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domingo, 1 de marzo de 2015

REFLEXIÓN DE DON MANUEL

DOMINGO 2º DE CUARESMA. CICLO B.
                      Queridos hermanos y hermanas: Continuamos el camino cuaresmal que iniciamos el pasado Domingo y que culminará con la Pascua.
                       Hoy hemos sido convocados por Jesús, nuestro Maestro y Señor, como cierto día tomó consigo a sus discípulos predilectos y se los llevó aparte a una montaña alta para transfigurarse delante de ellos.
                      La Cuaresma es un camino hermoso, no fácil que nos pide esfuerzo, pues se trata de renovar nuestra vida cristiana de cada día, de verdad, con sinceridad. De renovarla con fe, con esperanza en el amor de Dios presente en nosotros.
                      1º.- En primer lugar, recordemos lo que Dios nos propuso el pasado Domingo ya que está en la base de las enseñanzas de hoy.
                      Vimos que: - Dios apostaba por la vida de los hombres. “Ya no habrá más diluvios”, pactaba con Noé. Revelándose Dios como el gran amigo de la vida.
                                   -  Pero también nos indicaba que para
tener vida hay que determinarse como Jesús a luchar contra los falsos dioses, ídolos, que nos esclavizan (poder, tener,...) y a luchar a favor de la vida con el amor de Dios.
                      2º.- Hoy la Palabra de Dios profundiza en la determinación hacía Dios, opción que ha de hacer toda persona. Y se nos proponen dos modelos:                       
                     A.- ABRAHAN. En él resalta su fidelidad. “Aquí me tienes”, le dice a Dios. Es un ejemplo de dolor, pero de vida. El camino de Abrahán está hecho de fe; la fe de este hombre ya antes fue sometida a prueba: Marcha de su tierra y de sus posesiones, el abandono de su religión...
                     Y ahora en el momento más duro de su vida se le exige a su único hijo. Abrahán no expresa quejas, ni nerviosismo, sino que dice a Dios simplemente: “Aquí me tienes”. Sin embargo, este camino duro, difícil y de pruebas se ilumina: Su alegría al final como premio de toda su abnegación; Dios se vuelca sobre él con toda clase de bendiciones.
                      B.- JESUS. En el camino de Jesús la muerte y la resurrección se dan también inseparables. La misión de Jesús se hace difícil, dolorosa, pasa por la cruz, dejando los atajos del poder, de la violencia.
                     Jesús se somete solidariamente con los hombres, al poder del hombre que tantas veces es el poder del mal y del pecado. Jesús sigue adelante, a pesar de la prueba. Nada de pensar que las cosas no tienen remedio, y pensar que el hombre está atado al poder del mal.
                      La gloría y el esplendor de la Transfiguración quiere anunciar el otro aspecto inseparable de su fidelidad a Dios, la Resurrección de Cristo. Por ello, la Transfiguración quiere ser una ayuda que Jesús hace a los suyos, para decirnos. No todo  es duda y oscuridad, ni prueba en el camino de Cristo, del cristiano. Hay una gran luz, al ver que su fidelidad, su entrega..., termina, lleva consigo el triunfo, la gloría, la vida, la Resurrección.
                      C.- Así se ha cumplido y así nos lo presenta realizado San Pablo: Dios nos entregó a su Hijo que resucitó y está a su derecha. He  ahí la razón por la que nuestra fe ha de ser firme: Dios está con nosotros. Cristo lo ha conseguido para todos. No tengamos miedo; Cristo nos ha dado la liberación y nosotros hemos de sacrificar (orientar) nuestra vida por hacer realidad esa liberación
                      D.- Aplicación. Los discípulos en el monte Tabor se escandalizaban y discutían; no entendían aquello de resucitar de entre los muertos. También nos ocurre a nosotros. No comprendemos que para llegar a la vida.., haya que entregarla:
-         O nos quedamos en el deslumbramiento del Tabor, olvidando la pasión, la entrega, el amor.
-         O nos quedamos en la pasión ensimismados, considerando la Resurrección... como algo al margen de la vida.
                     En el primer caso, nos ocurre que, a nivel personal, familiar, de pueblo, o de sociedad, queremos triunfar siempre, sin pasar por la entrega, el sacrificio... Queremos ver resultados... sin hacer para que sean posibles.        
                      En el segundo caso, decimos ¿para qué luchar? Es preferible seguir penando, tirando. No se puede hacer nada; y desconfiamos.
                      La actitud ideal del cristiano es aceptar el sufrimiento, la fidelidad, el amor, la entrega, la muerte... como paso a la vida, a la alegría, a la glorificación. Que son nuestras metas. Desde esa perspectiva, se clarifica y tiene sentido el dolor, físico, moral... luchar en la vida y por la vida.
                      Cada Eucaristía es la afirmación de esta gran verdad: Pasamos con Cristo de la muerte a la vida.

 


 

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