DOMINGO
IV DE PASCUA, CICLO “C”
“Ha resucitado el Buen Pastor que
dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey”. (Antífona de
Comunión)
Hermanos, con estas palabras expresa la liturgia el sentido de este Domingo
pascual en el que sobresale la imagen del Pastor hasta el punto de ser llamado “Domingo del Buen Pastor”
Hoy la Palabra de Dios, haciéndonos repetir: “Somos su pueblo y ovejas de su
rebaño”, nos hace acoger a Jesús como nos lo presenta hoy el Evangelio de Juan. Estamos
convocados a escuchar la voz de Jesús y a seguirlo. Y por otra parte se nos
recuerda lo que hace Jesús por nosotros: nos conoce, nos tiene bien cogidos de
su mano y nos da la vida eterna. Nos conoce y nos ama y quiere que nosotros le
conozcamos, le amemos y le sigamos. ¡Ojalá lo hagamos con un conocimiento y un
amor sin límites como el suyo!
Él nos ha dado la vida eterna entregando su vida por nosotros. El Pastor también
es el Cordero. En el libro del
Apocalipsis el pueblo y las ovejas de su rebaño son los que vienen de la
gran tribulación, los que han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del
Cordero. Son los que están ante el trono de Dios dándole culto día y noche. Así
será también nuestra participación en la resurrección de Cristo.
Mientras peregrinamos por este
mundo Cristo-Pastor es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; unidos
a Él desde el Bautismo, lavados y purificados en su sangre, reconociéndole como
el único Pastor, que nos conduce hacia las fuentes de agua viva.
En este tiempo nos corresponde
también ser consecuente con la tarea encomendada cuando fuimos ungidos tanto en
el bautismo como en la confirmación o en la ordenación sacerdotal: ser testigos
de Jesucristo anunciando el Evangelio.
Hoy debe llamar nuestra atención el testimonio de Pablo y Bernabé. Ellos cumplieron la misión recibida en todo momento; cuando les iba bien, cuando les abrían las puertas, les escuchaban con agrado, y hacían discípulos; pero también cuando les insultaban, les perseguían y los expulsaban de la ciudad. Y cuando se les cierra un mundo, se abres a otro mundo para cumplir el encargo.
Una lección que nunca debemos
olvidar: “La Iglesia existe para evangelizar”.
¿Cómo es que tratamos de justificarnos diciendo que el mundo está muy mal, que
la familia ya no es lo que era, que en la escuela apenas nos dejan entrar, que
los niños no prestan atención, que los jóvenes van por otro lado...? ¿Por qué
nos encerramos en lo nuestro y los nuestros, dejando a tantos que están lejos a
alejados?
Hoy Cristo continua siendo la Cabeza y Pastor de al Iglesia a través del
ministerio del Papa Francisco,
Pastor humilde y sabio, vulnerable y fuerte, luminoso y sereno, apacible y
firme que el Señor nos ha otorgado y que necesitamos. Es el Papa de la palabra
y de la verdad; de la razón y del diálogo. El Papa nos regala uno de los más
lúcidos diagnósticos sobre el momento eclesial, cultural y social que
vivimos. Es el Papa pastor que clama con insistencia, belleza y oportunidad que
el mundo no puede vivir como si Dios no existiera, o como si Dios y su Iglesia
fuesen sus enemigos.
Oremos hoy especialmente por
el Papa Francisco, por nuestro Administrador Apostólico D. Ramón, por nuestro
Obispo Electo D. Amadeo y demás Obispos y por todos los que, unidos al
sacerdocio ministerial de Cristo, Cabeza y Pastor, para que seamos fieles a El
y a sus caminos, siendo pastores según el corazón de Cristo.
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