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domingo, 7 de septiembre de 2014

DON MANUEL PARA ESTE DOMINGO


DOMINGO XXIII CICLO “A” PARA LA REFLEXIÓN

               Durante varios Domingos leeremos el Sermón de la Comunidad del Evangelista San Mateo. Jesús hace su camino, que le llevará de Galilea a Jerusalén y se centra en el grupo de sus discípulos, haciendo un trabajo de formación con ellos que ha de configurarlos como una comunidad con el estilo del Maestro. Hoy les habla, nos habla de cómo hemos de vivir en nuestras comunidades y más en concreto cómo deben ser nuestras relaciones.

         Apropiado, nos viene muy bien ahora que nos disponemos a iniciar un nuevo curso y se van a intensificar nuestras relaciones en la familia, en los grupos apostólicos. Y el principio fundamental que se nos propone es este: SOMOS RESPONSABLES UNOS DE OTROS. A veces decimos “Yo no me meto con nadie”. Y lo decimos como algo bueno y positivo; sin embargo esta postura suele responder a un comportamiento que tiene como norma la indiferencia. Hay otra actitud peor, más negativa: Cuando nos involucramos en la vida de los demás, pero con mala intención, perjudicando, haciendo el mal de palabra y de obra. Ejemplos: Criticas, difamación…

          En el Evangelio, Jesús nos el criterio acertado de cómo actuar siempre: Siendo responsables unos de otros en todo. Y por ello mismo tenemos que intervenir activamente en la vida del otro, siempre para ayudar, siempre con amor.

         No es cristiano despreocuparse del otro, ni corregirlo, ni ayudarle a salir de sus errores y pecados. Hay que intervenir con amor hecho misericordia y perdón.

                 Pero esta actitud (corrección fraterna) la viviremos, cuando entendamos, admitamos que SOMOS HERMANOS, HIJOS DEL MISMO PADRE, DIOS. Por eso el Evangelio decía: “Si tu hermano…” Aquí está la clave  de cómo hemos de actuar con los demás: ni indiferentes, ni superiores…, sino como hermanos, hijos en el Hijo Unigénito.

       También CORRESPONSABLES EN LA IGLESIA, PARROQUIA. Jesús nos sitúa con sus palabras en el interior de la comunidad cristiana, de la Parroquia, de la Iglesia. Formar parte de una comunidad (común unidad) nos lleva a caminar juntos, unidos, íntimamente responsables unos de otros: El pecado, la tibieza, la pereza de uno afecta a todos y hemos de ayudarnos a vencerlos.

     Por eso en nuestras relaciones, todos tenemos un derecho y un deber que Jesús expresa con la palabra “DÍSELO”. Derecho y deber a la intervención, a la ayuda, a preocuparse por el conjunto de la comunidad y por cada uno de sus miembros… “Pues si un miembros sufre…, todo el cuerpo sufre con él”

      Derecho y deber a intervenir, a preocuparse, a corregirse, siempre fraternalmente. No es cristiana una comunidad dividida… No podemos decir esto es responsabilidad de otros, sacerdotes, religiosas, presidentes… “Uno que ama a su prójimo no le hace daño, ni deja de hacerle bien”. Que esta máxima presida nuestra vida, en el seno de nuestra comunidad, de nuestra familia...

      La Eucaristía es la expresión más hermosa de esta realidad: “donde dos a o más se reúnen en mi nombre…”

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