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domingo, 4 de noviembre de 2012

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
INTRODUCCIÓN:     Queridos hermanos vivimos en un mundo convulso y en una sociedad diversa y plural, que evoluciona con cambios vertiginosos y profundos. Y esta realidad  nos puede llevar a cierta confusión en muchos aspectos. En estos momentos a todos nos interesa preguntarnos por lo esencial de la vida, por lo más importante que debemos hacer. También nosotros como cristianos nos cuestionamos por nuestra identidad, ¿qué es en el fondo ser cristiano?, ¿qué es lo más importante en la vida del cristiano?
II) PREGUNTA Y RESPUESTA: En el fondo esta es la pregunta que el letrado del Evangelio hace  a Jesús.  Al final dice que “nadie se atrevió a hacerle más preguntas”, pues,  el letrado había hecho la gran pregunta. La pregunta es, pues,  clara para todos.  Los problemas comienzan en las respuestas. Cada persona, cada grupo… desde su experiencia, tiene su respuesta.  A nosotros nos interesa saber la respuesta que da la Palabra de Dios y Jesús. Veamos
      El Pueblo de Israel tenía esta experiencia: Había sido liberado de la esclavitud de Egipto, había sido introducido  en una tierra nueva y libre: “tierra que manaba leche y miel…”  Había vivido una experiencia muy profunda: Haber sentido y experimentado la compañía, la fuerza, la acción poderosa de ALGUIEN que está más allá de todo; ALGUIEN que es el Señor de todos, alguien que le derramaba  vida y libertad, futuro, justicia y esperanza inagotables. Esta había sido la experiencia de Israel.
      Por ello reivindican y afirman: ESE ALGUIEN ES EL DIOS ÚNICO, PRESENTE EN LA VIDA, QUE MERECE SER AMADO CON TODO EL CORAZÓN Y TODA EL ALMA. Y QUE MERECE SER ESCUCHADO Y SEGUIDO.
     Por eso Israel repite constantemente: “Amarás al Señor, tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas” Y Jesús en el Evangelio repite y refuerza la tradición y la fe de Israel: AMAR A DIOS POR ENCIMA DE TODO Y SEGUIR EL CAMINO QUE NOS PROPONE.
     Sin embargo, Jesús introduce una novedad: Une en un solo mandamiento, el amor a Dios y al prójimo. También Jesús responde desde su experiencia vital: “Padre mío y Padre vuestro”  Dios es Padre, da vida y la mantiene… En consecuencia, hay que amarle y apegarse a Él, pues Él es tu vida. Y porque es Padre, todos somos hermanos y debemos amarnos como tales.
     De esta manera para el cristiano el amor es único. Amor a Dios, a Cristo y al hermano se confunden. Hay una auténtica correlación entre el amor a Dios  y el amor a los hermanos: el que ama a los hermanos, ama a Dios y el que no ama a los hermanos no ama a Dios.
     Queda claro: “Cuantas veces hicisteis eso a uno de mis humildes hermanos menores, a mí me lo hicisteis”.  Si alguno dijere: “Amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente; pues el que no ama al hermano al que ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve.”
     NOSOTROS: Esta es la experiencia y respuesta de Israel y de Jesucristo. ¿Es también nuestra experiencia, nuestra respuesta? ¿Es esto así para nosotros en la realidad de nuestra vida? ¿Entendemos así nuestro modo de vivir la fe cristiana?
      Debemos preguntárnoslo a menudo, pues tenemos la tentación de darlo por sabido este mandamiento y aferrarnos a aspectos más secundarios, que tiene su importancia, pero que desligados del amor, pierden su sentido
     EUCARISTIA: Cristo se ofreció a si mismo de una vez para siempre. No necesita ofrecer sacrificios. Así es también  el cristiano. Nos ofrecemos en cuerpo y alma a Dios y a los hermanos. Y así nos viene la vida.

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