DOMINGO
SEGUNDO DE PASCUA “C”
DOMINGO
DE LA DIVINA MISERICORDIA
Queridos hermanos, con la
celebración de hoy culminamos la Solemnidad de la Octava de Pascua. El Día en
que actuó el Señor: Su nueva creación en Cristo que todo lo hace nuevo
por el Espíritu.
EL MILAGRO DE LA PASCUA.
Jesús resucitado podía
haberse manifestado espectacularmente, para que todos cayeran de rodillas ante
Él. La resurrección de Jesucristo podía haber llegado a ser un hecho histórico,
como su muerte, y la noticia hubiera dado la vuelta al mundo en pocas horas.
¿Quién se hubiera podido resistir ante una prueba semejante de poder y de gloría?
Pero el que no bajó de la
cruz, tampoco apabulló a sus enemigos. La experiencia de Jesús resucitado se vive
desde la fe, nunca desde la curiosidad o el deseo. Además Cristo no quiere
seguidores vencidos, sino convencidos; no acepta creyentes obligados, sino
libres.
Sin embargo hubo un milagro que
estuvo a la vista de todos: La transformación realizada en los discípulos,
inexplicable según todas las leyes. Aquellos hombres acobardados se llenan de
audacia; tristes, se encienden de gozo; desencantados, se entusiasman;
desunidos, logran la más profunda comunidad. Aquellos discípulos estaban
muertos y resucitan. Esta resurrección sí es verificable. ¿Quién la puede
explicar? ¿De dónde les viene a aquellos discípulos apagados aquella energía
luminosa que iluminó el mundo, aquel fuego que incendió la tierra?
EL TOQUE DEL ESPIRITU.
Todo el cambio se debe a
la presencia del Resucitado y al toque de su Espíritu. Los discípulos
revivieron porque Cristo volvió a la vida; los discípulos se fortalecieron,
porque Cristo les transmitió su Espíritu; se unieron porque Cristo los amó.
DIVINAS PRESENCIAS
Este es el milagro pascual
continuado. Cuando Cristo resucitado se hace presente, lo ilumina y transforma
todo. Los primeros discípulos estaban mortalmente heridos por la duda, el
desencanto, el miedo y la tristeza. Y vemos cómo Jesús los cura con las
medicinas de sus llagas y su Espíritu: “Trae
tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado” ¿Qué
fuego experimentaría Tomás?
Y por si fuera poco: “Recibid el Espíritu Santo”. Es como
meter la hoguera dentro de cada uno. No cabe más generosidad, más paciencia,
más amor por parte de Cristo. El gesto de Jesús es realmente impresionante.
Este gesto recuerda el aliento de Dios Creador sobre el cuerpo del hombre. El
aliento de Jesús sobre los discípulos alude a una donación de la vida íntima de
Jesús; al darles su Espíritu, se está dando a sí mismo, les está dando lo mejor
de sí mismo, les hace partícipes de su vida nueva, les recrea, les hace
resucitar.
CRISTO VIVE
Este milagro pascual se
repite cada vez que Jesús se hace presente, siempre que se siente su cercanía.
El nos sale a nuestro encuentro cuando vamos de camino, o nos sentamos a la
mesa, o partimos y compartimos el pan, o leemos la Escritura, o atendemos a un
enfermo, o rezamos en casa, o visitamos al Santísimo, o paseamos por el
campo... siempre que queremos. Cuando se hace presente desaparecen las dudas,
los miedos, las tristezas; crece la paz, el amor, y la fuerza del Espíritu. Y
no cabe duda. Es Él. Cristo vive.
ANTE SUS LLAGAS
Deberíamos todos caer de
rodillas. Quiso conservarlas abiertas, gloriosas. Son para nosotros:
-
Trofeos de combate.
-
Memorial del amor más grande.
-
Signo de amistad.
-
Experiencia de autenticidad.
-
Canales de gracia.
-
Oración permanente.
LAS LLAGAS DE CRISTO HOY
También hoy podríamos hablar
de las llagas gloriosas de Cristo: los mártires de nuestro tiempo. Los
cristianos que se desviven en el cuidado de los enfermos... Los mismos enfermos
que ofrecen sus dolores, unidos a Cristo para la salvación...
¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!
Que nuestro encuentro con
Jesús hoy, venza nuestros miedos y disipe nuestras dudas para ofrecer a
nuestros hermanos, los hombres de hoy, nuestro testimonio de amor…, y también
puedan aclamar a Jesús con nosotros, diciéndole “¡Señor mío y Dios mío!”
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