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sábado, 16 de julio de 2011

D. MANUEL, PARA LA REFLEXIÓN

La Palabra de Dios destaca hoy sobremanera la Misericordia de Dios. Misericordia que se traduce en paciencia y en otorgar oportunidades nuevas a las personas. Actitudes que sus hijos hemos de vivir e imitar: La grandeza de nuestro Dios y la nuestra es precisamente esa: ser bueno y clemente, lento a la cólera y rico en clemencia.
CIZAÑA Y TRIGO JUNTOS
La parábola nos pone de relieve el tema del mal, una realidad dura y permanente en la vida humana. Ante él, ante el mal tendemos a ser intolerantes y radicales: suprimir la cizaña y encontraríamos mil razones…
Dios, sin embargo, resuelve el problema con su misericordia, convertida en paciencia: Es decir, en sentimiento e inclinación hacia el pecador; con amor que quiere mover la libertad hacia la elección de la bondad…
Esta actitud de Dios nos invita a:
A) Tener siempre ganas, deseos de comprender, e incluso de disculpar a aquellos que actúan mal de una manera evidente. ¿Qué les debe haber llevado a esta situación?
B) A tener la capacidad de aprender de los que piensan o actúan de una manera diferente a la nuestra, que con toda seguridad, tienen muchas cosas buenas.
EL JUICIO DEFINITIVO DE DIOS
Solo Dios, al final de todo, hará la criba. No nos corresponde a nosotros hacerla. Cada persona tiene que responder a Dios con su conversión y con su ayuda a sus hermanos con verdadera caridad.
LIBERARSE DE LA IMPACIENCIA
Hemos de purificarnos de la impaciencia, pues tendemos a ser precipitados, impacientes y exigentes con nuestro afán de resolver los problemas de golpe y rápidamente. Como nunca hemos de sentirnos hoy llamados a practicar la paciencia que no es una virtud pasiva o estática, sino activa y eficaz. Como nuestro Dios que es paciente, da tiempo al tiempo, y se las ingenia para hacer que la espera esté llena de llamadas y de gracias (de amor graciosos. La paciencia es una espera amorosa.
He de amar a los de… con su manera de ser y de obrar. He de aceptar las deficiencias… de las personas con las que colaboro… Y todos hemos de pedir ser más pacientes. La paciencia es uno de los dones más grandes. Cristo nos da ejemplo de paciencia suma.
Por otro lado, el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad, intercediendo con gemidos inefables. Él es el que nos puede dar la fortaleza de la paciencia, el buen humor, para mirar con menos ira… las miserias de nuestra humanidad. El Espíritu Santo hará como hizo en María que nuestro mundo sea un cielo nuevo y una tierra nueva.

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