DOMINGO XXXII DEL T. ORDINARIO “C” FIESTA DE LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN
JUAN DE LETRÁN
Queridos
hermanos coincide nuestra reunión dominical con la Fiesta de la consagración de
la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, que ha sido desde el
comienzo del cristianismo punto de referencia y el centro de la unidad de toda
la Iglesia.
Es
una fiesta que nos enseña a valorar y amar nuestros templos, pero sobre todo
nos invita a concienciarnos y a valorar que “el templo de Dios” no son los
edificios, sino Jesucristo y las personas. Ejemplos: Profanar un
templo-Profanar a las personas. Esto nos lo enseña la Palabra de Dios
proclamada.
1º.-
EL TEMPLO DE DIOS ES JESUCRISTO Y LA PERSONA
Las
lecturas no nos hablan tanto de los edificios materiales, sino de las personas.
Ellas son para los cristianos el auténtico templo de Dios, el lugar de la
presencia de Dios: En primer lugar,
Jesucristo. Pero también cada cristiano, cada persona.
En
las antiguas religiones, el templo era el lugar sagrado donde los dioses se
hacían presentes. En el cristianismo ya no es así: Dios se manifestó..., se
hizo presente en el hombre Jesús su Único Hijo.
En el
Evangelio Jesús se atrevió a decir que El es el “Santuario”, “el Templo de
Dios”. Es decir, donde Dios se manifiesta, actúa y habla.
Por
eso San Pablo nos ha dicho que todos nosotros somos templo de Dios, construido
sobre el cimiento de Jesucristo, sobre la fe en Jesús. “¡¿No sabéis que sois
templos de Dios...?
Consecuencias para nosotros: De estas afirmaciones de la Palabra de
Dios, podemos sacar dos conclusiones: a) Referente a Jesucristo. b) Referido a
nosotros.
a.
Decir que Jesucristo
es el templo de Dios, significa creer que en Él se manifestó Dios. El Dios que
nadie jamás vio (según San Juan) nos fue revelado por Jesucristo; y esto
significa que todos los que nos llamamos cristianos no podemos hacernos nuestro
“Dios” a imagen y semejanza nuestra, según nuestros criterios y modos de
actuar, sino según lo que nos dice Jesucristo.
Por
tanto cristiano es aquel que vive, cada día y en todas partes, como discípulo
de Jesucristo, intentando vivir como nos enseñó Jesucristo.
b.La segunda conclusión se refiere a cada hombre,
a toda persona. Todos estamos llamados a ser “templo de Dios”. Para Dios
lo somos todos. Se deduce, pues, que todo hombre merece respeto,
estimación, valoración.
“Si
alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de
Dios es santo: ese templo sois vosotros”. Dice San Pablo.
Significa que cada hombre y cada mujer
es sagrado. No podemos convertirlo en esclavo, servidor..., no puede ser un
objeto, un instrumento... Todo hombre, toda mujer (...) son sagrados, son
templo de Dios, merecedores de todo amor.
Sin embargo NUESTRAS IGLESIAS-TEMPLOS,
lugares de oración, de encuentro con Dios, aunque no son lo más importante (
Jesús y las personas), también son importantes. Los necesitamos, como lugar de
celebración, de reunión, son signos de fe, señal de la comunidad. ¡Cuántas
cosas, realidades han pasado en ellas! Bautismos, Iniciación cristiana, Primera
Eucaristía, Confirmaciones, vuestro matrimonio, mi sacerdocio... despedida de
nuestros seres queridos...
Nuestros templos nos visibilizan el
Santuario que es el mismo Jesucristo, presencia de Jesús entre los hombres. De
este santuario BROTA UNA FUENTE DE AGUA VIVA: LA VIDA, LA SALVACIÓN, LA VIDA
ETERNA
No hay comentarios:
Publicar un comentario