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domingo, 2 de junio de 2013

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI REFLEXIÓN DE DON MANUEL

          Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo. Que la paz y el amor de Jesucristo Sacramentado llenen vuestros corazones.

          “En verdad los cristianos de Baeza cree que el pan se transforma en carne y en sangre el vino”

          Celebramos la gran Solemnidad del Corpus Christi en Baeza, ciudad eminentemente eucarística, que está enmarcada en el “Año de la fe”. Año en que toda la Iglesia ha sido convocada a vivir, experimentar, crecer y extender nuestra fe, don inapreciable por el que podemos llamar a Dios Padre, pues lo es, a vivir el misterio de nuestra Salvación en Cristo Jesús con la fuerza del Espíritu Santo; don de la fe, por el que podemos participar de la vida divina en la celebración de los Sacramentos de la Iglesia.

          Por eso Benedicto XVI nos decía en su carta Porta Fidei: “Este año es una ocasión propicia para intensificar la celebración del liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es “La cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza”.

          Y así lo entiende y vive Baeza de generación en generación, centrándose estos días en la reflexión, vivencia y adoración del Santísimo Sacramento. Pues con el Pan de la eucaristía la fe se alimenta y crece; con la luz que se irradia en la contemplación de la eucaristía, la fe supera dificultades y dudas; con la fuerza del Sacrificio de la Eucaristía, el compromiso cristiano en el servicio a los hermanos se vigoriza y rejuvenece.

            “En verdad los cristianos de Baeza creen que el pan se transforma en carne y en sangre de Cristo el vino”.


          Todos, pues, estamos llamados a vivir el año de la fe desde la Eucaristía y con la Eucaristía: celebración, contemplación, exigencia de amor hacia los hermanos… como nos mandó el mismo Jesús: “haced esto en memoria mía” y “ejemplo os he dado para que hagáis vosotros lo mismo”. Yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies… servíos como hermanos unos a otros.

          Este, queridos hermanos, es el legado perpetuo y vivo que Jesús nos dejó en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.

            Un Sacramento que siempre es preciso replantear y revivir constantemente para que pueda “Otorgar su inagotable eficacia a todos los días de nuestra vida mortal”

          En verdad la Iglesia, Baeza, vive de la Eucaristía, pues la Eucaristía es el alimento que permite vivir a la comunidad y a cada uno de sus miembros. Y no solo alimenta a la vida actual, recibida en el bautismo, sino que nos abre a la vida para siempre.

               

          La Eucaristía posee tal riqueza de contenidos que es inabarcable.

             Si a uno de nosotros nos preguntaran cuál es el acontecimiento más importante ocurrido en la historia, responderíamos, sin duda, que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que entregó su vida en la Cruz; que fue sepultado y resucitó, venciendo la muerte. Y le diríamos que desde entonces la historia giró 360 grados.

          Pues bien, ese acontecimiento ocurrido en el tiempo de los hombres, permanece y sigue ocurriendo en cada Eucaristía, en cada Misa, cuando el sacerdote repite las palabras y los gestos de Jesús en la Última Cena, y nos mandó: “Haced esto en conmemoración mía”.

          Así pues, la Eucaristía es el memorial de la Muerte y Resurrección del Señor, instituido por Él mismo en la última Cena; la Eucaristía actualiza y hace presente el sacrificio de Jesús en la Cruz; la Eucaristía es presencia real de Jesús en el pan y en el vino; la Eucaristía nos une íntimamente con Cristo por la comunión...

                     Tal riqueza nos inunda hoy de sentimientos de fe y de asombro, de gratitud y admiración, de adoración y de compromiso. Por ello, estos días:

                     BAEZA REAVIVA SU FE. Creemos firmemente que está ahí en esa Hostia consagrada. Y seguirás en cada Sagrario; que vives entre nosotros. Y nos ves y nos oyes. Tienes el mismo corazón que tenías cuando vivías en Palestina. Allí curaste a ciegos, a cojos, a leprosos... resucitaste a los muertos, dabas de comer a los hambrientos, perdonabas a los pecadores... Por eso tenemos que acudir a Ti, ir más a menudo al Sagrario, a la Santa Misa, a la Sagrada Comunión. ¿No hay ahora enfermos, hambrientos, pecadores... no hay necesidades materiales y espirituales? Tal vez haya menos fe que entonces. Aumenta nuestra fe en la Eucaristía. Te necesitamos.
                                        
                     BAEZA DA GRACIAS. Gracias por tu amor, Señor. Que el amor de Dios es lo más importante que puede recibir el ser humano. Y Tú nos amaste hasta la locura, porque moriste por nosotros en la Cruz, después de haberte hecho hombre. Gracias porque te quedaste con nosotros en la Eucaristía hasta el fin del mundo. Y con la Eucaristía nos dejaste a los sacerdotes. La Eucaristía es el Sacrificio diario por nuestros pecados, por nuestras necesidades, y también por nuestros difuntos. Porque es banquete diario, nuestra comida y nuestra bebida del alma y, como diría Santo Tomas de Aquino:“banquete precioso, admirable y lleno de s”

                     BAEZA SE COMPROMETE.  ¿Cómo le pagaré (mos) al Señor todo lo que me ha hecho? Su amor hasta la locura, su perdón su misericordia, su cuerpo su sangre, la Eucaristía, su Espíritu, la vida eterna. Creo que estos días, esta semana venimos preparando nuestra respuesta: Nos replantearemos más y mejor la vitalidad de nuestra fe; nos replantearemos las disposiciones espirituales que han de presidir a quienes celebramos la Eucaristía. Y concretamos:

a)   No nos alejaremos de Ti; permaneceremos en tu amor, en tu gracia, en tu vida. Y ello supone, practicar, celebrar bien los Sacramentos, sobre todo la Penitencia y la Eucaristía Dominical, darte nuestro tiempo y nuestra vida, adorándote, darte nuestra calles cada año mejor decoradas (no nos cansaremos de arreglarlas para Ti).

b)  Potenciaremos nuestro apostolado eucarístico. Quisiéramos que todos, niños, jóvenes, matrimonios y mayores te conozcan más, te amen más, te reciban y disfruten de tu amor eucarístico, de tu vida. Que los enfermos e impedidos te sigan

recibiendo... Que los moribundos te reciban como Viático, como alimento para el tránsito a la vida eterna. Que los niños de poscomunión no te olviden y sigan recibiéndote. Que todos los cofrades te reciban y te lleven no sólo sobre sus espaldas, sino también en sus corazones.

c)  Nos amaremos como tu nos amas, con tu mismo amor. Pues quien te come, quien te adora, quien te posee, ha de hacer de su vida un banquete de amor.
        
Te prestaremos nuestros pies para ir en busca del hermano que sufre; te dejaremos nuestras manos para ayudar al pobre y afligido, te daremos nuestra voz para decir al afligido una palabra de aliento... En definitiva, queremos hacer nuestras las palabras de Juan Pablo II en su carta apostólica “Mane nobíscum, Domine”: 

d)  “Por el amor recíproco y, en especial, por el desvelo por los necesitados, seremos reconocidos como discípulos auténticos de Cristo. Este es el criterio básico con arreglo al cual se comprobará la autenticidad de nuestras Eucaristías y de nuestro talante eucarístico y cristiano” (nº 27-28)

                         Sólo nos queda pedirte como los discípulos de Emaús:“QUEDATE CON NOSOTROS, PORQUE ATARDECE”. Porque sin Ti, no podemos nada.  Y haremos caso de tus Palabras: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y encontrareis vuestro descanso, vuestra Paz”.
                         Gracias, Señor,  por Eucaristía, por quedarte con nosotros.

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