Jesús nos ha dicho: “EL QUE ME AMA,
GUARDARA MI PALABRA”. Nos suena raro,
pues casi nunca Jesús nos pide que le amemos. Solo después de las negaciones de
Pedro, le preguntó si le amaba… Jesús sí pide que amemos a Dios con todo el
corazón… y pide que nos amemos los unos a los otros, incluso a los enemigos.
Hoy Jesús resalta que: “quien
le ama, guardará su palabra”. Es una forma de decirnos, que quien le
ama se convertirá en su discípulo. Quien no le ama, en cambio, rechazará su mensaje, su Palabra. Y es que
para Jesús es muy importante la relación de amor; el amor hace posible la
escucha de la Palabra y su cumplimiento.(Los enamorados)
La comunidad de Jerusalén lo entendió de
maravilla y actuando desde una actitud
de amor fraterno y de escucha, superaban los conflictos. La comunidad de
Jerusalén no olvidaba las palabras de Jesús. El Espíritu se las recuerda
permanentemente. “Hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros” Es el
Espíritu Santo quien mantiene viva la Palabra de Jesús, que es Palabra del Padre. Es el espíritu quien nos permite interpretarla y acogerla.
El Espíritu Santo es el Maestro interior que mantiene viva la llama para que
podamos vivir como discípulos y amigos de Jesús, nuestro Maestro.
Cuando amamos a Jesús y guardamos su
Palabra, entonces se cumple lo que El nos ha dicho: “Y VENDREMOS A EL Y HAREMOS
MORADA EN EL”. Así la dignidad del discípulo es enorme. Quien entra en
relación de amistad y de discipulado de Jesús, se convierte en “MORADAD DE DIOS
PADRE Y DEL MISMO SEÑOR RESUCITADO”.
Quien se deja habitar por la Palabra,
acoge dentro de sí al mismo Dios, que se hace carne nuestra. Esa es nuestra
VOCACIÓN DE DISCIPULOS, esa es nuestra grandeza y dignidad: Convertirnos en “LA
CASA DE LA PALABRA”, en la morada de Dios con los hombres, en una nueva
Jerusalén.
Es lo que hizo la Virgen María, nuestra
Madre. Se dejó habitar por la Palabra, la escuchó y la cumplió: “Hágase
en mí, según tu Palabra”. Ella fue discípula desde el corazón, desde el
amor ardiente. Recordemos aquello de San Agustín cuando decía que la concepción
de Jesús se realizó antes en el corazón que en el seno de la Virgen. Así se
convirtió en morada de Dios, de la Trinidad.
Si de verdad queremos ser discípulos de
Jesús, necesitamos intensificar nuestro aprendizaje… El año litúrgico nos
permite ir cada día la Casa de la Palabra. En cada Eucaristía encontramos una
Palabra nueva, que nos sana y revitaliza, que nos hace un poco más discípulos y
alimenta nuestro amor a Jesús y a hacia todos. Gracias a Dios son cada día más
los cristianos que van adquiriendo la costumbre de leer en su casa los textos
que se proclaman en la Misa.
En este mes de Mayo, escuchado especialmente las indicaciones de María: “HACED LO QUE EL OS DIGA”, gravemos en nuestro corazón y en nuestra mente las palabras de Jesús: “QUIEN ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA”…
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