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domingo, 17 de febrero de 2013

D. MANUEL, DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA CICLO “C”

          Queridos hermanos: Hemos comenzado la Cuaresma. Hoy es el primer Domingo: Tiempo de gracia y de conversión. El Espíritu nos conduce al desierto con la intención de que el amado nos hable al corazón. No perdemos de vista que caminamos hacia la Pascua, para renovar nuestra fe, para renovarnos interiormente y llevar una vida nueva, allí donde cada uno actúe y viva.
          Apenas nos hemos encontrado con el Señor, le hemos presentado nuestro mayor deseo en la oración de la Misa: “Avanzar en la inteligencia del Misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”. Es lo que pretendemos en este tiempo: -CONOCER MEJOR EL MISTERIO DE CRISTO, no tanto a nivel de ideas, sino las actitudes íntimas, los sentimientos más profundos, sus deseos, sus vivencias
                                                       -VIVIRLO EN SU PLENITUD: Queremos entrar dentro del Misterio, y comulgar con su persona. Queremos compartir, hacer nuestro su camino, para llegar como Él a su culminación en la Pascua, cuando el amor obtuvo su victoria decisiva y completa.  Pero nunca conseguiremos este objetivo, conocer y comulgar con el Misterio de Cristo, si no nos convertimos de verdad, si no nos volvemos a Él, pues nuestra vida es muy distinta a la de Cristo. 
          Si no, revisemos un poco nuestra vida. ¿Cómo puedes llegar a compenetrarte con lo más íntimo de Cristo si sigues siendo una persona cómoda, egoísta, vanidosa, superficial? ¿Cómo  quieres resucitar con Cristo, si no quieres morir a nada, a tu orgullo, a tus prejuicios, a tus viejas costumbres? ¿Cómo quieres llegar a ser un hombre nuevo, si tanto te gusta el traje viejo que llevas?
          Vamos, pues, a decidirnos, a convertirnos a Jesús, a empezar a mirar fijamente a Cristo, para irnos configurando con Él. Podrías asustarte si miras los obstáculos, pero si miras a Jesús encontrarás una alegría y una fuerza que no sabes de donde te                                             
llega. El está en la meta, atrayéndote, pero corre también junto a ti y te trasmite el aliento de su Espíritu, de su amor. Por tanto no tengas
miedo. Jesús es tu entrenador y tu guía, será también tu recompensa y tu medalla de oro, tu felicidad consumada.   
          La Cuaresma comienza presentándonos a Jesús en  combate. Ahora entendemos que en verdad se ha encarnado, se ha metido en nuestra historia, asumiendo todas y cada una de sus propiedades y su debilidades, como tú.
          Jesús tiene un objetivo, una meta en su vida: Conseguir la salvación de los hombres, pero tiene que elegir el camino a seguir. El camino del poder o del servicio. El de acaparar o el de compartir. El del triunfalismo o el de la humildad. Son también nuestras tentaciones u opciones. 
  Jesús reafirma su fe y su adhesión incondicional a Dios Padre. Luego volverán momentos de prueba, los más duros, algunos terribles, como Getsemaní y la cruz. Pero el Señor mantendrá firme hasta el final su opción por cumplir la voluntad del Padre.
          Es esta opción de Cristo por la fe en Dios, es su adhesión absoluta a los designios del Padre lo que queremos resaltar y extraer como enseñanza y como camino a seguir. No nos detenemos en el contenido de cada tentación. Es ese “decidirse por Dios” lo que elegimos como respuesta y compromiso a la llamada de conversión que Él nos ha dirigido al comenzar la Cuaresma.
          Decidirnos por Dios va a suponer cambiar nuestra mentalidad por la suya. Cambiar nuestros ídolos por Él, nuestro único Dios y Señor. Para ello es necesario familiarizarnos con el pensamiento, con los planes y con el corazón de Dios: Escuchar su Palabra, reflexionar y hacer nuestro su mensaje, revisar nuestras actitudes. Orientar el rumbo de nuestra vida dando un viraje. Sentir cerca el cobijo y el apoyo del Señor que camina a nuestro lado.
          Para conseguir todo eso, que constituye la conversión, se nos ofrece todo este tiempo de gracia que es la cuaresma. Semana a semana se nos irán abriendo etapas nuevas, metas concretas. Hoy se nos pide la opción inicial:“Decidirnos por Dios”.
          En el intento de convertir en realidad nuestra adhesión a Dios, tampoco nos va a faltar las pruebas y las dificultades.  Pero el camino de la victoria ya está trazado por Cristo. Y ahora mismo, en la eucaristía, se va a repetir y se nos va a aplicar a cada uno de nosotros. En la cesta de nuestra ofrenda, como en la de los israelitas, va nuestra fe y nuestra adhesión a Dios. Pero en esta va algo infinitamente mejor: va el mismo Cristo con su triunfo contra la tentación. Un triunfo que se nos va a dar en comunión para que sea nuestra fuerza y nuestra ayuda.

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