El Domingo pasado Jesús nos invitaba a
ir siempre más allá de la letra de la Ley, para vivir el espíritu que pide progresar cada vez más en la
voluntad de Dios. Hoy nos señala que estamos llamados a vivir como hijos de
Dios Padre. Muy especialmente a amar como Él ama; a modelar nuestro corazón a
su imagen y semejanza.
1.- Nos dice: “Seréis santos, porque yo, el Señor
vuestro Dios, soy santo”. Y Jesús culmina: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto”.
¿En
que consiste la santidad, la perfección de Dios?: - Es compasivo y
misericordioso, lento a la ira, lleno de paciencia y de ternura para con sus
hijos.
- Es padre que reparte el sol y la lluvia sin
discriminación entre aquellos que le aman, que le odian, y que le maldicen
DIOS ES AMOR.
2.- “Sed santos también vosotros”. Sed
imágenes de Dios. Sed amor. ¿Cómo? Jesús hoy no habla en abstracto con teorías
maravillosas, sino que hace concreto el amor al dirigirse al mundo de la
violencia, de la injusticia, de los enfrentamientos entre hermanos. La
gratuidad del amor tiene la última palabra. Lo describe con aplicaciones de la
vida: Leer...Perdón, magnanimidad, no violencia, amor sin excepción,
universal..
Se
nos presenta una de las revelaciones más sobresalientes del Nuevo Testamento:
el amor a los enemigos. El punto límite del amor desinteresado. Algo que parece
imposible, humanamente hablando, y que únicamente puede explicarse desde una
dimensión opuesta a la sabiduría y cálculos humanos:
“Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo,
que se haga necio para llegar a ser sabio”.
El
cristiano, pues, no ha de poner límites, ni fronteras a la bondad, y a su capacidad
de compartir, de compadecer, de comprender, de perdonar.. Y nunca pierde la
esperanza; siempre espera que su amor,
don de Dios, pueda más, venza a sus enemigos , a sus armas, y los pueda cambiar
en hermanos.
Esta
es la plenitud de la Ley que trae Jesús para sus discípulos, ya vivida por Él y
por muchísimos cristianos, ya que el Espíritu Santo habita en vosotros.
3.-
Aplicación. El Concilio Vaticano II nos dice: “La Iglesia es sacramento
eficaz de Cristo, signo eficaz de Jesucristo. Es el mismo Cuerpo de Cristo. El
mismo Cristo prolongado y continuado a través de los siglos”.
Ahora
bien, Jesús es la manifestación plena del amor del Padre; en Cristo el amor del
Padre se ha hecho realidad y acontecimiento: El Buen Samaritano.
De la misma manera, por la fuerza de
la Gracia de Dios, en Cristo y en el Espíritu, cada cristiano, la Iglesia
entera esta llamada a continuar “la presencia de Dios Padre en el mundo como
amor y misericordia” . Juan Pablo II en “Dives in misericordia”.
Es,
pues, este Evangelio una llamada concreta a la vida personal de cada uno y una
llamada a la oración personal, diciendo con San Francisco: “Oh, Señor, haz
de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, lleve yo tu amor. Donde
haya ofensa, lleve tu perdón. Donde haya discordia, siempre armonía...”
¿Confiamos en que somos hijos del Padre celestial? ¿Amamos y perdonamos
como Dios quiere?
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