“Vosotros os habéis
acercado al Dios vivo y verdadero y a su enviado Jesús”. Ese acercamiento nos
lleva a celebrar juntos esa intimidad y relación amorosa con Dios. ¿cómo?
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Haced esto en memoria mía: la Eucaristía
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Dichosos los que escucha la Palabra de
Dios.
Hoy la Palabra de
Dios nos emplaza a vivir no en función del orgullo, la prepotencia o la
arrogancia, sino al contrario, desde la sencillez, la humildad, la cooperación
y la gratuidad.
Sin embargo, un estilo
de vida centrado en estos valores no depende primordialmente de nuestras
capacidades; tan sólo la cercanía a Jesús, la comunión vital a su persona, la
fe radical en Él, puede darnos la fuerza necesaria para vivir la moral de la
llaneza, de la sencillez y de la gratuidad.
Tengamos en cuenta: Que
la fuente de nuestro ser y de nuestro vivir reside en Cristo. Ni nuestro
esfuerzo, ni nuestra decisión puede conseguir la renovación interior. Es el
Espíritu de Jesús, la confianza y adhesión a Él, la clave de nuestra
transformación interior.
Hacia una moral de comunión
Cuando esto ocurre, es
entonces cuando emerge la nueva y verdadera moral cristiana, no fundamentada en
normas o leyes exteriores, sino en la fidelidad al empuje y al entusiasmo del
Espíritu de Dios. Una moral que destierra el individualismo porque Dios se nos
ha acercado, nos ha integrado en la comunidad festiva de sus hijos. El hombre
es comunidad por vocación.
Entonces las
consecuencias y los compromisos son sorprendentes: El rico no se jacta de su
riqueza, sino que se iguala a los demás, porque la verdadera riqueza no es el
dinero sino el sentimiento de igualdad, de fraternidad. El poderoso no se
vanagloria de su autoridad, sino que
reconoce su propia pequeñez, ya que sabe reconocer que lo que tiene de
bueno..., es don de Dios. El humilde ante los demás tiene una actitud de estima
y de servicio, porque donde esta la humildad, está la caridad.
Centrados
en una moral desinteresado, gratuita
Hemos de aspirar a
superar este estadio elemental. Jesús nos lo dice: No busques la recompensa
humana de todo cuanto haces. Deja que el Espíritu suscite en ti la obra
generosa, la acción gratuita, ayuda desinteresada. Más todavía, favorece,
asiste, defiende a todos aquellos que no podrán recompensarte cuanto has hecho
por ellos.
Es esta una moral para
esforzados, es la moral del Evangelio, Este es el empuje y el impulso del
Espíritu Santo. De Él nacen las actitudes y los compromisos más radicales.
Solamente así, la
Eucaristía se convierte en el banquete de los humildes que aceptan la fuerza de
Dios y acogen en su seno a cuantos desean vivir el amor de Dios y en compañía
de los hermanos.
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