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domingo, 26 de agosto de 2012

D. MANUEL, REFLEXIÓN

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO “B”
     “Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él”.
     Es la reacción, la actitud ante el discurso del Pan de vida… Muchos de sus seguidores se asustaron y “no volvieron a ir con Él”. ¿De qué se escandalizaron?
     El discurso  de Jesús es una presentación viva del núcleo de su misterio y de su mensaje. El se ha presentado como el que viene de Dios trayendo la Palabra y el Espíritu que pueden dar vida a los hombres. Sólo hay una manera de encontrar la vida: creer en Él. Esto significa participar de su donación hasta la cruz y la resurrección, comiendo su Carne y bebiendo su Sangre.
     La reacción de los oyentes resume la reacción ante Jesús: “Este modo de hablar es duro”. El Evangelio del amor que se entrega a los otros, que perdona, que lo da todo; el mensaje de una donación hasta la muerte es muy difícil. Lo fue para los primeros que lo escuchaban y lo es también para nosotros.
     Todos podemos experimentar la duda, bien sobre el amor de Dios, sobre la resurrección de Jesús… Sin embargo, la duda más radical, es la duda sobre la vida. ¿Realmente es mejor darse que poseer? ¿No será un gran engaño ser fiel al amor y el perdón sin buscar el interés propio? Eso de no agarrarse a nada, de buscar realmente la justicia, de no prestarse a corrupciones, ¿no será idealismo ingenio y ridículo? Estas son las dudas vivas y punzantes sobre el mensaje y el misterio de Jesús, que vivió el Espíritu de Dios hasta la muerte y encontró así la Vida de la resurrección.
Jesús repite: “La carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida”. La carne, es decir, el cerrarse y el egoísmo, no sirve para nada; lleva a la perdición y a la muerte. La opción es decisiva: seguir la Palabra y el Espíritu de Jesús o cerrarse.
     “…Muchos se echaron para atrás”. Es la reacción negativa. Buscaban en Jesús otra cosa, no era el lenguaje que esperaban. Nosotros  difícilmente tendremos que hacer una declaración expresa de fidelidad a Jesús. Sin embargo, la vida de cada día, en cambio nos pide en cada momento una declaración viva. La familia, el trabajo, la participación en el proceso social, la honestidad en los negocios, la actitud ante el paro,  las mil ocasiones para romper el diálogo, la reacción ante nuestra pequeña dignidad ofendida… La vida real, con su complejidad, nos va proponiendo una decisión. Decidir según el Espíritu del Señor, a veces sin ser muy conscientes de ello, es seguirlo; decidir por el egoísmo, el olvido de los demás o la honestidad, es negarlo y abandonarlo.
     “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna” Es la decisión positiva de Pedro y de los que se quedan con Jesús. Es verdad que hay dudas, conciencia de la propia debilidad, oscuridad, pero se acaba en la última resolución: nosotros creemos; solo tu lenguaje sobre el amor, la paz, el perdón, la pobreza, es la Verdad. La decisión personal no se puede ahorrar a nadie. Actualmente está muy viva entre nosotros la conciencia de las defecciones, del abandono de la Iglesia, de la fe por parte de muchos, también de personas que amamos, pero la decisión de la fe viva en el mensaje del Evangelio  es personal, de cada uno… 
Hermanos, es hora de personalizar nuestra fe, de vivir en alianza de fidelidad con nuestro Señor, que nos ha sacado de las tinieblas y nos ha trasladado a su luz maravillosa. Que nos ha dado la libertad y nos ha sentado a su mesa.
     Señor Jesucristo, ¿a quién iremos? Sólo tu tienes palabras de vida eterna. Te damos gracias por este regalo que nos haces de la Santa Eucaristía, en la que nos alimentas con tu Cuerpo entregado y nos das a beber del cáliz de tu Sangre. Que el Padre de la Gloria ilumine el corazón de todos los que escuchan tus palabras para que sean atraídos hacia ti y puedan seguirte.
     A ti, Señor Jesús, al Padre y al Espíritu sean dados el honor, la alabanza y la gloria por los siglos de los siglos. Amén 

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