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domingo, 25 de noviembre de 2018

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

SOLEMNIDAD DE CRISTO, REY DEL UNIVERSO

              1.- Celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Esta Fiesta es la última mirada a Jesucristo, al final del año litúrgico, que supone para todos nosotros una profesión de fe: Él es nuestro único punto de referencia, lo único realmente definitivo que tenemos.

              Hoy es un día para mirar personalmente a Jesucristo y decirnos que, sin Él, nuestra vida estaría sumida en las tinieblas, con el futuro cerrado. Él ha abierto un camino de vida y nos invita a caminar por él, hasta la plenitud de Dios.

              Hoy es un día, a la vez, para repetirnos, seriamente, que queremos seguir su camino, el camino del amor total, del vaciamiento, de la oposición a todo tipo de opresión; el camino que exige la ofrenda de la propia vida.

              Finalmente, hoy es un día para agradecer todo lo que Él ha significado y sigue significando  para todos y cada uno de nosotros.

              2.- LA CONTRADICCIÓN DE LA CRUZ.

              Llama la atención en las lecturas de la Palabra de Dios, una gran contradicción: Este Jesús, único camino, nuestro Rey, que pasó haciendo el bien..., es alguien que ha muerto ignominiosamente, impresentablemente, en la cruz. Y el colmo es cuando el propio Jesús dice ante Pilato que El es Rey: Él, un detenido y torturado, que no tiene ninguna perspectiva de éxito.
              Jesús mismo lo explica, cuando dice que su realeza no es de este mundo. No quiere decir que haya venido para desentenderse de este mundo, no, miremos a su vida… El ha venido para ser testigo de la verdad, Él es la verdad, su vida entera es la verdad, la manifestación del amor del Padre. Ha caminado al lado de los hombres, eno todo semejante a nosotros menos en el pecado. Se ha dedicado a hacer el bien a manos llenas. Ha derramado ternura y misericordia por doquier, ha venido a servir y no a ser servido. Esta es la verdad que ha hecho de su vida.
            Y al final, para que recordáramos y tuviéramos presente su amor por nosotros, se ha dejado clavar en la cruz y se ha ofrecido como cordero inmaculado por los pecados del mundo. Así hemos sido purificados de nuestros pecados por su Sangre y ha expulsado al Príncipe de este mundo para atraer hacia sí a todos los que lo aceptan.
        
        3.- NUESTROS OJOS SE VUELVEN HACIA EL SEÑOR.
                  
             Por eso nuestros ojos, una y otra ves, se vuelven hacia el Señor, nuestro Rey de humilde corazón, al que contemplamos en el misterio de su muerte. A su vez, Él nos alegra y nos llena de paz en el misterio de su Resurrección.
             
               “Él es el que era y el que viene, el Todopoderoso” (Ap. 1, 10) “Mirad: Él viene en las nubes” (Ap. 1, 7) Él viene cada Domingo y cada día en el sacramento de su cuerpo entregado y de su Sangre derramada, dispuesto a salvar, incluso, a los que lo crucificaron. Él por su Sangre nos ha purificado y nos ha convertido en un Reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre (Ap. 1, 6)

                     Por eso acudimos a su encuentro y celebramos la Eucaristía, lo acogemos en nuestro corazón y lo adoramos como Rey de nuestra vida.

                      Señor Jesucristo, entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación, llénanos de tu Espíritu Santo y ayúdanos a extender tu Reino. A ti la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

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