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domingo, 10 de febrero de 2013

D. MANUEL, VIVIR LA CUARESMA EN FAMILIA

    

            Cuando llega la Cuaresma parece que nos ponemos tristes, porque pensamos que empieza el tiempo de la penitencia, de los ayunos, de la lucha contra el mundo, el demonio y la carne...          
             Es cierto que a todo esto nos invita la Iglesia, que es nuestra Madre y sabe que este es un tiempo favorable para ponernos de cara a Dios. Pero no tiene razón de ser la tristeza, sino más bien el gozo, la alegría, la esperanza de sentirnos invitados a ser testigos de la Resurrección del Señor, primicia de la nuestra. Y, como en toda gran fiesta, hay unos preparativos que, cuando se hacen desde el amor, no cuestan esfuerzo.
               Nosotros, como familia cristiana, sabemos que es el tiempo oportuno  para el ayuno. Y ponemos este signo ante el Señor, no ante los hombres, para decirle que no sólo de pan vive el hombre sino también de su Palabra.
               Y oramos con frecuencia en familia, porque sabemos que Dios es nuestro Padre de quien recibimos todo; y con los buenos padres es una maravilla hablar.
               También en este tiempo tratamos de dar limosna, en el anonimato, con más frecuencia. Porque, si recibimos tanto de Dios, es bueno que nuestros hermanos más necesitados se enteren que hay un Padre bueno de todos los hombres. De estas maneras inculcamos a nuestros hijos, desde pequeños, el espíritu verdadero de Cuaresma.
                La Cuaresma es un tiempo en que somos invitados a abrirnos más a Dios, a orar; a adoptar una actitud de mayor servicio y entrega para con los demás, a la limosna; y a controlarnos a nosotros mismos con un poco más de austeridad, a abstenernos y a ayunar.  Pero esto no sólo deberíamos verlo y fomentarlo en la celebración litúrgica, sino también con sencillas maneras de oración o con símbolos accesibles en la familia.
               Pueden ayudar en este tiempo unos elementos simbólicos colocados en algún lugar de la casa: Sobre todo la CRUZ, que nos recuerda a todos el camino de la Pascua de Cristo y de la nuestra. Entronizarla con alguna luz, lámpara, rama o macetita.
               La Biblia o Evangelios “entronizados”, y abiertos en un lugar preeminente, que nos recuerden y lleven a una más atenta escucha de la Palabra de Dios.
               En torno a estos espacios, la familia cristiana podría tener un momento sencillo de oración, diario o semanal que les parezca viable con el Evangelio del día o del Domingo; bendecir la mesa, Vía Crucis, gesto de austeridad..Convencidos, ayudemos a los hijos.

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