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domingo, 30 de octubre de 2011

D. MANUEL, PARA LA REFLEXIÓN, DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO “A”

DIOS NOS LLAMA A VIVIR COMO HERMANOS
“Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros…” Estas entrañables y comprometidas palabras del Salmo proclamado hoy, expresan los fundamentos del mensaje de salvación de nuestro Señor Jesucristo: LA HUMILDAD Y EL AMOR. Las falsas apariencias, la soberbia, la altanería, el orgullo no son del agrado de Jesús, pues lo que hemos de buscar ante todo es la gloria de Dios, como servidores de Dios y de los demás.
Por ello el modo de realizar cualquier ministerio, cualquier servicio con “autoridad” será sin hipocresía ni de modo interesado. De ahí que en la primera lectura, el Señor amoneste con dureza a los sacerdotes de su tiempo por su mal ejemplo: “Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví, dice el Señor de los ejércitos”.
El Evangelio nos habla de las severas palabras que Jesús dirige hacia los escribas y fariseos, un tema delicado, el contencioso entre Jesús y los escribas y fariseos, porque estos “dicen, pero no hacen…Todo lo que hacen es para que los vea la gente”. Un defecto que, en ocasiones, acude a la vida de quienes ejercemos alguna responsabilidad, como es el decir y no hacer, no hacer las cosas que decimos que hagan los demás. Entonces, recordamos el dicho popular: “Obras son amores y no buenas razones”.
El Señor Jesús no está de acuerdo con estos comportamientos, y por eso dice a la muchedumbre: “En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos; haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis..”
“Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente, pero no están dispuestos a mover un dedo para empujar”. Un ejemplo del mal ejercicio de la autoridad, cuando se vuelve opresora generando desconfianza y hostilidad y no con actitud de servicio, mirando a toda persona y a este mundo con los ojos del corazón. Así nos lo dice el papa Benedicto XVI: “El programa del cristiano, el programa de Jesús, es un corazón que ve. Este corazón ve donde se necesita amor y actúa en consecuencia” (Deus caritas est, nº 30).
“Todo lo que hacen es para que los vea la gente… Alargan las filacterias… Les gustan los primeros puestos… Que les hagan reverencias… Y que la gente les llame ‘maestro’”. Buscando la aprobación de los demás, lo cual genera dependencia y, a la vez, falta de libertad.
El Corazón de Jesús nos pone en guardia contra estos comportamientos, y nos da criterios claros: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno sólo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos”. Lejos de buscar títulos y honores. “Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre”. El Señor nos invita a una vida fraterna, pues todos somos hermanos y hemos de procurar vivir y generar cada día más vínculos de fraternidad. Sin considerarnos superiores a los demás, con la sencillez cristiana y apostólica de Pablo: “Hermanos, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos”. Nuestra tarea será, pues, buscar a todas horas la gloria de Dios siendo justos y misericordiosos, conscientes de que Dios no lleva en sus manos.

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