DOMINGO V DE
CUARESMA “C”
Queridos
hermanos: Nos acercamos a la Semana Santa, a la Semana Grande de los
cristianos para CELEBRAR LA PASCUA DE NTRO. SR. JESUCRISTO., su paso de la
muerte a la vida y con Él todos nosotros.
Aún esta semana
seguimos haciendo nuestras las palabras del Maestro: “El que quiera ser
discípulo mío que cargue con su cruz y me siga”; “el que quiera ganar la vida
que la pierda”. Así pues, seguimos
al Señor, somos cristianos, y vamos con Él a dar muerte al Príncipe de este
mundo, a Satanás, al pecado... para vivir en la libertad gloriosa de los hijos
de Dios. Renovemos y actualicemos nuestro bautismo; pongamos a punto nuestra
vida cristiana…
En un mundo lleno
de violencias y de odios, cansados por el egoísmo y la soberbia humana... La Palabra de Dios proclamada, sobre
todo el Evangelio es una bocanada de aire fresco, un mensaje nuevo y lleno de
esperanza, de gozo y de vida para todos: “No recordéis lo de antaño, no
penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo
notáis?” En medio del desierto y la soledad, el Señor abrirá un camino,
ríos en el yermo, para que avance, beba su pueblo y tenga vida. El salmo evoca esta misma vida
renovada: no es un sueño, es una realidad. Los llantos y las lágrimas se han
convertido en alegría, gritos y risas. “El Señor ha estado grande con
nosotros y estamos alegres”.
Y la realización
de su grandeza se plasma tanto en el Evangelio proclamado como en la imagen
impresionante de Jesús muriendo por nuestros pecados: “Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen”. Es el mensaje del perdón, de la comprensión,
de la misericordia infinita de Dios para la humanidad pecadora, representada en
la mujer adultera. Es la imagen de Jesús que nos responde a la pregunta de qué
es el perdón, la misericordia y el
verdadero amor.
No sólo un abrazo o
una mano que se te tiende. Es, sobre todo, un don de Dios que se recibe de Él y
de los hermanos. Perdón, misericordia, amor que todos necesitamos, pues todos
estamos manchados, somos imperfectos y limitados. Y esta es la novedad y la
grandeza que trae Cristo: El perdón y la misericordia.
“Tampoco yo te
condeno. En adelante no peques más”. Escandalosa carga de amor. Jesús
“sereno, recogido, pensativo” entra en la situación histórica y concreta de la
mujer, y da una sentencia definitiva y válida para todo el género humano: Nunca
ni nadie puede condenar, porque todos somos pecadores...
Y ¿Tú, Señor? El
justo, el inocente, ¿cuál es tu postura? Yo no condeno... yo no he venido a
condenar. Y sigue...
¡Pobrecilla!
Tiene un fardo tremendo sobre ti, ponlo sobre mis espaldas. Yo pagaré por él y
por todo. Una persona vale más...
La mujer lloraría
tras oír esta sentencia, pues no sólo quedó libre, sino que quedó purificada.
Las palabras, el amor de Jesús fueron como un fuego que quemaba sus manchas y
encendía su corazón. Y se fue cantando un himno de libertad.
Consecuencias:
No es horrible caer en las manos de Dios. ¡Qué va! Lo horrible es caer en las
manos de los hombres. Caer en las manos de nuestro Dios es lo mejor que nos ha
podido suceder... Cristo, con su vida en debilidad, con su pasión y su muerte
nos libera y nos salva. Carga con el peso de los pecados de la humanidad; expía
por ellos, aceptando el dolor y la muerte humillante en la cruz: “el tomó nuestras flaquezas y cargó con
nuestras maldades”
Así fue y así es.
Cristo se hace presente, se hace débil... Así está con nosotros, así nos ayuda
por su solidaridad radical con nuestra condición humana. Dios escoge no el
camino fácil del triunfo, sino el duro, el áspero (verdadero) del fracaso
aparente, del dolor y la muerte. Cristo es Dios sufriente que ha asumido el
abandono del hombre, su incomprensión, su injusticia.
Aquella mujer ha pasado
de la muerte a la vida. Gracias al perdón y a la misericordia de Jesús, la
mujer adúltera ha pasado de ser condenada a ser salvada. Buena imagen, pues,
del paso de muerte a vida que todos estamos llamados a vivir siguiendo los
pasos de Jesús. Y el perdón lleva al cambio, a la conversión: “¿Ninguno te
ha condenado? Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. Permanecer
en mi amor…
Y San Pablo lo refuerza: “Todo lo estimo
basura, con tal de ganar a Cristo”... Nada ni nadie nos podrá separar de su
amor... El mayor de los tesoros…
Maria, su Madre y
nuestra Madre es corredentora. La Virgen María, unida en todo a su Hijo Jesús,
sentirá la espada del dolor a lo largo de toda su vida en forma de angustia,
destierro, persecución, incomprensión, pérdida de su Hijo, soledad... Como
Madre de los pecadores, que nos acerque a Jesús, y Él nos dará la vida…
Cada Eucaristía es una Pascua concentrada:
Cristo mismo ha querido hacernos participes de la fuerza salvadora de su
entrega en la cruz, haciéndose alimento para nuestro camino…
DOMINGO V DE CUARESMA. CICLO
“B”. FIESTA DEL NAZARENO Y DEL CRISTO DE LA EXPIRACIÓN
Sr. Presidente de la Agrupación Arciprestal de
Cofradías. Hermano Mayor y Junta de
Gobierno de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno… Del Santísimo Cristo de
la Expiración… Queridos cofrades y hermanos.
Todos los años con la Fiesta
en honor a vuestros Titulares, nos acercamos a la Semana Santa, a la Semana
Grande de los cristianos, para CELEBRAR LA PASCUA DE NTRO. SR. JESUCRISTO, su
paso de la muerte a la vida y con Él todos.
También este Domingo celebramos el Día del Seminario con el LEMA: “PADRE
Y HERMANO COMO SAN JOSÉ”. La Iglesia nos presenta una de las preocupaciones más
hondas que laten en su corazón de Madre: Las vocaciones al sacerdocio escasean
y el pueblo de Dios necesita buenos sacerdotes, que vayan delante de su rebaño
y lo conduzcan en medio de este mundo. Que sean prolongadores de la obra del
Buen Pastor, Jesucristo.
Aún esta Semana seguimos
haciendo nuestras las palabras del Maestro: “El
que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi
servidor, a quien me sirva el Padre le premiará”. Así pues, seguimos al Señor, somos
cristianos, y vamos con Él a Jerusalén a dar muerte al Príncipe de este mundo,
a Satanás, al pecado… para vivir en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Renovaremos y actualizaremos nuestro bautismo; pondremos a punto nuestra vida
cristiana… Abandonaremos nuestro pecado y viviremos la alegría de nuestra fe. TODO
ELLO, PORQUE…
Se cumplirá la promesa que en su día realizó Dios por
medio del Profeta Jeremías: “Mirad que
llegan días en que haré... una alianza nueva. Meteré mi ley en su pecho, la
escribiré en sus corazones”. Esta Alianza será definitiva, no quedará
grabada en unas tablas de piedra, sino en los corazones. Por eso, hemos pedido
repetidamente: “Oh Dios, crea en mí un
corazón nuevo”.
Esa Nueva Alianza, definitiva la selló Cristo Jesús con su sangre
en la Cruz, con su muerte. (El Cordero de Dios). Aquellos días de que habla
Jeremías, son los días de Jesús de Nazaret, como nos dice San Pablo. “Cristo, en los días de su vida inmortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte...” Y en
el Evangelio se nos habla hoy de la “Hora” de Jesús, refiriéndose a los días de
su Pasión-Muerte y Resurrección; es decir, a los días de su glorificación, de
su paso de este mundo al Padre; y con Él todos nosotros.
Ahora sí, ahora
tenemos uno... Tenemos un mediador, un pontífice totalmente solidario con
nosotros, que no es extraño a nuestra historia, que sabe comprender nuestros
peores momentos de crisis, de dolor, de duda, de fatiga...
Los ha experimentado
Él mismo en su propia carne. Solidarizándose con la humanidad hasta la cruz,
hasta la muerte, ha hecho suyo el castigo que merecían nuestros pecados; y “se ha convertido para todos los que le
obedecen en autor de salvación eterna”.
EL GRANO DE TRIGO
QUE MUERE DA FRUTO. Sin embargo la Cruz no es la última palabra. El amor total
(desvivirse) hasta la muerte tiene un sentido profundo de fecundidad. Jesús
mismo nos lo ha explicado: “Si el grano
de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Pero si muere, da mucho
fruto”. Ese es el camino de salvación que Cristo ha elegido. El único
camino que vale la pena seguir y que trae consigo la vida, la felicidad, la
plenitud, aunque cueste. Ejemplos… El otro, los otros... “El que se ama a sí mismo, se
pierde…”.
Consecuencias:
Celebrar la Pascua es pasar de lo viejo a lo nuevo, de la muerte a la vida.
Celebrar la Pascua supone renunciar al pecado y abrazar con decisión el estilo
de vida de Jesucristo, e ir interiorizando, personalizando, la Alianza de Dios.
Y este proceso comporta la mayoría de las veces lucha, dolor, sacrificio,
conversión a los caminos de Dios, señalados en el Evangelio, y que muchas veces
no son los de este mundo.
El mejor fruto de
la Pascua es que se note en nosotros el cambio de estilo de vida. En la noche
de la Vigilia Pascual, la celebración principal del año para los cristianos,
recordando nuestro bautismo, renunciaremos explícitamente al pecado... y
profesaremos nuestra adhesión a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo y a su
Iglesia. Hemos de concretar nuestras renuncias y nuestra adhesión a Cristo.
Cada Eucaristía es una Pascua
concentrada: Cristo mismo ha querido hacernos partícipes de la fuerza salvadora
de su entrega en la Cruz, haciéndose alimento para nuestro camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario