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domingo, 31 de julio de 2011

D. MANUEL, PARA LA REFLEXIÓN

Los cristianos cada fin de semana hacemos realidad estas palabras del Salmo: “Los ojos de todos te están aguardando, Tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente”.
Sí, nuestra reunión dominical es la expresión de que nuestra mirada esperanzada está en el Señor. Pues en ella recibimos el alimento que nos da la vida. Alimento por la Palabra y por la Eucaristía.


1.- El Señor nos invita: “VENID Y COMERÉIS BIEN”
Los judíos vivían la amarga experiencia del exilio, momentos difíciles, como nos ocurre a nosotros cuando vemos que muchos de nuestros afanes son inútiles, que vivimos ocupados en cosas que no conducen a nada. Y es en esos momentos cuando advertimos la necesidad de purificarnos interiormente, y nos damos cuenta de que nuestro corazón es demasiado grande para que pueda saciarlo nada ni nadie, excepto aquel que nos ha creado y aquello para lo que nos ha creado: Dios y su amor.
Por eso Él nos exhorta: Hay un pan que da la vida, que es bueno y que tiene el mejor de los sabores. Se trata de ir, de aproximarse a Dios. Él tiene, Él da la vida. Y nosotros, sabedores de que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, nos acercamos al Señor con la mayor de las sinceridades. A su lado encontramos la fuerza, la alegría y la paz. Él nos da una vida llena de sentido y la capacidad de asumir con esperanza las dificultades en nuestro exilio personal.
Y nosotros vamos a Cristo, sabedores de que la vida se encuentra en Él: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
¡Con qué alegría y con qué delicadeza hemos de recibir el Cuerpo del Señor! En este Sacramento está la vida. Por eso, valoramos la celebración dominical que mantiene y fortalece nuestra vida cristiana semana tras semana.


2.- UNIDOS A CRISTO: Viviendo de esta fuente, ¿quién podrá apartarnos del amor de Cristo? San Pablo nos dice: “Nada ni nadie”. Nuestra vida está llena de contratiempos, dificultades, inseguridades, miedos, incertidumbres, peligros, persecuciones…muerte. En medio de tantas tribulaciones, ¿dejaremos lo único que puede ser nuestra fuerza y el ancla que nos asegura mantenernos con dignidad?
La experiencia del amor de Dios en Cristo es tan obvia y clara que es imposible abandonar nuestra fe. Hoy en nuestra meditación y plegaria hemos de decir al Señor que NADA SERÁ CAPAZ DE ALEJARNOS DE ÉL. Plegaria que desde nuestra pobreza y humildad se convierte en SÚPLICA.


3.- Y esta experiencia vital de cada semana (la mesa de la Eucaristía) nos capacita y nos abre a la caridad, a la entrega a favor de los que sufren. Nos abre los ojos como a Jesús; nos hace ser conscientes de la realidad y nos impulsa a dar una respuesta práctica: “DADLES VOVOTROS DE COMER”. Pondremos a disposición de todos los que somos y tenemos y daremos gratis lo que recibimos gratis.

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