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lunes, 14 de mayo de 2018



SANTA LUISA DE MARILLAC UNA MUJER QUE DEJÓ SU HUELLA
Una huella es una marca en el corazón, es un surco que permanece en la memoria y en el recuerdo. Esa huella tiene rostro de mujer y la forma es ternura, es darse sin tiempo, es entrega incondicional, sufrimiento y lágrimas calladas, es dar de lo que se tiene y sufrir las carencias.
Esa es Santa Luisa, mujer, ternura, madre, entrega incondicional, abandono a la voluntad de Dios. Pues esto hemos celebrado y puesto de manifiesto en el hogar.
La tarde comienza en el salón, un mural con un árbol lleno de manos,  esas manos son las de cada uno que formamos esta casa, manos que tienen historia, que reciben servicio y lo regalan. Junto a ellas la imagen de Santa luisa, mujer que nos ha dejado su huella y esa es la causa de estar aquí esta tarde, reconocer y celebrar su huella. Contamos y cantamos su vida, cómo fue (que en algo se parece a quienes formamos esta casa, madres ausentes, infancia privada de afecto, ternura y cariño.. pero fortaleza porque sabemos que Dios cuida de sus pobre)
Después cada uno habíamos traído el nombre de la mujer que había dejado su huella en nosotros y salimos a expresarlo.  (mi nombre de mujer es… tiene rostro de cambio, de sermones, de acogida, de ternura, de esfuerzo, de sonrisas…) y sucede la emoción y las lágrimas porque cuando reconocemos nuestras carencias,  porque el nombre de la mujer es la Pero también el nombre son esas hermanas que a ejemplo de Santa Luisa son capaces de abrir sus brazos maternales para ser referente, guía y voz que arrulla en las frías noches de la vida de estos hijos. Y en su caso mujeres que esperan y confían, que son pacientes y que desde su servicio callado y constante abren horizontes a los educadores que poco a poco se empapan del carisma Vicenciano.  
Y así notamos que el “clima de familia” estaba presente y que Dios pasaba. Después fuimos envidos como Santa Luisa a dejar huella, la pregunta ¿y  tú que vas a hacer de bueno para dejar tu huella? Y fuimos cogiendo como símbolo y compromiso cada uno nuestras chanclas, todas formaban un corazón y tenían nuestros nombres.  
Finalmente todos en la parroquia celebramos la Eucaristía de una manera alegre y festiva.
Os dejo una carta que escribió una de nuestras niñas, (con su debido permiso) dijo que quizás Santa Luisa podría haberla escrito porque al igual que ella no pudo disfrutar de su madre.    


Mamá, necesito que estés orgullosa de mí, mamá, te echo un montón de menos, mamá me duele el corazón cuando pienso que no te tengo.
Mamá ¡qué rabia meda! Te quiero ¿vale? Y quiero que siempre lo sepas, mamá, mamá.
Mamá, por favor que no te quiero perder, me he dado cuenta de que es malo guardarse las penas, pero mamá, me cuesta mamá, me intentan ayudar de verdad mamá créeme, mamá ¿me escuchas? Estoy aquí, soy yo, tu hija, la que tanto sufre y se calienta la cabeza. Esa hija que tiene ese carácter tan peculiar de chica rara, mamá no soy la típica hija que todos los padres desean, tampoco pretendo o quiero serlo. Pienso que no ser perfecta, también es bueno y eso hace que me sienta a gusto.
Mamá, no hace falta que me eches esos sermones ¡de padre y señor mío!, pienso que no me hacen falta, encuentra otra técnica mamá, porque las hay, te lo puedo asegurar; de otra manera sería una chica tozuda de la que siempre caería en la misma piedra. Mamá haremos un trato ¿de acuerdo? Yo te ayudo y tu me ayudas, así está bien, mejor para las dos.
Bien mamá, un último favor, dame la mano; a veces dando la mano me siento mejor, así recuerdo la primera vez que me acogiste danzando de arriba abajo.  Mamá vísteme y cálzame como tú lo harías, cántame una nana como siempre hacías. Mamá me dibujas un paisaje por favor?
Mamá quiéreme como a nadie. Mamá cuéntame tus penas, así yo te contaré las mías. Mamá, eso está bien, mamá sólo pido eso; ayuda, una palabra ocurrente y que a veces no tiene sentido.   Mamá así estará bien.

Casa hogar Baeza


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