DOMINGO
PRIMERO DE CUARESMA CICLO “C”
Queridos hermanos:
El
miércoles comenzamos la Cuaresma. Hoy es el primer Domingo, tiempo de gracia y
de conversión. El Espíritu nos conduce al desierto con la intención de que el Amado
nos hable al corazón. No perdemos de vista que caminamos hacia la Pascua, para
renovar nuestra fe, para renovarnos interiormente y llevar una vida nueva, allí
donde cada uno actúe y viva.
Apenas nos hemos encontrado con el Señor, le hemos presentado nuestro
mayor deseo en la oración de la Misa: “Avanzar
en la inteligencia del Misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”. Es lo
que pretendemos en este tiempo: -CONOCER MEJOR EL MISTERIO DE CRISTO, no tanto
a nivel de ideas, sino las actitudes íntimas, los sentimientos más profundos,
sus deseos, sus vivencias
-VIVIRLO EN SU PLENITUD: Queremos
entrar dentro del Misterio, y comulgar con su persona. Queremos compartir,
hacer nuestro su camino, para llegar como Él a su culminación en la Pascua,
cuando el amor obtuvo su victoria decisiva y completa. Pero no conseguiremos este objetivo, conocer
y comulgar con el Misterio de Cristo, si no nos convertimos de verdad, si no
nos volvemos a Él, pues nuestra vida es muy distinta a la de Cristo.
Si
no, revisemos un poco nuestra vida. ¿Cómo puedes llegar a compenetrarte
con lo más íntimo de Cristo si sigues siendo una persona cómoda, egoísta,
vanidosa, superficial? ¿Cómo quieres
resucitar con Cristo, si no quieres morir a nada, a tu orgullo, a tus
prejuicios, a tus viejas costumbres? ¿Cómo quieres llegar a ser un hombre nuevo,
si tanto te gusta el traje viejo que llevas?
Vamos,
pues, a decidirnos, a convertirnos a Jesús, a mirar fijamente a Cristo, para irnos
configurando con Él. Podrías asustarte si miras los obstáculos, pero si miras a
Jesús encontrarás una alegría y una fuerza que no sabes de donde te llega.
Jesús
está en la meta, atrayéndote, pero corre
también junto a ti y te trasmite el aliento de su Espíritu, de su amor. Por
tanto no tengas miedo. Jesús es tu entrenador y tu guía, será también tu
recompensa y tu medalla de oro, tu felicidad consumada.
La
Cuaresma comienza presentándonos a Jesús en el combate. Ahora entendemos
que en verdad que se ha encarnado, que se ha metido en nuestra historia,
asumiendo todas y cada una de sus propiedades y su debilidades. Como tú.
Jesús tiene un objetivo, una meta en su vida: Conseguir la salvación de
los hombres, pero tiene que elegir el camino a seguir. El camino del poder o
del servicio. El de acaparar o el de compartir. El del triunfalismo o el de la
humildad. Son también nuestras tentaciones u opciones.
Jesús
reafirma su fe y su adhesión incondicional a Dios Padre. Luego volverán
momentos de prueba, los más duros, algunos terribles, como Getsemaní y la Cruz.
Pero el Señor mantendrá firme hasta el final su opción por cumplir la voluntad
del Padre.
Es
esta opción de Cristo por la fe en Dios, es su adhesión absoluta a los
designios del Padre lo que queremos resaltar y extraer como enseñanza y como
camino a seguir. No nos detenemos en el contenido de cada tentación. Es ese “decidirse
por Dios” lo que elegimos como respuesta y compromiso a la llamada de
conversión que Él nos ha dirigido al comenzar la Cuaresma.
Decidirnos
por Dios va a suponer cambiar nuestra mentalidad por la suya. Cambiar
nuestros ídolos por Él, nuestro único Dios y Señor. Para ello es necesario
familiarizarnos con el pensamiento, con los planes y con el corazón de Dios.
Escuchar su Palabra. Reflexionar y hacer nuestro su mensaje. Revisar nuestras
actitudes. Orientar el rumbo de nuestra vida dando un viraje que seguro ha de
ser en dirección contraria. Sentir cerca el cobijo y el apoyo del Señor que
camina a nuestro lado.
Para
conseguir todo eso, que constituye la conversión, se nos ofrece todo este
tiempo de gracia que es la cuaresma. Semana a semana se nos irán abriendo
etapas nuevas, metas concretas. Hoy se nos pide la opción inicial: “Decidirnos
por Dios”.
En el intento de convertir en realidad
nuestra adhesión a Dios, tampoco nos van
a faltar las pruebas y las dificultades.
Pero el camino de la victoria ya está trazado por Cristo. Y ahora mismo,
en la eucaristía, se va a repetir y se nos va a aplicar a cada uno de nosotros.
En la cesta de nuestra ofrenda, como en la de los israelitas, va
nuestra fe y nuestra adhesión a Dios. Pero en esta va algo infinitamente
mejor: va el mismo Cristo con su triunfo contra la tentación. Un triunfo que se
nos va a dar en comunión para que sea nuestra fuerza y nuestra ayuda.
Hagamos
nuestras las palabras del Papa Francisco, Vicario de Cristo para la Cuaresma:
“Que la Cuaresma sea un entrar en el
desierto de la creación para hacer que
vuelva a ser aquel Jardín de la
comunión con Dios y con los hermanos como era antes del pecado Original”.
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