ASCENSIÓN DEL SEÑOR Y MISIÓN DE LA IGLESIA
La Ascensión forma parte del Misterio Pascual de Cristo que lo constituye su Muerte, Resurrección y Ascensión al Cielo. Cristo se elevó al Cielo y volvió al Padre para sentarse a su derecha, interceder por nosotros y llevarnos hasta Él. La Ascensión de Cristo no es una despedida, sino una proclamación solemne de su triunfo y un nuevo modo de estar entre los suyos.
Este Misterio da lugar, pues, a un nuevo tipo de su presencia vinculado al misterio de la Iglesia y a la acción del Espíritu Santo y del creyente. De ahí que la Ascensión del Señor, su Glorificación, conlleva la promesa del Espíritu Santo, que convertirá a los discípulos en testigos de la salvación hasta los confines del mundo, y conlleva también la presencia del Resucitado en su Iglesia para hacer comunidad de vida y salvación.
Como es lógico la comunidad cristiana post-pascual necesitó de un tiempo para reforzar su fe incipiente en el Resucitado. La Ascensión es el fin de su visibilidad y abrió las puertas a un nuevo tipo de presencia. Sin embargo, el Señor glorificado continúa su acción en los que creen en su Palabra y se dejan llenar del Espíritu. Así el cristiano es lo que es, por el don de la gracia y de la presencia permanente de Cristo en su vida por la acción del Espíritu Santo.
¿Cómo podemos ser testigos de la salvación? ¿ Cómo podemos anunciar el Evangelio a todas las gentes y crear lazos de unión entre todos los hombres y con Dios? Gracias a la acción del Espíritu Santo que actúa en el corazón de la Iglesia a través de los Sacramentos. Demos gracias a Dios por la Glorificación de Jesucristo, que es nuestra glorificación y dispongámonos a recibir El Espíritu Santo, que realizará la obra de su amor en la Iglesia, en cada uno de nosotros.
La Ascensión forma parte del Misterio Pascual de Cristo que lo constituye su Muerte, Resurrección y Ascensión al Cielo. Cristo se elevó al Cielo y volvió al Padre para sentarse a su derecha, interceder por nosotros y llevarnos hasta Él. La Ascensión de Cristo no es una despedida, sino una proclamación solemne de su triunfo y un nuevo modo de estar entre los suyos.
Este Misterio da lugar, pues, a un nuevo tipo de su presencia vinculado al misterio de la Iglesia y a la acción del Espíritu Santo y del creyente. De ahí que la Ascensión del Señor, su Glorificación, conlleva la promesa del Espíritu Santo, que convertirá a los discípulos en testigos de la salvación hasta los confines del mundo, y conlleva también la presencia del Resucitado en su Iglesia para hacer comunidad de vida y salvación.
Como es lógico la comunidad cristiana post-pascual necesitó de un tiempo para reforzar su fe incipiente en el Resucitado. La Ascensión es el fin de su visibilidad y abrió las puertas a un nuevo tipo de presencia. Sin embargo, el Señor glorificado continúa su acción en los que creen en su Palabra y se dejan llenar del Espíritu. Así el cristiano es lo que es, por el don de la gracia y de la presencia permanente de Cristo en su vida por la acción del Espíritu Santo.
¿Cómo podemos ser testigos de la salvación? ¿ Cómo podemos anunciar el Evangelio a todas las gentes y crear lazos de unión entre todos los hombres y con Dios? Gracias a la acción del Espíritu Santo que actúa en el corazón de la Iglesia a través de los Sacramentos. Demos gracias a Dios por la Glorificación de Jesucristo, que es nuestra glorificación y dispongámonos a recibir El Espíritu Santo, que realizará la obra de su amor en la Iglesia, en cada uno de nosotros.
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