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lunes, 12 de agosto de 2013

El Papa telefonea a un hombre que perdió su fe tras el asesinato de su hermano
 
El Papa Francisco hace cosas que jamás hubiéramos imaginado en un Papa. Quizá sí en un párroco. El miércoles fue una simple llamada de teléfono. Pero un telefonazo del Papa a un ciudadano anónimo, Michele Ferri, no es un gesto baladí. Sobre todo porque el caso Ferri es especialmente dramático y conocido en Italia. Andrea Ferri, hermano de Michele, murió asesinado de forma cruenta la noche del 3 de junio a manos de su propio empleado. Andrea era un empresario de Pesaro propietario de gasolineras y padre de dos hijos.
La noche de su muerte, Donald Sabanov, un joven macedonio de 25 años, a quien Andrea consideraba como su tercer hijo, le descerrajó, sin pensarlo dos veces, cuatro tiros en la cabeza. Andrea le había sorprendido en pleno intento de robo. Desde entonces, su hermano Michele, quien está en silla de ruedas desde hace años, se sumió en un abismo. En su perfil de Facebook reprochaba a Dios el terrible suceso. Precisamente, quizá este fue el punto que le llevó a escribir una carta al Papa Francisco: encontrar una explicación al sinsentido.
Tres días después, el Santo Padre telefoneó a Ferri. Del contenido de la conversación no se sabe apenas porque Michelle ha preferido mantenerlo en privado. Aunque sí que ha escrito en su perfil de Facebook que la llamada del Papa ha sido un momento único en su vida.
Visita a los talleres vaticanos
Pero no ha sido el único gesto del Papa estos días. Ayer mismo, decidió pasar a saludar a los obreros que trabajan en la llamada Carpintería Vaticana. Como ha sucedido en muchas otras ocasiones, no hubo aviso previo. Nadie dijo a los trabajadores que «el jefe» iba a pasarse por esa zona. Una mañana de agosto, sin mucha actividad, un viernes sin más emoción, se convirtió para estos trabajadores en su particular audiencia privada.
Los improvisados anfitriones resultaron ser los trabajadores del taller de carpintería, de la central que provee de electricidad y de calefacción al Vaticano, del taller de mecánica y también los periodistas del Centro Televisivo Vaticano y el diario L’Osservatore Romano, cuya redacción está en la misma zona. Estos últimos, como no podía ser de otra forma, son los que luego han contado la visita. Escucharon revuelo y, al asomarse a la ventana comprobaron con sorpresa que el mismo Francisco acababa de llegar en coche para saludar a los obreros de la Carpintería Vaticana.
«Nos lo encontramos delante, imagínese nuestro estupor», decía uno de los trabajadores con la ropa de faena puesta a la agencia ACI.Y para más asombro, el Papa se interesó por su trabajo en estos departamentos tan necesarios para el funcionamiento del Estado Vaticano como olvidados. «Hacía diez años que un Papa no se acercaba por aquí», decía otro de los empleados. Francisco incluso se dio un paseo por las instalaciones, «lugares en los que nunca habríamos pensado recibir a un Pontífice», contaba otro de los obreros.

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