El Papa telefonea a un
hombre que perdió su fe tras el asesinato de su hermano
El Papa
Francisco hace cosas que jamás hubiéramos imaginado en un Papa. Quizá sí en un párroco. El miércoles fue una simple
llamada de teléfono. Pero un telefonazo del Papa a un ciudadano
anónimo, Michele Ferri, no es un gesto baladí. Sobre todo porque el caso Ferri
es especialmente dramático y conocido en Italia. Andrea Ferri, hermano de
Michele, murió asesinado de forma cruenta la noche del 3 de junio a
manos de su propio empleado. Andrea era un empresario de Pesaro propietario
de gasolineras y padre de dos hijos.
La noche de su muerte, Donald Sabanov, un joven macedonio de 25 años,
a quien Andrea consideraba como su tercer hijo, le descerrajó, sin pensarlo dos
veces, cuatro tiros en la cabeza. Andrea le había sorprendido en pleno
intento de robo. Desde entonces, su hermano Michele, quien está en silla de
ruedas desde hace años, se sumió en un abismo. En su perfil de Facebook
reprochaba a Dios el terrible suceso. Precisamente, quizá este fue el punto que
le llevó a escribir una carta al Papa Francisco: encontrar una explicación al
sinsentido.
Tres días después, el Santo Padre telefoneó a Ferri. Del
contenido de la conversación no se sabe apenas porque Michelle ha preferido
mantenerlo en privado. Aunque sí que ha escrito en su perfil de Facebook que la
llamada del Papa ha sido un momento único en su vida.
Visita a los talleres
vaticanos
Pero no ha sido el único gesto del Papa estos días. Ayer mismo,
decidió pasar a saludar a los obreros que trabajan en la llamada Carpintería
Vaticana. Como ha sucedido en muchas otras ocasiones, no hubo aviso previo.
Nadie dijo a los trabajadores que «el jefe» iba a pasarse por esa zona. Una
mañana de agosto, sin mucha actividad, un viernes sin más emoción, se convirtió
para estos trabajadores en su particular audiencia privada.
Los improvisados anfitriones resultaron ser los trabajadores del
taller de carpintería, de la central que provee de electricidad y de
calefacción al Vaticano, del taller de mecánica y también los periodistas
del Centro Televisivo Vaticano y el diario L’Osservatore Romano, cuya
redacción está en la misma zona. Estos últimos, como no podía ser de otra
forma, son los que luego han contado la visita. Escucharon revuelo y, al
asomarse a la ventana comprobaron con sorpresa que el mismo Francisco acababa
de llegar en coche para saludar a los obreros de la Carpintería Vaticana.
«Nos lo encontramos delante,
imagínese nuestro estupor», decía uno de los trabajadores con la ropa de faena
puesta a la agencia ACI.Y para más asombro, el Papa se interesó por su trabajo
en estos departamentos tan necesarios para el funcionamiento del Estado
Vaticano como olvidados. «Hacía diez años que un Papa no se acercaba por
aquí», decía otro de los empleados. Francisco incluso se dio un paseo por
las instalaciones, «lugares en los que nunca habríamos pensado recibir a un
Pontífice», contaba otro de los obreros.
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