Hoy el Evangelio sitúa a Juan Bautista
en un marco histórico y geográfico para significar que la acción salvadora del
Mesías se realiza en el interior del tiempo y de la historia humana. Así el
tiempo se hace “tiempo de gracia” y la historia, “historia salvífica”.
Ahora es el tiempo de gracia, hoy es
historia salvífica para nosotros. Porque Dios sigue tomando la iniciativa en su
amor para con nosotros. Dios no olvida a su pueblo, a su criatura; se acuerda
siempre de él. Dios quiere a su pueblo como a un niño, por eso se conmueve ante
su esclavitud y sus sufrimientos.
Dios se acerca una vez más en nuestro
tiempo y en nuestra historia para liberarnos y regalarnos, sea el pueblo que
sea, o sea la persona que sea, la que sufre. ¡Quedan tantos pueblos, tantas
personas aún por liberar! También tú.
Dios viene y nos dejará:
-Libertad: Que significa vuelta del destierro, de
nuestras grandes y pequeñas esclavitudes, de nuestros extravíos…
-Alegría: Nada de lutos y aflicciones tontas, nada de
añoranzas y tristezas, pues los que lloraban, “vuelven cantando; los que
sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares”.
-Fortaleza: “Ponte en pie”. Palabra que tanto nos repite.
Levántate, no temas, se fuerte,… Dios quiere a sus hijos libres y confiados.
-Dignidad: Porque realmente el amor de Dios dignifica.
El amor de Dios nos levanta, nos promociona, nos hace crecer, pues el hombre es
su imagen y no puede estar de rodillas ante nada ni nadie. Solo ante Él.
-Divinidad: “Envuélvete en… la justicia de Dios” Hasta
ahí llega el amor de Dios, hasta hacernos participes de su propia naturaleza.
Nos reviste de su gloria y su piedad; nos colma de su Espíritu.
Ahora bien, toda esa obra buena que
Dios viene a realizar en nuestro tiempo de gracia y en nuestra historia,
requiere ACOGIDA. Y es la voz de la Iglesia, como antes fue la del profeta Juan
Bautista, la que nos urge:
“ELÉVENSE LOS
VALLES”. Que el Mesías no encuentre en nosotros
decaimientos, timidez, vacios, falta de fe. Así lo deseamos en la Misa al
decir “Levantemos el corazón”, pongamos
en pie la fe y la esperanza porque el Señor viene ya.
“DESCIENDAN LOS
MONTES”. Hay que hacer bajar el orgullo, la autosuficiencia, los egoísmos.
Tenemos montañas de egoísmos y apegos. Hay que bajar, bajar y vaciar, para que
pueda llegar a nosotros el Mesías.
“LO TORCIDO DE
ENDERECE, LO ESCABROSO SE IGUALE. Y nos torcemos cuando nos desviamos de la
verdad, cuando vivimos en la mentira, cuando nos dejamos seducir por halagos
del placer o del consumir.
Nos torcemos por el vicio y el engaño.
Hemos de enderezar nuestros caminos,
vivir en la verdad, ser sinceros, trasparentes. Pues solo los limpios de
corazón verán a Dios.
Será la forma de que todos vean hoy un
poco más la salvación de Dios. Será la forma de acoger y participar en la
gracia, en el amor, en la paz y en la salvación de Cristo, el Mesías. Si te abres a Él, si le escuchas, si le
aceptas, si le amas, el Mesías te amará, y entrará en tu casa y cenará contigo,
y ya se quedará contigo para siempre.
El
Espíritu Santo que fecundó las entrañas de la Virgen María, haga estos días la
obra de Dios Padre en todos y cada uno de nosotros, para que nazca su Hijo
Jesús y nos dé su vida divina. Digamos como María “SÍ” y que nazca Jesús.
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