DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO
(CICLO C)
Queridos hermanos: Nos acercamos
a la Navidad, fiesta de gozo y de alegría: Ya estamos en el tercer domingo de
Adviento, conocido como el Domingo de la Alegría, por la cercanía del
Nacimiento de Jesús, que viene, lleno del Espíritu de Dios, para hacer el mundo
nuevo, la creación nueva.
Así lo hemos pedido en la oración a Dios: “...concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder
celebrarla con alegría desbordante”. Y así nos lo ha recomendado San Pablo:
“Estad siempre alegres”.
Pero, ¿podemos vivir hoy alegres? ¿Tenemos derecho a estar alegres?
Cuando en nuestro mundo hay tantos problemas: Inseguridad, hambre, violencia,
muertes, guerras, pisoteada la dignidad de muchas personas... ¿Podemos ser
felices cuando tantas personas lo pasan mal? Quizá nosotros mismos.
A pesar de todo San Pablo, desde la cárcel, nos ha repetido: “Estad siempre alegres”. Lo que
significa que la alegría es posible siempre; y que debemos vivirla tocando con
los pies en el suelo, es decir, sin olvidarnos de los problemas que tengamos y
nos rodean, sin evadirnos de ellos. Los cristianos, pues, debemos vivir y
reivindicar siempre la alegría, porque creemos y tenemos esperanza, y nuestra
fe no se cimienta artificialmente. ¿De dónde saca, pues, el cristiano su
alegría, en medio de los problemas...? ¿Dónde esta su fuente?
La alegría del cristiano es una actitud permanente que brota de su fe,
de poseer en su vida al Señor. Así lo expresa hoy la Palabra de Dios: “Regocíjate... alégrate, gózate de todo
corazón... El Señor será el Rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás...
El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva...”
Así pues, la esperanza, el gozo y la alegría los cristianos la ponemos
en el Señor que viene, que ya llega, la fundamentamos y la garantizamos en
Jesús, en la certeza de su presencia entre nosotros como Salvador. Le esperamos
y ya está en medio de nosotros. Como nos dice el profeta Sofonías: “El Señor, tu Dios, en medio de ti”.
Signos: La Eucaristía. En la sociedad de hoy, descubrimos su acción salvadora
en todo lo que hay de bueno en el mundo, progresos, justicia...
El fruto de esta presencia es la
ALEGRÍA. Pablo hoy lo repite con insistencia: “Estad siempre alegres...” Porque era un hombre que estaba
convencido de Jesús, de su presencia, de su acción salvadora en medio de
nosotros.
Quien vive consciente de la presencia de Dios en él, en la humanidad
entera, vive su vida lleno de confianza, porque se sabe bien acompañado, porque
se siente en buenas manos. Y nunca pierde la ilusión ni la esperanza en que
Dios continúe ejerciendo su acción salvadora.
Esa confianza que es fe, y esa ilusión que es esperanza, son los fundamentos
de la alegría que hemos de vivir y transmitir. Y hemos de reconocer que no
siempre, ni todos los cristianos, somos personas alegres y capaces de compartir
la alegría con los demás.
Hoy hay muchas personas que viven angustiadas, inquietas, nerviosas,
llenas de miedo, acuciados por los males y problemas que tienen y les rodean.
También los hay que están ya ahogados o se han evadido en falsas alegrías e
ilusiones. Los cristianos debemos hacer el buen servicio de transmitir y
comunicar verdadera esperanza,, confianza, ilusión y alegría. Y en esta tarea “no han de desfallecer nuestras manos”,
como afirma el profeta Sofonías.
¿QUÉ HACEMOS?
Tres veces se repite en el
Evangelio de hoy esta pregunta. ¿Qué tenemos que hacer para que todos vean la
salvación que viene de Dios? Juan Bautista les decía y nos dice con un lenguaje
sencillo y concreto: ama, ayuda a los demás, comparte lo que tienes y lo que te
sobre con quien no tiene; sé honrado, haz el bien aquello que tiene que hacer, respetando
a todos, sin manipular ni coaccionar ni violentar a nadie. Si obras así, dando
ejemplo con estos gestos testimoniales, harás que la fe de los cristianos sea
más creíble en este mundo incrédulo e indiferente.; y que la esperanza que
comunicamos se vea acrecentada por nuestro comportamiento, por nuestro amor
sincero en bien de los demás.
"SACAREIS AGUA CON GOZO DE LAS FUENTES DE LA SALVACIÓN”
En la Eucaristía hallamos al
mismo Jesús convertido en pan de vida para nosotros. En Él tenemos el alimento
y la fuerza para ser capaces de llevar a buen fin lo que tenemos que hacer. En
la Eucaristía hallamos presente a Jesús, Dios Salvador, que despierte en
nosotros la esperanza, la alegría, que nos anima para seguir caminando con los
que tenemos al lado construyendo un futuro mejor para todos...
Al acercarnos a comulgar, a recibir al Señor
en la Eucaristía, se cumplirá en nosotros lo que afirmaba el Salmo: “Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la
salvación”. Agua que es Cristo, que puede purificarnos y curarnos y puede
saciar la sed de plenitud y de felicidad que todos tenemos.
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