya tienen los
condicionamientos de la muerte; por eso no han de reproducirse ni nacer.
“Serán
como ángeles”. Quiere decir que esta vida nueva no se trasmite por
generación humana, sino que se recibe directamente de Dios. Con el lenguaje
humano somos incapaces de expresar la condición concreta del resucitado.
“Son
hijos de Dios”. Nos reafirma que viven una vida plena, completamente
felices, porque Dios es Dios de vida y felicidad. No podemos saber más. Ya
tenemos bastante para mantener muy viva la esperanza.
3.- EL CAMINO DE LA RESURRECCIÓN. Nos lo ha señalado bien claro San Pablo: La
constancia en “toda clase de palabras y obras
buenas”. No podemos vivir de espalda a la vida definitiva. Nuestra fe en la
resurrección, nos ha de hacer trabajar por la (resurrección) mejora del mundo
actual, a saber: - Mejores condiciones
de vida, hacer una sociedad más humana y más fraterna; sed constantes en
toda clase de obras buenas, ayudando al hermano… - Hacer la vida posible para todos, con nuestro amor y nuestro
trabajo de cada día. Renunciando a la mentira, la injusticia, al odio, a la
maldad; y apostando por la verdad, la justicia, el amor y la paz…
Hoy debemos preguntarnos, hasta que
punto nuestra fe arraiga en la Resurrección de Jesús y en nuestra propia
resurrección. ¿Es nuestra vida una constante actitud rebosante de esperanza
como la de los hermanos Macabeos, y la de nuestros Beatos Mártires? ¿Nuestros
corazones se dirigen a amar a Dios y a esperar en Cristo? Nos podemos reconocer
como seguidores de Jesús, el Señor Resucitado?
EUCARISTIA; Que el pan y el vino de la vida, que compartiremos, nos
ayuden a vivir en esta esperanza de la resurrección y en la tarea del amor que
la hace posible. Dios, nuestro Padre, nos ama a todos, a todos. ¡Y Él es fiel!
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