ºDOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA. CICLO “C”
Queridos hermanos:
Desde el Miércoles de Ceniza, hace doce días, los cristianos estamos caminando
con Jesús hacia Jerusalén donde vamos a morir y a resucitar con Él:
Celebraremos la Pascua cristiana, dando muerte al pecado y viviendo ya en
gracia para Dios y los hermanos...
Y hacemos este camino, que es la
Cuaresma, escuchándolo, poniendo nuestros ojos y nuestro corazón en Él,
pues Cristo es nuestro Maestro, nuestra Verdad, la Palabra definitiva de Dios
Padre, su Hijo predilecto. Intentamos ser también como Él verdaderos hijos de
Dios, renovando nuestra vida. Seamos conscientes de ello.
En la Palabra de Dios
proclamada hemos contemplado la figura de Abraham como modelo de fe y
de fidelidad a los planes de Dios. No le resultó nada fácil a Abraham
cumplir la misión que Dios le encargaba: Tuvo momentos de miedo, le tentó la
duda... Pero se fió de Dios y fue fiel a su misión...
También a nosotros puede ser que
nos vengan dudas, desánimos y, alguna vez, la noche oscura y el terror...
Intentamos ser buenas personas, seguidores de Jesús, pero seguro que en nuestra
vida alguna vez “se ha puesto el
sol”... Tal vez ahora; y nos ha invadido el desánimo, la desilusión...
¿Dios para qué?
Imitando a Abraham, hemos de
ser fieles a Dios no sólo cuando todo es fácil, sino también en momentos de
contrariedad y cuando nos tientan las mil voces de este mundo. Poner ejemplos
concretos...Míos y de otros. ¿Qué hacer?
Al no ver resultados, que sólo responden minorías..., lo más fácil es
abandonar, desertar, evadirse, no complicarse...
Como a Pedro, a Santiago y a Juan,
es el mismo Cristo, nuestro Maestro, quien nos indica mejor el camino que
hemos de seguir. Ellos también estaban cansados y no acababan de entender
el programa de salvación y de vida de su Maestro. No entendían qué sentido
podía tener la Cruz en su programa, su padecer, los azotes. No entendían
Sin embargo la Transfiguración les
animó a su seguimiento: Así lo recoge la oración del Prefacio de hoy: “Después de anunciar su muerte a los
discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloría, para
testimoniar que la pasión es el camino de la resurrección”.
También a nosotros nos conviene recordar
que el desierto de la Cuaresma: la oración, el sacrificio, la caridad..., tiene
como meta la alegría de la Pascua. Que la noche siempre tiene aurora, que
la Cruz no es meta sino medio. Que no son ni serán vanos nuestros esfuerzos por
vivir según Cristo, en medio de un mundo que no nos ayuda
Así pues, recuperemos hoy la
esperanza, la ilusión la valentía de ser fieles al seguimiento de
Jesucristo en medio de nuestras dificultades y cruces, en el trabajo, en la familia,
en el estudio, en las relaciones, en el apostolado...
Como lo fue Pablo. ¡Cuántas
veces dio él testimonio de su fidelidad a Cristo en medio de persecuciones,
azotes, y prisión, y finalmente el martirio!
Hoy
se queja de que “hay muchos que andan
como enemigos de la cruz de Cristo, y su paradero es la perdición... Solo
aspiran a cosas terrenas... Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del
cielo”,
Nos ofrece el testimonio valiente
de su verdadera transfiguración al modo y manera de su Maestro, Jesucristo.
Cada vez que celebramos la
Eucaristía, escuchamos al Maestro, que nos ha enviado Dios: “Este es mi Hijo, escuchadle”. Él es
quien nos va enseñando el camino que nos lleva a la salvación, y nos anima en
nuestra vida de fe.
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