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lunes, 20 de junio de 2011

D. MANUEL, PARA LA REFLEXIÓN

DIOS ES AMOR, NO ES UN SER SOLITARIO

La soledad es el gran temor del hombre moderno, el enemigo número uno de nuestro tiempo. Alguien ha dicho que “nunca el hombre ha estado tan junto y tan sólo a la vez”.
Sin embargo, el hombre ha nacido para vivir en comunidad: “No es bueno que el hombre esté solo”, se dijo Dios para sí y nos creó hombre y mujer, y nos invitó a procrear, a fundar una familia. Por eso, cuando observamos nuestra historia personal, vemos que somos una “historia de relaciones”. Cada uno podemos decir “yo”, porque existe un “tu”, y su relación hace posible pronunciar el plural: “nosotros”.

De Dios solemos decir que es “Amor”, y proclamar que Dios es Amor es denunciar la soledad. Porque el amor, si es auténtico, necesita manifestarse en relación amorosa. Dios es Uno pero no soledad. Dios es Padre, Hijo y Espíritu. “Tres personas distintas y un solo Dios verdadero”, aprendimos en el Catecismo. El Misterio trinitario es un Misterio de relación. La Unidad de Dios se desborda en relaciones amorosas que nos revelan a Dios como Padre, como Hijo, y como Espíritu. Es el Misterio de la Santísima Trinidad que conmemoramos hoy.

Normalmente solemos vivir en la superficie de las cosas. Pero cuando ahondamos en nuestras experiencias, vemos que todo es distinto. Lo normal es que el hombre no es la soledad: el hombre si es imagen de Dios, y así lo creemos los cristianos, tiene que ser imagen de Dios amor, del Dios que es relación amorosa. Somos sus hijos, y por ello nos identificamos con una señal trinitaria: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu”. Esta imagen de Dios en nosotros, nos empuja a crear un mundo nuevo: un mundo de amor, un entramado de relaciones que conviertan todas las soledades en una comunidad de hermanos.

Desde la Resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios, “el amor de Dios derramado en nuestros corazones, nos hace gritar con fe y esperanza: Padre nuestro”. Y esta expresión tan genuinamente humana, porque es de inspiración divina, es fruto de la acción del Espíritu en nosotros, que nos hace hijos de Dios.
Hoy Dios, en el Misterio de la Trinidad, nos trasmite una gran noticia: ¡nadie esta solo!

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