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lunes, 6 de mayo de 2013

DON MANUEL, DOMINGO VI DE PASCUA CICLO C

     Queridos hermanos: Seguimos celebrando la Pascua del Señor, su triunfo sobre la muerte… Gracias a él nuestra vida es una vida pascual, renovada, que deja atrás al hombre viejo… Debe ser una vida inspirada en la fe y ungida en el amor de Cristo. Ha de ser una vida de escucha y de compromiso, de unión y servicio a los hermanos. Así nos lo pide la Palabra de Dios proclamada.

     Jesús nos ha dicho: “EL QUE ME AMA, GUARDARA MI PALABRA”.  Nos suena raro, pues casi nunca Jesús nos pide que le amemos. Solo después de las negaciones de Pedro, le preguntó si le amaba… Jesús sí pide que amemos a Dios con todo el corazón… y pide que nos amemos los unos a los otros, incluso a los enemigos.

     Hoy Jesús resalta que: “quien le ama, guardará su palabra”. Es una forma de decirnos, que quien le ama se convertirá en su discípulo. Quien no le ama, en cambio,  rechazará su mensaje, su Palabra. Y es que para Jesús es muy importante la relación de amor; el amor hace posible la escucha de la Palabra y su cumplimiento.(Los enamorados)

     La comunidad de Jerusalén lo entendió de maravilla y actuando desde una actitud  de amor fraterno y de escucha, superaban los conflictos. La comunidad de Jerusalén no olvidaba las palabras de Jesús. El Espíritu se las recuerda permanentemente. “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”  Es el Espíritu Santo quien mantiene viva la Palabra de Jesús,  que es Palabra del Padre. Es el espíritu  quien nos permite interpretarla y acogerla. El Espíritu Santo es el Maestro interior que mantiene viva la llama para que podamos vivir como discípulos y amigos de Jesús, nuestro Maestro.
     Cuando amamos a Jesús y guardamos su Palabra, entonces se cumple lo que El nos ha dicho: “Y VENDREMOS A EL Y HAREMOS MORADA EN EL”. Así la dignidad del discípulo es enorme. Quien entra en relación de amistad y de discipulado de Jesús, se convierte en “MORADAD DE DIOS PADRE Y DEL MISMO SEÑOR RESUCITADO”.

     Quien se deja habitar por la Palabra, acoge dentro de sí al mismo Dios, que se hace carne nuestra. Esa es nuestra VOCACIÓN DE DISCIPULOS, esa es nuestra grandeza y dignidad: Convertirnos en “LA CASA DE LA PALABRA”, en la morada de Dios con los hombres, en una nueva Jerusalén.

     Es lo que hizo la Virgen María, nuestra Madre. Se dejó habitar por la Palabra, la escuchó y la cumplió: “Hágase en mí, según tu Palabra”. Ella fue discípula desde el corazón, desde el amor ardiente. Recordemos aquello de San Agustín cuando decía que la concepción de Jesús se realizó antes en el corazón que en el seno de la Virgen. Así se convirtió en morada de Dios, de la Trinidad.

     Si de verdad queremos ser discípulos de Jesús, necesitamos intensificar nuestro aprendizaje… El año litúrgico nos permite ir cada día la Casa de la Palabra. En cada Eucaristía encontramos una Palabra nueva, que nos sana y revitaliza, que nos hace un poco más discípulos y alimenta nuestro amor a Jesús y a hacia todos. Gracias a Dios son cada día más los cristianos que van adquiriendo la costumbre de leer en su casa los textos que se proclaman en la Misa.

     En este mes de Mayo, escuchado especialmente las indicaciones de María: “HACED LO QUE EL OS DIGA”, gravemos en nuestro corazón y en nuestra mente las palabras de Jesús: “QUIEN ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA”…

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