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domingo, 13 de noviembre de 2011

D. MANUEL, DOMINGO XXXIII T. ORDINARIO “A” DIA DE LA IGLESIA

En estos Domingos últimos del año litúrgico, como si fueran el atardecer de una jornada de trabajo, la Palabra de Dios nos recuerda el fin hacia el que camina la humanidad y cada uno de nosotros. Las lecturas nos han hablado hoy del trabajo que debemos realizar para no encontrarnos, a final de la jornada, con las manos vacías.
1ª lectura: Es en el trabajo sencillo de cada día, en el que debemos dar respuesta al don del amor de Dios. Y se nos ha presentado un claro ejemplo: es el elogio de la buena esposa. Las circunstancias actuales son muy lejanas a las del tiempo en que fue escrito, pero no es difícil traducirlo.
2ª Lectura: San Pablo nos ha hablado del “Día del Señor”, del día de su retorno, de nuestro encuentro con Él. Ni San Pablo sabía, ni nosotros sabemos cuándo será. Pero lo que importa es nuestro modo de vivir confiadamente constantes en el servicio al Señor.
Evangelio: Como en la parábola de las diez vírgenes, que escuchamos el domingo pasado, en la parábola de hoy hayamos la urgencia de una preparación atenta y responsable para el día de la venida del Señor, cuando pedirá cuentas de nuestra vida. Nos invita a preguntarnos sinceramente: ¿Cómo estamos administrando sus bienes?, Que hago yo por nuestra Iglesia, ¿qué hago del talento de la fe?, ¿lo escondo en mi conciencia para guardarlo solo para mí?, ¿cómo me arriesgo y me comprometo, ayudando a la Iglesia en la misión que le ha confiado el Señor?... El empleado inútil de la parábola es aquel que no se ha asociado con entusiasmo y dedicación al negocio de su Señor y, por eso, se encuentra con las manos vacías ante Dios. Ojalá que un día nos pueda decir el Señor: “Has sido un siervo fiel y cumplidor, te daré un caro importante, pasa al banquete de tu Señor”. Tú tienes la palabra. Gestiona bien los talentos recibidos de Dios y pídele su gracia.

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